Un año difícil y sin precedentes, sin duda; antes que pensar lo lejanos que nos pueden parecer unos completos extraños, bien podríamos pensar que todos podemos compartir sentimientos, sensaciones, experiencias, triunfos y pesares. Las personas que hacemos Gaceta 22, somos seres humanos como tú y quizá en estas confesiones reflexivas de fin de año 2020, te encuentres identificado. Las distancias nos separan, pero el sentimiento es uno mismo.
“La soledad siempre había sido una situación que parecía lejana y francamente aterradora. Durante los primeros meses de contingencia, debido a una mudanza precipitada, tuve que enfrentarme a ella. Con mi familia lejos, sin poder reunirme con amigos o compañeros del trabajo, no había más escape, había que convivir única y constantemente conmigo misma. Ante el privilegio de poder trabajar desde casa y la certeza de que mis seres queridos se encontraban sanos y salvos, la soledad parecería el menor y más egoísta de los problemas, sin embargo, ahora reconozco que ningún amor, ningún cuidado o buen sentimiento puede darse a otros sino se es capaz de proveerse a una misma. Quizá la soledad ya no me representa un miedo sino un territorio de posibilidades y pruebas diarias, que me sorprenden y me construyen cada día un poco más, incluso en medio de tiempos tan inciertos”.
Mariana Casasola, redactora
“Con el arribo de la pandemia hubo quien auguraba el final del capitalismo, pero en estos distópicos tiempos los golpes más duros los ha asestado el neoliberalismo: sistemas públicos de salud desbordados, las personas que no tienen acceso a la salud y en general a una vida digna; las inequidades e iniquidades que se han hecho manifiestas no las trajo el virus, ya estaban ahí, de hecho, parece que esta locura pandémica no es sino resultado del voraz sistema en el que vivimos. Las crisis por las que ya atravesábamos: nuestros estados fallidos y la violencia sistemática, y las que aún aguardan su turno: el cambio climático y la crisis ambiental, parecen quedar eclipsadas por el negacionismo, la indiferencia, la intolerancia, el odio, la estupidez y todas las otras formas de nuestra vileza. Este 2020 está por terminar y quizá sobrevivamos los años próximos hasta que hayamos sido todos vacunados, pero ¿qué podemos esperar de nuestra ruindad?, ¿cómo afrontaremos o nos haremos cargo de lo que viene? Nuestros cuerpos son vulnerables y nuestras vidas precarias, los matices entre los que más y los que menos están impuestos por la sociedad, pero el hecho es que estamos todos en las manos de todos, como bien lo ha hecho ver el virus, y como también se puede constatar, lo que prima es el egoísmo… Estamos todos en las manos de todos y es abrumador que de cara a esto se añore volver sin más a la normalidad o arribar a lo que sea la “nueva normalidad”, como si hubiera futuro posible sin mirar el rostro del otro, sin reconocerse en el otro, sin responder ante el otro, sin pensar en común”.
Arody Rangel, redactora
“El primer texto que escribí para la Gaceta fue sobre la exposición de Da Vinci y, debido a que la sección que se me había asignado para mis siguientes escritos era Para dar la vuelta, al momento en que inició la pandemia tuvo que dársele un giro porque ya no podíamos salir a recorrer los rincones de la ciudad, sus exposiciones y ferias anteriormente planeadas; pero el buscar alternativas para el entretenimiento de todos desde el encierro fue una experiencia enriquecedora. La investigación no cesó, ni mucho menos tener la oportunidad de explorar más lugares desde la comodidad de nuestros hogares, de igual manera sentía que era transportada a esos sitios y personas sobre las que escribía; a pesar de ser una vivencia distinta porque no me encontraba como tal de cuerpo presente, me permitió aventurarme y cultivarme con todo lo que nos rodea”.
