“¿Para qué escribe uno si no es para juntar sus pedazos?”
Escritor y periodista uruguayo, ponen todas las biografías y algunas agregan datos del tipo nombre completísimo: Eduardo Germán María Hughes Galeano, y a propósito del apellido paterno, hay quienes denuncian que Eduardo haya ocultado esa procedencia inglesa y occidental, precisamente él que se dio a la búsqueda y la denuncia de tantas procedencias por el estilo, cuestión que el propio Galeano aclaró en vida. Narrador, cronista, historiador, denunciante y espabilador latinoamericano nos parecen mejores adjetivos para comenzar este Librero dedicado a Eduardo Galeano.
Inició su carrera periodística hacia 1960 y en la década siguiente, en los tiempos en que las dictaduras se hacían del poder en América Latina, la publicación de Marcha en su natal Uruguay le mereció la censura, lo mismo sucedió con la revista Crisis que hizo desde el exilio en Argentina. Era cuestión de tiempo para que su nombre figurara en las listas de enemigos de las nacientes dictaduras y entonces se fue del otro lado del Atlántico, a España, que recién se había librado de su propio terror totalitario. Su delito: ser zurdo de ideas, señalar las injusticias y a los perpetradores de las mismas, ir del lado de la veracidad y no del lado de los nuevos en el poder.
Un delito que comparte con otros tantos latinoamericanos que se han atrevido no sólo a cuestionar el orden político, social y económico que ha despojado a tantos en favor de tan pocos, sino a tratar de volcar esos órdenes, a hacer la revolución. Escribir fue la forma en que Galeano se propuso golpear y abrazar, con el puño de cara a los que ostentan el poder y con los brazos abiertos a los despojados, sus palabras que se dirigen a ellos les cuentan la historia de la gran mentira con que pretenden tenerlos por siempre pobres, ignorantes y callados.
“¿No será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser deshecha?”.
A este libro lo hicieron famoso, señala Galeano con ironía, las dictaduras de Chile, Argentina y Uruguay, pues al prohibirlo le hicieron la mejor promoción. Lo escribió en aquel primer exilio argentino con el propósito de divulgar ‒esto es, de llevar a oídos de la gente‒ los hechos que no aparecen en la historia oficial de América Latina, de esta región de venas abiertas al vampirismo saqueador que se remonta a la conquista del continente y que a lo largo de los últimos cuatro siglos ha cambiado apenas sus rostros. Aunque su publicación data de 1970, lo que ahí se denuncia continúa vigente: Latinoamérica es el rostro del subdesarrollo y la pobreza; pero estos no están escritos en las estrellas ni son designio divino, son resultado de un saqueo histórico que se mantiene gracias a nuevos mecanismos de despojo. He ahí la premisa y a partir de ella, los hechos que este libro busca desenmascarar.
La historia la han contado los vencedores, así, tras la conquista los señores europeos arrebataron las riquezas de estas tierras y a los desposeídos les mandaron callar y obedecer. Hacia el siglo XIX, no bastó la oleada de insurgencias que lograron la libertad y autonomía de las naciones de Latinoamérica, pues hacia afuera se imponía el sistema capital ‒con capitales hechos a costa del saqueo‒ que obligaba a estas naciones a entrar al mercado de materias primas para las nacientes industrias, y hacia adentro, la clase en el poder perpetuaba la injusticia con las ya de por sí clases desvalidas. A pesar de las revoluciones del siglo pasado, en el nuevo milenio las cosas no pintan mejor para los de acá, a quienes se mantiene en la miseria para asegurar el nivel de vida de los llamados países desarrollados y, por si fuera poco, se les criminaliza por buscar de algún modo acceder a ese nivel de vida.
“Y nada tenía de malo y nada tenía de raro que se me hubiera roto el corazón de tanto usarlo”.
Entre la obra de Galeano se suelen distinguir sus escritos formales de los que se consideran más bien literarios, pero lo cierto es que todos los datos y hechos que se aducen en Las venas abiertas de América Latina no impiden que la narrativa fluya como en las historias de amor o de piratas, lo mismo pasa con las tres entregas de Memorias del fuego. De sus obras que se consideran literarias, El libro de los abrazos es franco, cercano y cálido.
Si es cierto que “El sistema que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos los condena al hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos”, se ofrecen las anécdotas de este libro para que no falten los abrazos entre los que falta el pan, para que estos peculiares y particulares recuerdos nos digan algo, pues esas historias también son nuestras, que nos pasen por el corazón, lo hinchen un poco y nos hagan más cercanos… Por la calidez y por la rabia, pues la pluma se remonta al segundo exilio, a los días en España, a las noticias del terror dictatorial y a las resistencias cotidianas por las que, podemos jactarnos con quien escribe, no han logrado convertirnos en ellos.
“Puede que sea verdad lo que los científicos dicen, que nosotros estamos hechos de átomos. Pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Y entonces, si estamos hechos de historias y somos hijos de los días, cada día debe tener alguna buena historia que contar”.
Día a día, cada fecha del calendario da entrada a las anécdotas de este su penúltimo libro. Las hazañas de héroes y heroínas libertarios, combatientes y revolucionarios. También las vejaciones de aquellos a quien la historia oficial reconoce como sus grandes personajes. Hechos burdos, paradójicos y hasta risibles de la historia, remota o contemporánea. Todos se dan cita en esta obra en la que, como en todas las de Eduardo Galeano, la destreza narrativa y la poesía se empuñan en la misma pluma que denuncia y señala, y que así busca combatir y hacer combatientes de la injusticia que ahora se llama global y neoliberal.