Por: Rebeca Avila

Mecano, una historia épica del pop en español

Si hubiera un nombre para la mezcla de synth pop y new romantic de los ochenta, el rock sinfónico, baladas y hasta flamenco y tango, en un solo concepto, ese sería Mecano; por mucho, el grupo más importante de pop en español del siglo pasado (y probablemente de éste también). De un trío de adolescentes españoles de familia acomodada que hacían canciones sobre la banalidad juvenil y con claras influencias de sonidos anglosajones que sonaban en las radios y discotecas como I Ran de A Flock Of Seagulls o Gold de Spandau Ballet, que nunca lograron congeniar ni formar parte de la llamada movida madrileña (tampoco es que les importara serlo), pasaron a ser el grupo más propositivo, masivo y revolucionario de toda una década, estando activos de 1982 a 1998, con una no breve pausa de 6 años en 1992.

La historia de su surgimiento no tiene nada en particular: chicos en los que casi nadie creía, tachados de jovencitos engreídos que hacían gala de su posición social en lugar de hablar de cosas importantes, insistieron hasta machacar y cerraron la boca de aquellos que los vieron como algo sin futuro. Esos chicos eran en un inicio un par de hermanos curiosos, ambiciosos y multiinstrumentistas, Nacho y José María Cano; el primero era un loco por el uso de sintetizadores y teclados, muy a la británica, que con sus ideas frescas y lenguaje sencillo logró hacer los éxitos más dinámicos del grupo, y uno que otro afuera, como el No controles reversionado del pop al rock. El segundo, un cantautor con esos aires de poeta incomprendido, sobrado en lenguaje literario, que dio a su grupo y otros artistas dentro y fuera de su país, algunas de las composiciones líricas más populares.

Pero a estos dos les faltaba un tercer mosquetero, Ana Torroja, quien al inicio sólo figuraba como corista para ayudar a sus amigos, se convirtió, gracias a la sugerencia de un cazatalentos, en la vocalista del grupo. Una mujer al frente de un grupo resultó difícil de creer y poco alentador, pero la voz suave y melódica de Ana, su carisma y presencia en el escenario “a pesar” de ser de complexión menuda y baja estatura y más bien de personalidad introvertida, la convertían en una show woman arriba del escenario, volviéndose también un referente de moda entre la juventud por su estética y estilo fuera de lo común, como esos bodysuit de cuero, o esos vestidos rosas con olanes, o su icónico pelo corto a la garçon.

El reto de Ana fue, además de estar al frente y ser la voz de un grupo en el que las mentes maestras eran dos hombres con egos enormes, cantar temas desde una postura masculina y no femenina, y hacerlos suyos. Además, resultó una revolución no sólo por su estética, sino al volverse, junto a sus compañeros, de gran importancia para la comunidad LGBT. A propósito del cumpleaños número 62 de Ana Torroja, el 28 de diciembre, dedicamos este Pantalla sonora a recordar porqué la música de estos contadores de historias sin precedentes resulta tan vigente aun hoy en día y cómo resultó la evolución de su composición melódica y lirica.



Quien ha dejado atrás su edad dorada (o sigue en ella), donde la noche y la fiesta eran una experiencia de cada fin de semana, ha dicho alguna vez “Hoy no me puedo levantar”. El título del primer sencillo por el que Mecano firmó un contrato habla ni más ni menos de una mañana de resaca, de esas en las que “Me duelen las piernas, me duelen los brazos/ Me duelen los ojos, me duelen las manos/ Hoy no me puedo concentrar/ Tengo la cabeza para reventar/ Es la resaca del champán/ Burbujas que suben y después se van”. Con ese característico rasgueo de guitara inicial, el trío fue amado y odiado por lo mismo: por hablar de una experiencia tan simple y cotidiana. Pero junto a otros temas como Me colé en una fiesta, Maquillaje (acogido por la comunidad gay) y Perdido en mi habitación (que hablada del hastío y sinsentido de estar drogado), todos de Nacho Cano, consiguieron despegar, gracias a sus letras pegadizas.



Considerado cuando se lanzó como un tema sin futuro y uno de los grandes aportes de José María está Aire, una canción llena de metáforas y difícil de entender. Había algunos que, con risas, pensaban que iba sobre una flatulencia “Noté que por el ombligo me empezaba a desinflar/ Que mi cuerpo se arrugaba/ Como un papel vegetal/ E iba pasando, qué curioso/ Al estado gaseoso/ Y tras la metamorfosis/ Me sentí mucho mejor/ Era un aire gris oscuro y con bastante polución”; otros decían que tenía que ver con los cambios que sufre un joven basados en la Metamorfosis de Kafka; pero la historia oficial es que habla del fastidio existencial, del consumo de drogas y de la insatisfacción sexual, de lo insípida que resulta la vida para alguien y de la decisión de ponerle fin, del suicidio: “Y lo siento por mi novia/ Y el cristal que me cargué/ Me escapé por la ventana y en picado me lancé/ Pero tuve mala suerte/ Y cuando iba a remontar/ Me volví otra vez humano/ No faltéis al funeral”. Así, Aire es, junto al contraste de Hawaii-Bombay (aquella melodía ensoñadora con maracas incluidas), la estrella de Ya viene el sol (1984).



