“La vida es simple porque la lucha es simple. El buen luchador retrocede pero no abandona. Se doblega, pero no renuncia. Si lo imposible se levanta ante él, se desvía y va más lejos. Si le falta el aliento, descansa y espera. Si es puesto fuera de combate, anima a sus hermanos con la palabra y su presencia. Y hasta cuando todo parece derrumbarse ante él, la desesperación nunca le afectará”.
Barón Pierre de Coubertin
Una distancia total de 3,500 kilómetros de ruta entre crestas alpinas cada vez más escarpadas y veloces llanos de la campiña francesa, 22 equipos integrados por 176 hombres con la mirada puesta en el mismo objetivo: París. Ahí le espera solamente a uno la corona de flores, el maillot amarillo y la eterna gloria de uno de los mayores eventos deportivos del mundo: El Tour de France. ¿Hasta dónde puede llegar el ansia por devorar la victoria? ¿Puede la peor de las traiciones interponerse entre una sólida hermandad?
Estas pueden ser algunas de las preguntas que nos plantea el escritor y periodista mexicano Jorge Zepeda Patterson en su novela Muerte contrarreloj. En ella, se explora la ambición, los juegos de poder y la obsesión por el triunfo dentro de la mayor competencia del ciclismo mundial. La novela nos ubica en la época contemporánea del Tour, post-Armstrong, dentro de una organización que lucha por recuperar el tambaleante prestigio que le queda. El problema: una serie de muertes durante la competencia, cada una más sospechosa que la anterior, que apuntan a los líderes de la competición para irlos despejando del camino de un misterioso asesino que, al parecer, tiene como gran objetivo alzarse con la victoria al llegar a Les Champs-Élysées. Pero ¿Quién es el verdadero beneficiado de esta ola de crímenes?
El protagonista es el franco-colombiano Marc Moreau, uno de los ciclistas de montaña más virtuosos que hay; sus más allegados dirían incluso que se trata del mejor de la actualidad. Apodado desde su juventud como Aníbal, por rememorar la hazaña del antiguo monarca cartaginés cruzando los alpes a lomos de elefantes, Moreau parte de orígenes humildes, pese al elevado estatus que presenta al iniciar la novela. De padre francés y madre colombiana, el joven Marc encuentra en el ciclismo de competencia un aliciente para sobrellevar su precaria infancia en Medellín. Gracias al esfuerzo individual, y al auspicio de figuras militares francesas, Aníbal logra abrirse paso hasta la cumbre más alta del ciclismo mundial. Su relación con el mundo castrense inicia cuando, al darse cuenta del desinterés que representaba para su madre, termina viviendo en Francia con su padre, quien, sin ápice de cariño, le obliga a seguir una carrera militar. En las barracas del país Galo, Marc conoce al Coronel Lombard, quien se obsesiona con él hasta el punto de deshacerse de casi todo su patrimonio con el fin de patrocinar aquella joven promesa del ciclismo.
En su trajín dentro del ciclismo de ruta, Marc conoce a la otra figura fundamental para su carrera, el estadounidense Steve Panata. Diametralmente opuestos en su carácter individual y virtudes deportivas, Moreau es un reservado ciclista de alta montaña que, irónicamente, empezó tan abajo como podría hacerlo alguien. En cambio, Panata es la figura perfecta del deportista triunfador, cuyo carisma y soberbia sólo se ven rebasadas por su talento sobre la bicicleta y su obsesión casi enfermiza por la victoria. Además, en otra gran diferencia con Marc, Steve pertenece a una familia acomodada que siempre lo cobijó y lo apoyó en todo lo concerniente a su carrera y a su vida fuera de las pistas.
Pertenecientes al mismo equipo, el combinado Fonar, Steve ha obtenido cuatro veces el triunfo dentro del Tour, en gran parte gracias a Marc, quien, al desempeñar el puesto de gregario dentro del colectivo, ha sido pieza fundamental para que Panata aparezca en los anales de la historia del ciclismo.
Patterson relata cómo entre ambos ciclistas se establece una relación que no puede ser descrita de otra forma más que de hermandad, al ser el complemento perfecto uno del otro tanto en lo deportivo como en lo personal.
