“Con el corazón. Siempre son canciones que me gustan, se refieren a mis personajes y se infiltran de manera natural en el universo de mis películas”.
En sus personajes tan ordinarios caben al mismo tiempo la excentricidad, la locura y el dramatismo. Sus historias, aunque absurdas, nos hacen conectar con nuestros temores, vergüenzas, deseos, sueños, sufrimientos y pasiones. Con nuestro presente y pasado. Nos llena de añoranzas y nostalgia.
En su cine, se ha propuesto reivindicar el lugar de seres marginados por la sociedad, aquellos que hoy siguen marchando por sus derechos y por encontrar cabida en un mundo aparentemente no hecho para ellos. Sus protagonistas: mujeres, homosexuales y travestis, han encontrado un refugio desde el cual hacerse escuchar a través de sus historias. Porque desde “antes de que las mujeres, los homosexuales, las trans, nos hartáramos en masa del miserable lugar que teníamos en la historia, Pedro ya nos había hecho heroínas. Ya había reivindicado el derecho a reinventarnos a nosotras mismas”, dice entre lágrimas la cineasta argentina Lucrecia Martel, mientras ofrece su discurso durante la entrega del León de Oro en el Festival de Cine de Venecia.
Esta libertad de la que están concedidas sus películas —impensables antes de 1975— fue un grito por demostrar la España libre, la democrática, la libre de censura. Fue a través de cintas como Mujeres al borde de un ataque de nervios, Tacones lejanos, Kika y otras, que se disfrutaba de un filme mientras se lloraba, se reía y se cantaba —quizás en silencio— al mismo tiempo.
Su narrativa —la de sus películas— está guiada deliberadamente por las canciones que utiliza. No son música de fondo, ni insignificantes melodías que acompañan a sus protagonistas. Son producto concienzudo de la definición de sus personajes y cada canción está pensada como un rasgo de personalidad más que los conforma. Es como si Almodóvar nos entregara verdaderos filmes musicales —sin la apabullante teatralidad y la sobreactuación característica de este género cinematográfico— pero dotados de gran sensibilidad, dramatismo y profundas tramas amorosas y familiares.
En sus primeros filmes como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, la misma temática punk y pop que se abarca visualmente, también se acompaña por música de esos géneros como mero contexto de la época (1980), donde la escena underground está presente en todo: la clandestinidad de esta ópera prima y la vida nocturna madrileña. Fue a partir de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) que la música se volvió parte del guion en donde el bolero específicamente cobra un gran significado; es portador del dolor, el corazón roto y la decepción, pero también de empoderamiento y del mirar hacia adelante. En ella se incluyen temas como Soy infeliz, interpretado por Lola Beltrán y Puro teatro, entonado por la cubana La Lupe.
Lo dudo, lo dudo, lo dudo, que tu llegues a quererme, como yo te quiero a ti es el estribillo del bolero de Los Panchos —titulado, adivinaron, Lo dudo— que sustituye el diálogo de Antonio Banderas en La ley del deseo (1987), donde antes de suicidarse, se reencuentra con su amante capricho y pone en el tocadiscos esta canción.
Becky del Páramo es una cantante pop consagrada de los años setenta. Para conseguir el éxito ha tenido a bien abandonar a su hija Rebeca con su padre. Tras 15 años, Becky vuelve a Madrid para reconciliarse con su hija. El drama ahí no ha ni comenzado: viejos amores, celos y nostalgia se unen pronto a la trama. Tacones lejanos (1991) es quizá el filme en que más corazón ha puesto Almodóvar a la hora de elegir la música que también será protagonista de la historia. Para ella, se dio a la tarea de buscar qué canciones irían con el tipo de artista de Becky del Páramo. La primera de ellas, Un año de amor, enmarca la escena donde un Miguel Bosé convertido en la Femme Letal imita a Becky. La canción es en realidad del francés Nino Ferrer (Un an d'amour), que hizo popular en Italia la cantante Mina. La segunda es Piensa en mí, un bolero mexicano de la autoría de El Flaco de oro, Agustín Lara. Para interpretar ambas piezas de manera exclusiva para la película, Almodóvar también se dio a la tarea de buscar a la voz idónea para Becky del Páramo y fue la rockera —en ese entonces— de Luz Casal. Ambos temas no sólo se catapultaron a la fama en España y varias partes de mundo, sino que también se volvieron los más famosos en la carrera de Casal.
En filmes como Kika (1993) el director manchego trato de entablar los géneros musicales con sus personajes. Les asignó danzones de Damaso Pérez Prado como Concierto para bongo y Mama yo quiero, y rancheras como Luz de luna, hecha famosa por Javier Solís y cuya versión de Chavela Vargas apareció en el filme. En Hable con ella (2002), aparece el cantante más celebre de Brasil, Caetano Veloso quien interpreta Cucurrucucú paloma. La escena queda cerrada en la cinta con un “este Caetano me ha puesto los pelos de punta”.
Para la música original de sus películas, Pedro Almodóvar ha recurrido a grandes compositores como el japonés Ryuichi Sakamoto (Tacones lejanos) y el italiano y ganador del Oscar Enio Morricone (Átame). Sin embargo, hubo algunos caprichos que Almodóvar no pudo cumplir, como tener entre sus colaboradores directos a Miles Davis. No obstante, incluyó en Tacones lejanos una pieza particular de Davis en la que destacan algunos elementos flamencos, Solea.
El flamenco destaca en dos interpretaciones musicales que utiliza Almodóvar. Uno de ellos es Volver, en la cinta homónima en la que Penélope Cruz hace de cantaora por unos minutos —bastante emotivos como el resto de la película—. La interpretación real de esta composición tanguera de Carlos Gardel corre a cargo de la cantante Estrella Morente.
El último aporte de este tipo lo realiza en su más reciente filme Dolor y gloria, en los primeros minutos de la cinta aparece la controversial trapera española Rosalía para interpretar el tema A tu vera, un bolero flamenco de la década de los 60.