En el día a día captamos distintos momentos que nos asombran por su belleza; este sentimiento de belleza puede expresarse de muchas formas, por ejemplo, nos ponemos muy alegres, algo nos causa ternura o nos genera paz. Al mismo tiempo que esto sucede, sabemos que esos instantes formarán parte de nuestros recuerdos, pues la fugacidad vendrá después y si tenemos un poco de suerte podremos registrar algo de esa belleza en una fotografía, en un dibujo, en palabras escritas o guardando algún objeto que nos recuerde aquella sensación.
Quizá dedicarse al arte es volverse coleccionista de esos paisajes, momentos o experiencias para luego, mediante un libro, un poema, una película o una pintura, acercar a las personas a ese momento. Pierre-Auguste Renoir conocía este secreto de lo efímero y por ello dedicó su vida a plasmar esos instantes que a la gente le gustaría recordar o cuadros en los que las personas pudieran sentir alegría; porque para él la pintura se trataba de eso: buscar lo hermoso, lo amable y lo alegre de este mundo.
Para conocer el camino de un artista es necesario volver a la infancia, pues en ella surgen las primeras motivaciones para hacer arte. Renoir nació en Limoges, Francia, el 25 de febrero de 1841. Sus padres no tenían una situación económica holgada, su padre, Léonard, era sastre, y su madre, Margarita, era costurera. Para buscar un mejor ingreso monetario se trasladaron a París; sin embargo, batallaron para lograr su objetivo. La sensibilidad del joven Renoir crecía más y más, logró destacarse en el canto y en dibujo. Cuando tenía 13 años trabajó como aprendiz en una fábrica de cerámica, pintando diseños de porcelana china; después de salir del trabajo asistía a clases de arte gratuitas en donde aprendió a pintar al óleo. Conforme pasó el tiempo, la tecnología evolucionó y por lo tanto Renoir tuvo que comenzar a buscar otros trabajos que, por fortuna, no lo alejaron de su destino como pintor profesional. Se dedicó a pintar murales en cafés y a cumplir otros encargos mientras aumentaban sus conocimientos artísticos y pasaba sus tardes en el Museo del Louvre. El mundo comenzaba a convertirse en su lienzo.
Pero para que el arte logre su máxima expresión es necesario el encuentro: con los amigos, con los maestros y con el cariño; pues es ahí donde las conversaciones se transforman en grandes obras. Los encuentros de Renoir comenzaron cuando entró a estudiar pintura formalmente con el artista suizo Charles Gleyre. En esas clases conoció a otros jóvenes con quienes revolucionaría el arte, entre los que se encontraban Alfred Sisley (1839-1899), Claude Monet (1840-1926) y Frédéric Bazille (1841-1870). Monet sería uno de sus más entrañables compañeros de vida y de creación y gracias a él también conocería a Camille Pissarro (1830-1903), Edgar Degas (1834-1917) y Paul Cézanne (1839-1906), todos ellos integrarían el núcleo del movimiento impresionista.
Luz, sombra y colores. Estos eran los principales motivos del impresionismo para lograr capturar la luminosidad de lo efímero. Las pinceladas tenían que ser rápidas e intensas, mientras trabajaban al aire libre. Los temas principales eran la naturaleza y la vida cotidiana: los instantes. A partir de 1862, Renoir estudió en la Academia de Bellas Artes de París en la que sobresalió. Junto con Monet, se unió a excursiones pictóricas a las afueras de París. En esta época consiguió varios encargos de retratos y naturalezas muertas. En 1864, Renoir logró entrar al Salón de París, en donde se exhibían prestigiosas obras de arte, pero mientras tanto su situación financiera no era la mejor, por lo que dependió de sus amigos durante este periodo para poder comprar materiales.
El amor también vino al encuentro de Renoir, cuando en 1865 conoció a Lise Tréhot, quien se convertiría en su pareja y en su modelo. Sus cuadros seguían siendo aceptados en el Salón de París. Para 1869, Monet y Renoir trabajan juntos pintando en un centro turístico del Sena, en donde comenzaron a desarrollar un nuevo estilo que destacaba por los efectos fugaces de la luz. Pero la creación se vio interrumpida cuando en 1870 estalló la guerra franco-prusiana. Renoir fue reclutado, aunque lo enviaron lejos del frente. Los impresionistas se separaron y durante el conflicto bélico perdieron a Frédéric Bazille, lo cual afectó mucho al grupo de artistas.
