Por: Mariana Casasola

Roger Waters, golpeando el lado oscuro de la Tierra

Si nos preguntamos cuál es la naturaleza de Roger Waters (Reino Unido, 1943), tendríamos que contestar que es, básicamente, incomodar. Sus letras, a menudo plagadas de melancolía, están normalmente dirigidas a ser cínicas críticas sociales, con una visión siempre pesimista de la sociedad moderna. Y no es para menos. Cuando Waters apenas tenía un año perdió a su padre en la Segunda Guerra Mundial y creció con una madre muy estricta y exigente. La sensación de un mundo aplastante, injusto, podrido y desigual sigue latiendo en cada una de sus creaciones.

De adolescente descubrió el blues y la música folk estadounidense, canciones con ritmos electrizantes y letras de crítica social. Inspirado por aquella mezcla de protesta y música, aprendió a tocar la guitarra él solo. Para 1965, fundó el grupo Sigma 6 con sus amigos Nick Mason en la batería y Rick Wright en el teclado, más tarde Syd Barrett como cantante. La banda pronto pasó a llamarse Pink Floyd. Y el resto es una historia reescrita por esta banda que definió el rock progresivo como un género de composiciones extensas, experimentación sonora, letras filosóficas y elaborados shows en vivo.

Pink Floyd siguió transformándose, ganando y perdiendo miembros tan geniales como Syd Barrett, David Gilmour y el mismo Waters en el 85. Lo que nunca cambió con su carrera separada de la banda fue el espíritu político y contestatario de Roger Waters que también como solista ha librado guerras sin parar contra el abuso de poder o la vigilancia de los gobiernos. A través de sus composiciones y como la enorme figura pública que es, ha emprendido abiertamente campañas de repudio en contra del gobierno israelí, Donald Trump o el director ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg. Y parece que con los años se vuelve cada vez más político, no se cansa de enfrentar a los medios de comunicación o de señalar las crecientes limitaciones económicas y la desinformación.

Pero incluso si sus actividades políticas se polarizan fuertemente y sus producciones en solitario, aunque notables, no pueden compararse en el éxito que consiguió primero con Pink Floyd, la conclusión es que éste es un músico siempre brillante que ha escrito la historia de la música con su trabajo. Con el motivo de su cumpleaños 78 (6 de septiembre), en este Pantalla Sonora celebramos la vocación de incomodar de Roger Waters, mencionando algunas de las composiciones más emblemáticas de su obra que sin falla revienta, trastorna, polemiza y nos llama a rebelarnos contra el autoritarismo, la guerra y el poder.


Money (1973)

Canciones escritas por Waters para Pink Floyd podríamos enlistar muchas. Esta es una mezcla poderosa de blues, rock y jazz, acompañada de una inolvidable línea de bajo, cortesía de Waters. La gran ironía de Money es que, si bien Roger Waters y Pink Floyd la escribieron como un ataque a la falsedad de que el dinero puede comprar felicidad, sigue siendo uno de los sencillos más lucrativos de la historia de la música pues contribuyó a hacer del Dark Side of the Moon uno de los álbumes más vendidos de todos los tiempos. Uno de los primeros trabajos de Pink Floyd que se aleja de los temas metafísicos más vagos para abordar problemáticas de actualidad, como los males del capitalismo y la codicia. Los versos sarcásticos de Waters casi que predijeron la generación yuppie y la disparidad de ingresos una década antes.



Shine on you crazy diamond (1975)

Esta es una buena introducción al brillante letrista en el que se convertiría Roger Waters. Musicalizada por Waters, Richard Wright y David Gilmour, esta es la canción que abre Wish You Were Here, el álbum en el que Waters dejó su desinterés por la fama de una vez por todas. De hecho a esta canción se le considera una fábula sobre las trampas de la fama que la banda dedicó a su amigo Syd Barrett, quien dejó la banda en 1968 debido al deterioro de su salud mental. El álbum en sí es un tributo a Barrett, pero esta canción en particular trae su historia a primer plano en una epopeya de nueve partes que no solo miraba el pasado de la banda, sino que ofrecía una visión de su futuro: Roger Waters al mando de canciones abrasadoras y creando paisajes musicales gigantes.



The bravery of being out of range (1992)

En su tercer álbum como solista, Amused to Death, se encuentra esta canción que contiene una crítica directa al belicismo e intervencionismo estadounidense. La primera parte transcribe parte del discurso de despedida de Ronald Reagan cuando dejó la presidencia, el anciano al que se dirige primero la letra. Waters quería evidenciar cómo Reagan todavía era venerado por muchos, a pesar de que ser un criminal de guerra que, entre sus muchos otros crímenes, apoyó a sabiendas el genocidio del pueblo maya de Guatemala cuando gobernaba Estados Unidos. La segunda parte señala la terrible operación 'Tormenta del desierto', y por lo tanto a George Bush padre, quien ordenó masacrar a todas esas tropas iraquíes desarmadas que se retiraban de Kuwait en el camino a Basora.



Watching TV (1992)

Esta canción contó con Don Henley, de The Eagles, en la voz. De hecho, todo el álbum, Amused To Death, contó con un elenco de estrellas que incluían a Eric Clapton, Jeff Beck y el legendario bajista de fusión John Patitucci. En Watching TV Waters intenta representar el movimiento juvenil chino de 1989 contra la influencia del comunismo, a través de la historia de una joven ficticia que es asesinada en la Plaza de Tiananmen en 1989, mientras hay cámaras de televisión. Lo que plantea es que un acto como este podría cambiar el mundo en lo que respecta a los derechos humanos, porque a diferencia del Holocausto, el exterminio de nativos americanos y muchos otros crímenes de lesa humanidad, este incidente sucedería en la televisión para que todo el mundo lo viera.



Picture that (2017)

Esta es una de las canciones más llamativas del cuarto álbum de estudio en solitario de Waters, Is this the life we really want? Después de 25 años desde su último disco, aquí demuestra que Waters no sólo sigue enojado, también que nunca será sutil: en esta canción, por ejemplo, analiza varios problemas políticos y sociales pintando una imagen de "un líder de mierda sin cerebro", una clara crítica contra Donald Trump. Se trata de un testimonio del hecho de que este músico británico es capaz de abordar temas tan controvertidos como las consecuencias sociales del conflicto en el Medio Oriente, la violencia por la venta indiscriminada de armas en Estados Unidos, la codicia y la corrupción entre los políticos y la élite superior.