Alessy Castañeda, redactora
“’El coronavirus llegó para quedarse’, eso decían algunos cuando la pandemia comenzaba a tomar forma (forma de monstruo). Yo al comienzo no entendía la magnitud de esas palabras, incluso pensaba que estar un tiempo encerrado en casa no debía de ser tan malo, sin embargo, dejando de lado el malestar que deja saber que diariamente mueren miles de personas, lo que más me consterna, es el cambio que trajo la COVID-19. El virus se podrá ir, podrá haber una vacuna, pero el mundo ya no será el mismo, la nueva normalidad resultó ser la peor posible, más aún porque hemos demostrado que no estamos listos para nada. Estamos juntos en este mundo, en esta tragedia, y quizá ese es el mayor problema, la conciencia de unos pocos resultó no ser suficiente. Por ahora sólo nos queda tratar de ser positivos porque creo que es tiempo de serlo y esperar que como humanidad aprendamos algo, aunque sea a ya no comer sopa de murciélago”.
Roberto Dorante, redactor
“Hasta los primeros meses de este año la velocidad y la forma en que transcurría nuestra vida era incuestionable. Ahora, a menos de dos semanas para que concluya el 2020, aquellas imágenes lucen como recuerdos de generaciones anteriores; dan cuenta de una vida que, sin saber cómo, ya no es la misma. Pero tomémoslo con la mayor tranquilidad posible: ¿acaso no ha sido siempre así? El fugaz trayecto de la existencia provoca, irremediablemente, heridas físicas y emocionales; sin embargo, gracias a ellas conservamos un recordatorio de que el pasado existió, son el vestigio y el testimonio de aquello que fue, en su momento, completo y suficiente; además, como sugiere Bonifaz Nuño, ‘te lo habrán dicho ya: que nadie muere de ausencia, que se olvida, que un lamento se repara con otro’”.
Geovanny Villegas, redactor
“Durante los últimos 10 meses, más o menos, nos hemos enfrentado a situaciones que sólo creí ver en el cine o la televisión, las cuales, siendo sincero, aún no termino de asimilar. Sin embargo, pienso que han sucedido algunos eventos afortunados, aun en medio de la hecatombe en la que estamos inmersos. El más valioso, a nivel personal, es el aprendizaje acerca de nuestra propia vulnerabilidad y, por ende, el del valor de cada cariño, cada abrazo y cada persona, pues en medio del vértigo del día a día, dábamos por sentadas muchas cosas a las que hoy echamos de menos”.
Daniel Osorio, gestor de redes sociales
“Para aquellos que somos ermitaños, quedarnos en casa sin poner pretextos para no salir al momento de recibir invitaciones; evitar el tan odiado gentío para llegar al trabajo y el regreso a casa; el ahorro de tiempo en traslados; y poder trabajar desde la comodidad de tu sillón parecía EL sueño. Incluso a estas alturas, después de 9 meses, las ganas por volver a la caótica vida cotidiana (la antigua), no aparecen por ningún lado para muchos. Sin embargo, este aparente sueño perfecto ha tenido sus agujeros negros: la falta de contacto físico con otros, la absorción laboral, compartir un mismo espacio físico 24/7 con tus cohabitantes, entre varias otras cosas, dieron como resultado un sofoque mental y emocional, algunos llegando a la línea de la salud mental (incluso transgrediéndola). La ansiedad y la depresión están al asecho, esperando el mínimo flaqueo. Haciendo uso de mi limitada resiliencia, los meses oscuros me enseñaron la importancia de cuidar mis hábitos alimenticios (las papas fritas, el refresco de cola y un cóctel, están bien sólo como premio); y, lo que nunca creí, a apreciar el auténtico valor de la compañía de una mascota; los ronroneos son medicina alternativa”.
Rebeca Avila, redactora
Las primeras semanas me inventé involuntariamente todos los síntomas que escuchaba. Con el pasar de los días corroboré lo que ya sabía: no hay peor miedo que el que uno se inventa. No es obligación salir metamorfoseados de esto, tampoco lo es aprender 3 idiomas ni pasar noches enteras planeando nuestro futuro “cuando esto se acabe”, pero sí debería ser necesaria cuando menos la reflexión del rumbo que hemos tomado para llegar hasta aquí. Todos estamos juntos en esto y, por tanto, ¿por qué no asumir nuestro papel en este viaje para avanzar -cuidándonos mutuamente- hacia lo que venga? Claro que con precaución y medidas necesarias, pero sin miedo y con más fuerza que antes. Les deseo a ustedes y a mí que estemos un poco más listos para el mundo.
Gabriela Flores, gestora de redes sociales