Chilango en vías de extensión -como él mismo se autodenominaba-. Trovador por convicción -cantar y componer fueron una necesidad y un llamado desde la niñez-. Actor por elección -aunque se conoce más por ser cantautor que por actor, participó en 15 filmes y estudió actuación en Bellas Artes-. Reivindicador de la canción tradicional mexicana -el rescate de música antiquísima llevada a sus materiales discográficos y escenarios lo volvieron un entusiasta de la investigación y el redescubrimiento musical digno de pesquisas académicas-. Izquierdista apartidista por deber, siempre cuestionó al sistema que, estuviese en manos de quien estuviese, estaba lejos de encaminarse apartado de la corrupción -para él el cáncer más profundo de su bello México-. Contestatario a través de su música llamada de protesta -donde dio voz a causas que hoy siguen más vivas que nunca-. Y poeta en construcción -escribir poesía fue una inquietud que no llegó a materializar-.
Pese a ser considerado el máximo representante mexicano de la llamada Nueva Canción Latinoamericana, el mismo Óscar Chávez consideraba que tanto sus reinterpretaciones como la canción política, que abarcó gran parte de su discografía, no era nada nuevo en aquellas aparentemente lejanas décadas de la segunda mitad siglo XX. Él, incansable descubridor de tesoros musicales antiguos -la protesta a través de la música es una actividad que existe desde que existe la palabra misma- rebuscó la manera de evidenciar las injusticias y absurdos de la sociedad mediante la sátira y la música. En un mundo donde la protesta sigue siendo incómoda para quienes no entienden de luchas, por más que se proclamen a favor de manifestarse, pero bajo ciertos parámetros - “esos no son modos”-, es prudente recordar a un hombre que utilizó la canción como protesta y que tristemente cerró sus ojos sabiendo que la vigencia de sus palabras en pro de la justicia está lejos de volverse sólo un recuerdo.
Óscar Chávez nació un 20 de marzo de 1935, y hace poco menos de un año México vio partir a su caifán mayor. En esta Pantalla sonora haremos un breve, aunque trillado, recuento de algunas de sus canciones más icónicas acompañadas de algunas singularidades que quizá no conocías.
“Se vende mi país la compuse hace 10 años; por desgracia, es vigente”, decía Óscar Chávez en una entrevista para el periódico La Jornada, en el 2013. Ocho años después esa vigencia continúa enraizada en lo más profundo del sistema. Incluido en Parodias neoliberales, el título de este tema fue también el nombre del concierto que ofreció en 2013 en el Auditorio Nacional, justo cuando el proyecto de reforma energética estaba sobre la mesa. Los proyectos carentes de sentido permean y el país de Chávez – el de todos nosotros- se sigue vendiendo por un… “puñado de dinero”.
Popular pieza en el repertorio de Chávez, que tuvo gran aceptación cuando se estrenó en el álbum homónimo en aquel lejano 1969 entre los adeptos a las sustancias recreativas y que le valió varios momentos de censura -anécdota del propio Chávez, la censura misma del material incremento sus ventas-; pese al título bastante descriptivo, Mariguana no hace una alusión azarosa al cannabis; en realidad esta reinterpretación del cantante es una vieja canción del siglo XIX dedicada al expresidente López de Santana, que se ha presumido era un fiel consumidor y estuvo en contra de su prohibición.
“¿Qué de dónde amigo vengo? De una casita que tengo por allá en El Pedregal. De una casita chiquita, con jardines, alberquita y calefacción central”, la sátira del descaro de la corrupción política, pese a que tiene su historia desde los años 70, parece un tema atemporal. Poema -del potosino Manuel José Othón- musicalizado –por Felipe Llera- el Señor Caifán osó ponerle algo de su cosecha en aquellos reprensorios años 70 -primero para su espectáculo de cabaret, luego para incluirlo en algún material discográfico- como una parodia que, se dice, hacía alusión al enriquecimiento ilícito del Negro Durazo. Décadas varias después, La casita puede ser la de cualquier político que se ríe en la cara del pueblo, que vive en la impunidad, muy a pesar de que se use en las mañaneras como banderazo para el final imaginario de la corrupción.
Aunque para Óscar Chávez era de gran importancia la difusión de la música tradicional mexicana -que encabeza gran parte de su discografía-, el gusto de cantar composiciones propias -de saberlas queridas, apreciadas y reconocidas- era invaluable: la expresión de su rostro y en su voz al mencionarlo en varias entrevistas lo denotaba. Por ti es quizá su canción más famosa y, fue de hecho, con la que se dio a conocer en gran medida con el llamado público de masas. Además de ser incluida en la cinta La Generala, protagonizada por María Félix, fue un boleto de entrada a espacios en los que no lograba entrar con su canción política -situación que jamás le quitó el aliento, su labor de músico independiente puede presumirse de intachable hasta el día de su muerte- junto con nuevas versiones de boleros y música tropical. En esta cinta, interpreta a un cantante ciego que, a lo largo de la historia, ejecuta varias piezas como Nunca jamás, Tú te irás, Mundo triste y, por supuesto, El infierno es amor, conocida más tarde como Por ti.
A pesar de tener composiciones propias extraordinarias, Óscar Chávez tuvo a bien incluir en uno de sus discos una composición de Daniel Camino Diez Canseco, autor peruano que transmutó la reconocida obra de Gabriel García Márquez, -quizá la novela más importante en lengua castellana del siglo XX- Cien años de soledad (1967), a una -ahora- icónica pieza musical latinoamericana. Macondo, título de la canción que toma el nombre del pueblo ficticio donde sucede la historia del Nobel de literatura, vierte elementos característicos e importantísimos de la novela, como los nombres de los personajes principales. Para Óscar Chávez era una canción que el público no se cansaba de escucharle -de pedirle en el repertorio- desde que la versionó en 1972 con arreglos de guitarra de Chamín Correa para su disco Enjaulado: Óscar Chávez canta América Latina; para García Márquez se dice que era de sus interpretaciones favoritas; y para el auditorio un concierto de Chávez sin Macondo nunca estuvo completo.
“Ahora me escuchan los nietos de los de mi generación”, la trascendencia e importancia de su figura como rebelde de la canción le ha llevado a congeniar con otras generaciones y le ha concedido un lugar en espacios nuevos o aparentemente ajenos a él, como ocurrió en el Vive Latino 2019, donde pese a sus dudas sobre el recibimiento que tendría, la sorpresa fue que la edad del público sigue sin ser un limitante para él -aún después de abandonar este mundo el 20 de abril de 2020-.