Este es el escenario de la novela, cuya trama arranca cuando en distintas etapas de las 21 que integran el Tour, acontecen una serie de asesinatos que eliminan, uno a uno, a los principales competidores del pelotón de ciclistas.
Mal disfrazados como accidentes, los crímenes no frenan el desarrollo del Tour, para ello, la policía francesa recluta a Moreau, quien, por su mínima experiencia en el mundo de la policía militar, luce como el candidato ideal para encontrar, desde dentro, al autor y la razón de los homicidios.
Al talentoso Moreau, el ídolo Panata, o el anciano Lombard, se agregan personajes como el enigmático Comisario Favre, oficial de la policía francesa quien tiene la labor de encontrar al asesino; la ruda belleza de Fiona, directora de mecánicos del Tour y pareja sentimental del franco-colombiano; Viktor Radek iracundo corredor polaco profundamente enemistado con el Tour; Sam Jitrik, intransigente jefe máximo de la competición; Ray Lumière, reputado periodista del ciclismo mundial; y Giraud, director técnico de Fonar y el mayor interesado en el quinto triunfo de Panata.
La novela ilustra por completo al mundo del ciclismo en su esfera competitiva más elevada; sin importar si se es un neófito del tema, la prosa de Patterson hace digerible hasta el aspecto técnico más preciso en este mundo de potenciómetros, sprints y alta montaña. Pero, aunque sea a través de una historia de homicidios, quizás el mayor reflejo de la novela de Patterson sea de la imagen de competitividad casi psicópata en el mundo del deporte y del ciclismo en particular. Pese a la sorpresa inicial, ninguno de los participantes en el tour considera tan siquiera un instante la posibilidad de suspender la contienda con el fin de evitar más muertes. Independientemente a que, con la pausa de Tour se detendría también la trama, resulta congruente la posibilidad de que atletas profesionales de esa talla no verían un detalle insignificante como el homicidio de un colega como un obstáculo de suficiente importancia para cesar la competencia. Esto parecerá irreal, pero basta recordar las enormes listas de fallecidos en competiciones deportivas de todo tipo, sea por accidentes de automovilismo, infartos en canchas de fútbol, pelotazos en beisbol, o incluso las víctimas del terrorismo en Munich 1972. La competencia, ojo, no el show, no se detiene, sea por motivos románticos, de prestigio o de interés económico. Quizás el deporte sea uno de los escenarios donde la obsesión humana pueda vencer a la muerte.
En una ácida sátira al mundo del ciclismo profesional, el comediante Bill Burr dijo alguna vez sobre la constante polémica del dopaje y la trampa “nuestro tipo en esteroides le ganó a su tipo en esteroides”. El chiste ayuda a entender parte de la mentalidad del ciclismo contemporáneo en torno al triunfo con estrategias maquiavélicas. Esto ha hecho que, pese a sus esfuerzos, el deporte de los velocípedos viva todavía con una enorme mancha amarilla que lo marca con vergüenza, color que asocia irremediablemente al maillot, prenda que porta el líder del Tour en cada etapa, con la de las pulseras de Lance Armstrong, el otrora máximo triunfador de todos los tiempos, no sólo en el ciclismo sino en el fraude deportivo. Hasta la fecha el ciclismo es, junto con el boxeo, la disciplina competitiva que aún no logra despejar las sospechas de amaño y trampa que le circundan.
El autor menciona que, como método para su historia, sigue las formas de escritura de Agatha Christie, con la constante presencia velada de un asesino oculto entre el resto de los protagonistas. Muerte contrarreloj es un thriller que anima permanentemente al lector a elaborar sus propias pesquisas y conclusiones ante el posible asesino. Sin embargo, con gran maestría, la narrativa juega con la mente del espectador, haciéndole dudar cada vez más de su hipótesis, mostrando aquí y allá carnada en forma de evidencia incontrovertible, que, sin embargo, hace dudar ante su obviedad; todo para culminar de forma soberbia en el último instante, de la última página, del último capítulo.
Con una gran combinación de competencia deportiva, pasiones individuales, juegos de poder e intrigas policiacas, la novela de Jorge Zepeda Patterson logra ilustrar el gran retrato del apasionante mundo del ciclismo a la vez que horroriza ante los peligros de la obsesión humana.