La pintura no puede contenerse en un solo sitio, por eso, después de que recibiera dos rechazos por parte del Salón de París, en 1873, Renoir decidió organizar un espacio de exposición independiente. Renoir presentó seis obras en la primera exposición impresionista que tuvo lugar en París. Aunque el recibimiento del público tenía buenas y malas rachas. Margot Legrand fue su segundo amor, también se convirtió en su modelo y con ella permaneció hasta que falleció a causa de la viruela. Durante este tiempo, Renoir pintó uno de sus cuadros más famosos: Baile en el Moulin de la Galette, que capta a los jóvenes parisinos disfrutando del baile en Montmartre.
Al igual que los paisajes, los rostros se volvieron comunes en la obra de Renoir, porque al tener que luchar por sacar adelante su carrera artística, pintó aquello que pudiera vender y encargos de retratos. Renoir trabajó en encontrar y perfeccionar su estilo, el cual combinaba contorno y colores suaves y traslúcidos con pinceladas pequeñas. Un episodio de neumonía lo alejó del lienzo y, por lo tanto, de la crítica, aunque el nombre de Pierre-Auguste Renoir ya era conocido gracias a sus exposiciones en Londres, Berlín y Boston en 1883. Después de dos años, en 1885, tuvo un hijo con Aline Charigot y ellos se convirtieron en protagonistas en sus nuevos cuadros. Durante su vida tuvieron dos hijos más: Pierre y Jean.
El impresionismo había logrado posicionarse en el mundo, el esfuerzo de Renoir estaba dando frutos y para 1900 sus cuadros ya se exhibían por toda Europa y en Estados Unidos. Fue premiado con la Legión de Honor, pero su salud estaba muy deteriorada a causa de la artritis, aunque intentaba seguir pintando y buscando tratamiento para aliviar su dolor. Su espíritu creador seguía más ansioso que nunca, así que en 1907 se inició en la escultura. Asentado en su casa, donde lo rodeaban un huerto de olivos y naranjos, se enfrentó a distintos problemas de salud, artistas jóvenes como Henri Matisse (1869-1954) y Pablo Picasso (1881-1973) lo visitaban en su casa para aprender de él.
Los cuadros coloridos de Renoir no revelaban aquello que lo aquejaba, o tal vez, porque era consciente de ello, intentó buscar la alegría en el lienzo. Renoir falleció el 3 de diciembre de 1919 y es a través de sus obras en donde cada espectador se reúne con aquellos instantes que iluminaron la mirada del pintor.
Un grande de la literatura romántica fue Gustavo Adolfo Bécquer, quien nació un 17 de febrero de 1836 en Sevilla, España, y falleció un 22 de diciembre de 1870 en Madrid. Su vida estuvo marcada por la fugacidad, las artes y el romance.
“¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía!, ¿y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú”.
La infancia de Gustavo estuvo marcada por los cambios constantes y la ausencia de sus padres, al inicio de su niñez cambiaba constantemente de casa, posteriormente, su padre murió y quedó a cargo de su madrina Manuela Monnehay Moreno, heredera de una vivienda y una perfumería del padre de Bécquer.
En el año de 1846 asistió al Colegio Naval de San Telmo de Sevilla, con su hermano Estanislao, a partir de ese momento comenzó a sentir pasión por las letras, también conocería a uno de sus mejores amigos: Narciso Campillo, con el que probablemente logró identificarse ya que su padre también había fallecido. Iniciaron una amistad que también les permitiría comenzar a escribir algunos dramas y novelas, esto les daría reconocimiento en su escuela. En 1847 falleció la madre de Gustavo, por ello él y otro de sus hermanos, llamado Valeriano, quedarían a cargo de su tía materna María Bastida y su esposo Juan Vargas, momento clave para su inspiración literaria, ya que su tía contaba con una abundante biblioteca, en donde leyó a Homero y a William Shakespeare.
Bécquer y Valeriano se fueron a vivir con su tío Joaquín Domínguez Bécquer, un pintor que los incentivó a seguir el camino de las artes. Fue aquí donde Gustavo entró a la Escuela de Bellas Artes, en donde solo estuvo dos años y continuó sus estudios en el Colegio de San Diego, donde volvió a coincidir con los profesores Francisco Rodríguez Zapata y Francisco Zoleo, ambos poetas y estudiosos de las lenguas. En este periodo el joven Gustavo escribió el Libro de cuentas, en este se encontraban sus relatos sobre sus clases de pintura, algunos poemas y dibujos.