El éxito imparable llegó en 1986 con Entre el cielo y el suelo, un disco que vendió sólo en España más de 1 millón de copias. En él figuran y brillan los temas de José María Cano como Cruz de Navajas, con ayuda del otro referente de la lírica compleja, Joaquín Sabina. La canción con tintes de blues (saxofón incluido) habla de un enfrentamiento entre dos hombres, a causa de la infidelidad de una mujer que para su marido parece estar en segundo plano. La letra ha regalado algunos de los versos más incomprendidos del pop “Magdalenas del sexo convexo”. También están la rompedora Me cuesta tanto olvidarte y la extrañísima a la vez que exitosísima Hijo de la luna, una pieza más bien literaria líricamente, basada en el folclore gitano, y casi sinfónica musicalmente, que en el disco se incluyó con dos versiones, en español y en italiano.



La gloria se alcanzó con Descanso dominical, el disco más vendido en la historia de la industria musical española y por razones obvias. Aquí caben los éxitos La fuerza del destino, basada en una relación sentimental de Nacho y cuyo video protagoniza una adolescente Penélope Cruz de 14 años; Un año más, la canción más buscada en español el 31 de diciembre; y la agitadora Mujer contra Mujer, adelantada a su tiempo al hablar, en pleno 1988, de algo que ahora es de lo más normal, el amor homosexual, regalando así una de las estrofas más liberadoras “Y lo que opinen los demás está de más/¿Quién detiene palomas al vuelo?/Volando a ras de suelo/Mujer contra mujer”, lo que derivó en versiones en otros idiomas, como el de Francia, donde permaneció durante varias semanas en el primer puesto de popularidad. Al lado de estos temas sentimentales, están también otros llenos de sátira y ritmos nuevos (que mostraron, al igual que el resto de los temas, una madurez compositiva), como El blues del esclavo que, incorporando el tango, plantea una revuelta de esclavos negros (o quizá de trabajadores del siglo XXI): “A ver si ahora con la guerra de secesión/ Se admite nuestro sindicato del algodón/ Que a saber/ Quiere obtener/ Descanso dominical, un salario normal/ Dos pagas, mes de vacaciones/ Y una pensión tras la jubilación/ Que se nos trate/ Con dignidad/ Como a semejantes/ Emigrantes/ Que se terminen/ Las pasadas/ Las palizas del patrono/ Y el derecho de pernada”.



Antes de su pausa de seis años, lanzaron Aidalai en 1991, con el cual realizaron una extensa y densa gira por Europa y Latinoamérica, como aquel mítico concierto en el Zénith Paris, un estadio con capacidad para más de 6 mil personas, con lleno total. Aquí se habló por primera vez de un tema tan popular como preocupante, la epidemia de SIDA de los 80 y 90, con El fallo positivo, la cual resultó una suerte de aliento para que las personas sexualmente activas comenzaran a adquirir responsabilidad y sensibilidad respecto a esta enfermedad que cobró millones de vidas, y comenzar a usar preservativo y realizarse pruebas regulares de VIH: “Pesando en la balanza del amor/ La ciencia y la conciencia/ Fue tu condena un nudo de dolor/ Estúpida sentencia”. También se hicieron presentes temas llamativos como Naturaleza muerta, que cuenta una historia épica acerca del enamoramiento del mar por una mujer de carne y hueso que, corrompido por los celos, ahoga a su amante; también con aires poéticos está Una rosa es una rosa, retomado del aforismo de Gertrud Stein, y con una mezcla de flamenco. No menos importante fue el 7 de septiembre, alusiva a una relación romántica terminada de Nacho Cano.



Muchos años han pasado ya desde que terminó aquella gran aventura de Mecano. Cientos de versiones se han hecho de sus temas durante estos años de ausencia y en distintas lenguas; sus integrantes han hecho cada quien lo suyo: Nacho ha hecho carrera en solitario y hasta compuso el tema de la boda real del rey Felipe VI; José María ha seguido haciendo gala de su insaciable imaginación y creatividad componiendo para otros artistas, haciéndola de pintor reconocido e incluso creando una ópera titulada Luna; y Ana ha llegado a consolidarse como solista y realizado más de 100 duetos con diversos artistas, pero lo cierto es que Mecano ha perdurado y la historia musical de unos “chavales”, como se les dice en España, que buscando entre las tendencias británicas innovaron en su país y terminaron encontrado un sello propio, sigue tan vigente tres décadas después.