Por: Mariana Casasola

Borges, la fantasía y el infinito

“Vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”

El Aleph, Jorge Luis Borges

Borges, el escritor de laberintos y espejismos, de ejercicios tan intelectuales como literarios, el escritor de juegos seductores entre la metafísica y la filosofía. Ese Borges se mostró por completo cuando hace ya 70 años publicó el libro que contenía los mayores temas que pasarían a identificar y encumbrar su obra.

En el verano de 1949 (invierno austral), salía al mundo El Aleph, libro repleto de tiempo, muerte e inmortalidad, de búsqueda del conocimiento y referencias a distintas obras del canon universal; libro construido sobre la incapacidad de la humanidad para enfrentarse a lo eterno; libro que piensa sobre la cábala, el universo y su infinito, los dioses, el azar.

A 70 años de su publicación recordamos esta obra, claramente la más famosa y leída del escritor argentino, que con la misma facilidad provoca en cada lectura escenarios fantásticos de imágenes poderosas, así como profundas reflexiones sobre nuestra propia capacidad intelectual y el mundo en que vivimos.


Compendio de la fantasía

En El Aleph el autor recopila 17 cuentos entre los que se encuentran algunos de los relatos más admirados de la literatura en cualquier idioma. Y todos tienen algo en común: están escritos con esa prosa clara y profunda de Borges, fácil de leer, pero que aborda temas por demás complejos en sus sencillas tramas que van desde intrigas policíacas y fantásticas hasta rompecabezas filosóficos.

Cinco años después de publicar Ficciones, Borges consolida en El Aleph su imaginario, en una época en la que él y otros autores argentinos buscaban romper con la tradición realista que predominaba en la literatura de Hispanoamérica. De hecho, ya en 1940, junto a Silvina Ocampo y su amigo Adolfo Bioy Casares, había publicado la coyuntural Antología de la literatura fantástica.

Así es como en El Aleph casi todos los relatos se plantean en ambientes realistas, pero, de pronto, acontecen esas grietas por donde se cuelan sucesos insólitos que rompen con la lógica de la realidad. Borges ya había usado estos recursos en Ficciones, pero es en El Aleph donde se considera que él madura los temas que resaltan un lado fantástico y les dota de mayor profundidad.

Entonces estos cuentos juegan dentro de la tradición de lo fantástico. Por ejemplo, en El Zahir, una reflexión sobre la obsesión, narra la historia de un objeto que inspira la fascinación inmediata de todos aquellos que lo ven hasta consumir su atención y realidad completa. En La otra muerte, a partir de una carta y la memoria del narrador, construye una fantasía sobre el tiempo. En El Inmortal, hace un viaje inquietante a través de la Ciudad de los Inmortales, un mundo laberíntico en el que todo, incluso los edificios y las escaleras, aparece caóticamente irregular o invertido.


El inconcebible universo

Sin embargo, por encima de los demás relatos se alza el que le da nombre al libro. Borges publicó primero El Aleph en la revista Sur en 1945, considerado el cuento que condensa todos los elementos que en adelante serán distintivos de su obra. Y sin duda es excepcional, un texto que continúa leyéndose y estudiándose pues contiene una riqueza literaria inagotable.

El cuento está narrado en primera persona por un hombre que curiosamente también se llama Borges —un detalle que ya anuncia cómo se desdibujan en la historia los parámetros que separan la ficción de la realidad—. Borges-protagonista regresa cada año a la casa de Beatriz Viterbo, la mujer que amó y falleció sin corresponderle nunca, pero él vuelve en el aniversario de su fallecimiento al lugar en una especie de peregrinación religiosa. En una de sus visitas, el primo hermano de Beatriz le revela, con la inminente demolición de la casa, que en el sótano se encuentra un objeto desde el que es posible observar todo lo que comprende el universo, el Aleph.

Una vez que comprueba la existencia de este maravilloso punto, “una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor”, el narrador se enfrenta a la imposibilidad de relatar de manera total lo que observa en el Aleph, ¿cómo describir el infinito con un instrumento tan limitado como el lenguaje humano? Borges acude entonces a enumerar caóticamente, interminablemente, las posibilidades que encierra el todo.

Estas descripciones que comprende el prodigioso objeto permiten en el cuento contemplar al mismo tiempo, desde todas las perspectivas posibles, todos los objetos del universo, el cosmos entero. Descripciones que se convirtieron automáticamente en el corazón y obra maestra del relato de Borges.

El Aleph fue escrito por un Jorge Luis Borges que sufría de una progresiva e irremediable ceguera, algo que le da a este cuento una dimensión épica pues en realidad lo que está haciendo el autor es nombrar todo lo que un hombre podría ver y también lo que no podrá ver nunca más. Existe en el relato una voluntad de asir en palabras el universo entero, desde “la delicada osatura de una mano” hasta “un cáncer de pecho”; desde “los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales” hasta “el engranaje del amor y la modificación de la muerte”.

Más que un objeto o un pequeño punto por donde observar el cosmos, el Aleph de Borges es un conjunto maravilloso de palabras que buscan nombrarlo todo. Y lo consiguen, lo nombran para siempre. Al escucharlas, en la voz de Borges quizá, un ciego podría contemplar el mundo que sus ojos ya no ven.