Antes de contar quienes hicieron suspirar a Bécquer, queremos recorrer de manera ágil su trayectoria de este conocedor del romance y la literatura.
Al terminar el Colegio Naval de San Telmo de Sevilla, Bécquer comenzó a publicar en revistas como: La Aurora, El Porvernir y en El trono de la nobleza, en el que publicaría algunos sonetos. Bécquer también realizó un álbum de caricaturas políticas, en donde también colaboró su hermano Valeriano, titulándola Los contrastes o Álbum de la revolución de julio de 1854, por un patriota.
Ya en su cambio a la ciudad de Madrid, publicó algunos libros sobre sus experiencias y anécdotas en Sevilla, algunos títulos son los siguientes: Maese Pérez el organista y La venta de los gatos. Su sentimiento al establecerse en Madrid fue escabroso pues lo describió como un lugar de miseria; a la par de este sentir, se separó de su amigo Narciso Campillo con el que compartió parte de su vida personal y sus inicios literarios.
Su extraordinario trabajo lo continuó como redactor en una revista musical y literaria, también elaboró una recopilación de todos los templos de España a la Reina Isabel II y a su esposo Francisco de Asís, además, publicó en varios diarios y periódicos de España y también escribió obras de teatro.
Una tarde Gustavo pasaba por la calle de la Justa cuando vio a dos jóvenes en su balcón, quedando prendado de una de ellas, Julia Espín; días siguientes continuó pasando por la calle para poder verla, uno de sus amigos la conocía y se ofreció a presentársela, pero él no quiso, se cree que mantuvieron algún tipo de relación, pero no correspondida por parte de Julia, a pesar de que Bécquer se enamoró de la joven.
“La poesía es el sentimiento y el sentimiento es la mujer”.
Casi un año después entre 1859 y 1860 se enamoró apasionadamente de Elisa Guillen, una joven de Valladolid, de la cual no se sabe mucho, pero terminó abandonándolo. Casta Esteban Navarro y Bécquer mantuvieron una relación, y al poco tiempo decidió pedir su mano y casarse con ella en 1861, juntos tuvieron tres hijos. Ocho años después se separarían debido a que en la localidad Noviercas, Casta Esteban tuvo un novio, con el cual, al llegar de nuevo a este sitio, mantendrían algunas miradas que pondrían celoso a Bécquer provocando que tuvieran discusiones acerca del tema que darían paso a la separación de la pareja. Para finales de 1869 mantuvo una relación con Alejandra, una mujer que residía en Toledo.
Valeriano y Gustavo mantuvieron una relación estrecha como hermanos y como compañeros de creaciones. Al morir Valeriano, Gustavo sufrió una terrible depresión que lo haría mantener una breve relación con Casta, hasta el punto de mudarse de nuevo con su familia y al poco tiempo Bécquer no resistió la tristeza y en conjunto con una terrible ola de frío partió de una manera apacible, el diagnóstico fue un infarto de hígado complicado y fiebre.
En 1871, con la finalidad de dar a conocer sus obras y ayudar económicamente a su familia, el pintor José Casado del Alisal organizó una reunión en donde se publicarían y editarían algunos de los textos y libros de Bécquer. Tal vez los matices de vida de este escritor lo harían profundizar en tan bellas letras o simplemente su personalidad romántica lo haría expresarse.
El monstruo de colores no sebe qué le pasa. Se ha hecho un lío con las emociones y ahora toca deshacer el embrollo. ¿Será capaz de poner en orden la alegría, la tristeza, la rabia, el miedo y la calma?
Autora: Anna Llenas
Editorial: Flamboyant
Año: 2017
Precio: $288.75
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Presenta: Xarop Teatre
Fecha y horario: Domingo, 19 de febrero de 2023. De 12:00 a 13:00 h.
Costo: Entrada libre.
¿En dónde? Centro Cultural de España en México. Pasaje cultural Guatemala 18 - Donceles 97, Colonia Centro, CDMX, México.
Narración oral con Kevin Galeana: espectáculo de narración oral, música y juegos corporales que toma la lírica tradicional y popular para cantar, contar y jugar como acto de identidad y libertad para las infancias.
Fecha y horario: Domingo, 26 de febrero de 2023, 13:30 h.
Costo: Entrada libre.
¿En dónde? Plaza de las artes. Av. Río Churubusco 79, Country Club Churubusco, Coyoacán, 04210 Ciudad de México, CDMX