Que no se nace mujer, sino que se llega a serlo, he ahí una de las proposiciones más revolucionarias de todos los tiempos. Es una de las puntas de lanza del ensayo El segundo sexo, publicado en 1949 por la filósofa y escritora francesa Simone de Beauvoir. Este ensayo parte de la sospecha y establece la certeza de que ser mujer, la femineidad, son construcciones meramente históricas y sociales, es decir, arbitrarias, y que no han tenido otro propósito que subyugar uno de los géneros al otro, instalar la desigualdad y legitimarla. Se trata de la obra que el feminismo, valga decir, que los feminismos reconocen como fundacional y es sin duda una de las más trascendentes de la historia y el pensamiento contemporáneos.
Simone de Beauvoir es pues una autora esencial. Para recordarla a 112 años de su nacimiento ‒9 de enero de 1908‒ en esta ocasión revisamos tres de sus obras literarias que bien pueden servir de introducción a la escritora del potente y trasgresor ensayo citado. En su literatura se amalgaman aquellos rasgos decisivos de su pensamiento, tanto del feminismo como del existencialismo, con su propia biografía y es que De Beauvoir fue una filósofa cabal, congruente: vivía como pensaba, vivía lo que pensaba.
Esta es la primera novela de la filósofa francesa, su debut literario. La historia trata sobre un triángulo amoroso formado por Françoise y Pierre, treintañeros, ambos escritores, bien acomodados en la escena intelectual del París de entreguerras, y Xavière, una jovencita de provincia que acaba de llegar a la capital. Aunque la relación de Françoise y Pierre siempre ha sido abierta y que tanto ella como él frecuentan a otras personas de vez en vez, la llegada de Xavière se vuelve una cosa especial, pues de algún modo la adoptan, la hacen entrar en su dinámica de pareja. La tensión en este triángulo se acentúa entre Françoise, la protagonista, y Xavière, quien de a poco adopta el rol de niña malcriada, engreída y tirana, al punto de mermar el equilibrio de la relación entre Françoise y Pierre.
En esta novela, Simone no sólo pone en entredicho la concepción tradicional de pareja y de fidelidad, sino que además del triángulo amoroso principal, retrata muchas otras formas de amar y de vivir la sexualidad: la homosexualidad en mujeres y hombres, el hermafroditismo, la poligamia o el amor filial, casi platónico. Basta una ojeada a su biografía para añadir que De Beauvoir hizo realidad la consigna del amor libre: tuvo una pareja por años, pero no se casaron ni tuvieron hijos ni vivieron juntos, cada cual tenía sus propios y propias amantes y de cuando en cuando formaban felices triángulos amorosos.
Considerada una novela documental y autobiográfica, Los mandarines narra los tiempos de posguerra de una Francia que libre de la ocupación tenía en sus intelectuales a los depositarios de los ideales y la moral que habrían de instalarse luego de la pesadilla bélica. Esta misión, abrazada por los otrora activistas y miembros de la resistencia apenas llegó a buen puerto, pues la amenaza de una nueva guerra y las efervescencias sociales de esa nueva época llevaron a cada cual hacia otros derroteros.
Los intelectuales que protagonizan esta novela son Henry Perron y Anne y Robert Dubreuilh, que presuntamente son los alter ego de Albert Camus, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre respectivamente. Aspectos de las vidas de estos personajes, como el matrimonio o las relaciones abiertas, se enlazan con aspectos de sus pensamientos, el feminismo, el existencialismo o el absurdismo, para dar cuenta de aquella convicción mutua de entender la vida como un proyecto individual marcado por la libertad y la responsabilidad, así como la militancia política y social.
La mujer rota es una compilación de tres relatos que toma como nombre el título del tercero de ellos. Las tres narraciones son protagonizadas por mujeres más o menos maduras, pero todas desgraciadas. ¿La razón? Vivir encasilladas en los estereotipos sociales y no encontrar en ellos la felicidad o la plenitud o la tranquilidad, muy al contrario, están frustradas, llenas de cólera y resentimientos, de culpas y lamentos.
La protagonista del primer relato de esta compilación, La edad de la discreción, es una profesional jubilada que vive una crisis por su edad y por la ruptura con su hijo, quien de a poco va abandonando las convicciones e ideales que ella le inculcó; y también está su matrimonio que entra en su fase menguante. Todas estas situaciones la desestabilizan y le impiden reconocerse, y dentro suyo germinan la frustración y la desazón. Por su parte, la mujer del Monólogo, el segundo relato, tiene poco más de cuarenta años, vive sola, estuvo casada en dos ocasiones, tuvo dos hijos pero una se suicidó, creció subordinada a su hermano en un hogar violento y en su corazón se apañan la ira, el remordimiento y la desolación; esta mujer no comprende lo que ha sido de su vida y no encuentra a su alrededor ningún semejante, en su soledad la rabia con que grita también la ahoga, la extingue.
La mujer rota, el último de estos tres relatos, está conformado por las páginas del diario de una mujer “impecable”, excelente esposa, madre y ama de casa, que no obstante padece la infidelidad de su marido; como tantas, esta mujer entenderá el hecho como la consecuencia de algo que no ha hecho bien y buscará remediar su error para así reconquistar a su marido. Separadas casi dos décadas de la publicación de El segundo sexo, estas historias retratan la condición social ‒a la que entonces y aún ahora‒ están relegadas las mujeres y los estragos que causa en su identidad y autoestima el hecho de no ser nadie al margen de la mirada de los otros ‒los padres, los hijos, los esposos‒.