No existen mujeres ensayistas en México. Eso parecen decirnos las antologías más famosas, numerosas y extensas, que habían recopilado desde el siglo pasado a autores de “el centauro de los géneros”, como llamó alguna vez Alfonso Reyes al ensayo. Compilaciones canónicas como El ensayo mexicano moderno (1958) de José Luis Martínez, y de John Skirius El ensayo hispanoamericano del siglo xx (1981), sentaron por décadas las bases de esa conjetura corrosiva de que el género ensayístico es “masculino” por excelencia, al omitir por completo el trabajo de escritoras.
Las ensayistas mexicanas han tenido que demostrar su capacidad de discutir, de analizar y de ensayar ideas, romper el estereotipo que las ha señalado tanto tiempo como cuenteras, con la facilidad para armar historias pero no para realizar las profundas reflexiones de su tiempo.
Y aunque más adelante se comenzó a reconocer el talento de ensayistas latinoamericanas, los únicos nombres que se mencionaban, casi como lugares comunes y obligados, eran la chilena Gabriela Mistral y las mexicanas Elena Poniatowska y Rosario Castellanos. Pero, a pesar de la enorme cantidad de testimonios que prefieren no observar el pulso real de las letras mexicanas, ahora también contamos con algunos trabajos más acordes con la realidad creativa, plena de nuestras notables escritoras, en una época en que el ensayo tiene más exponentes del sexo femenino que nunca.
En este Librero mencionamos a tres autoras, apenas un puñado de este expansivo universo de mujeres cuyas palabras poseen una relevancia innegable en nuestro contexto actual y que continúan destacando por su habilidad para crear en uno de los géneros literarios más flexibles y generosos, pero más sesgados por la autoridad crítica, históricamente masculina, que las había excluido por tanto tiempo.
Clarice Lispector decía que no era inteligente, ni sensible, que no leía mucho ni era una intelectual; Elena Garro fue consumida por sus fantasmas ficticios y reales; Anaïs Nin abortó para no condenar el genio de Henry Miller; y Amy Winehouse, no pudo con ella misma y se convirtió en su propia antiheroína. Todas estas mujeres creadoras, apasionadas, vivieron el caos, el arte y ahora pueblan el libro de ensayos Raras. Ensayos sobre el amor, lo femenino, la voluntad creadora (2019), que traza un mapa imaginario de 25 mujeres rebeldes que trabajaron en favor de la creación, conscientes de su tiempo y de su obra, que nacieron en el seno de la incomodidad y la inconformidad con el mundo que las envolvió.
Su autora, Brenda Ríos (Guerrero, 1975), se ha referido al ensayo como “un elefante en un tobogán”, porque de pronto le parece un monstruo que debe caber en un espacio muy reducido, que es un género de ideas, de argumentación, pero también puede ser un género muy juguetón, muy irónico. Esta es una idea que ha llevado a esta Maestra en Letras Latinoamericanas por la UNAM a hacer de sus ensayos un espacio de goce tanto como de reflexión.
Los insectos, el acto gozoso de rascarse la cabeza o de leer en la cama, una escalera laberíntica en un edificio de ladrillos púrpura, las albercas y el zapping, todo esto cabe en las páginas de la primera colección de ensayos que publicó Vivian Abenshushan (Ciudad de México, 1972), Una habitación desordenada (2007), y que le sirven de pretexto para armar una reflexión fragmentada y llena de humor y escepticismo, en cada uno de los 14 ensayos escritos con una prosa reconocida por radical y versátil.
Egresada de la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Abenshushan, además de ensayista y narradora, ha dedicado buena parte de su carrera a la investigación, en particular a los movimientos de la vanguardia y posvanguardia. Como ensayista, desde ese primer libro se ha caracterizado por crear recorridos fascinantes que invitan a quien la lee a reflexionar en torno a las cosas que normalmente no nos detenemos a analizar.
¿Cuál es el lugar de la pornografía en un mundo sin veladuras? ¿Qué sucede con la subjetividad de las personas frente al retrato desnudo del yo? Hoy más que nunca estamos saturados y amenazados por la imagen; si la fotografía en algún punto fue para la posteridad, en nuestros días es una “identidad superpixel”, porque toda imagen envejece excesivamente rápido cuando vivimos a la velocidad de un clic y porque todo debe ser visto. Bajo estas premisas, una de las voces más jóvenes y destacadas del género, Yunuen Díaz (Ciudad de México, 1982), armó el ensayo sobre fotografía que le ganó el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2015, Todo retrato es pornográfico.
Con un enfoque socio-antropológico muy a tono con la relevancia que cobra el retrato en la cotidianidad postmoderna, Díaz destaca que hoy cualquier persona con un dispositivo en sus manos hace fotografía, retrata lo más íntimo, ¿cuál es entonces el camino que queda para el artista? se pregunta la autora en este ensayo, la respuesta que se despliega a lo largo de su trabajo y explora que quizá es la sexualidad y la psique del individuo contra la moral lo que despierta el interés en la estética contemporánea forjada tras el lente.