"Soy un loco de la guerra, soy un loco lindo, me gusta divertirme, me gusta tomar vino, me gusta comer bien, me gusta la vida, así que mi música no tiene por qué ser triste. Mi música es triste porque el tango es triste. El tango tiene raíces tristes, dramáticas, sensuales a veces, religiosas, tiene un poco de todo... El tango es triste, es dramático, pero no pesimista".
Astor Pantaleón Piazzolla nació en Mar del Plata, Argentina, pero abandonó la cuidad porteña con tan sólo dos años. Llegó al barrio bohemio de Manhattan junto con sus padres en 1923 y ahí permaneció hasta su adolescencia. Creció pues entre inmigrantes italianos y judíos, la música que llegaba hasta sus oídos no era la del tanguero arrabal sino el jazz de los suburbios. Tuvo su primer bandoneón por obsequio de su padre a los 8 años y el tango asomó a su vida de la mano ni más ni menos que del propio Gardel, quien estaba en Estados Unidos para la filmación de El día que me quieras. Del encuentro entre el pequeño Astor y Carlitos quedan la escena de aquella película en la que Piazzolla hace de canillita, el tango no grabado Arrabal amargo en voz del Zorzal criollo y ejecución del naciente bandoneonista, y ante todo el Tango.
Cierto que su nombre está ligado a la música porteña, pero muchas cosas hubieron de pasarle a Piazzolla antes de descubrir su propio estilo. De chico, aún en Estados Unidos, estudió su instrumento y la música con el pianista húngaro Bela Wilda, discípulo de Rachmaninov. A los 17 se mudó a Buenos Aires, donde ingresó como bandoneonista en la orquesta del legendario Aníbal Troilo Pichuco y continúo sus estudios de música con Alberto Ginastera y Raúl Spivak. Su espíritu creativo lo llevó a componer por igual piezas de culto que tangos, también dirigió una orquesta típica, pero sus arreglos comenzaron a hacer ruido entre los tangueros clásicos. Hecho un lío, decidió abandonar el tango y dedicarse sólo a la composición; en 1953 su sinfonía Buenos Aires lo hace acreedor a una beca para estudiar en París con la mejor profesora de música del momento, Nadia Boulanger. Astor llevó consigo sus sonatas y sinfonías, al tiempo que trató sin éxito de ocultar su pasado de tanguero, pero hubo de ocurrir: tocó ante su profesora Triunfal, un tango de su autoría, tras lo que Nadia le dijo “¡Aquí está el verdadero Piazzolla!”
En contra del canon de la música erudita como del propio tango, Piazzolla inició su revolución: cambió la orquesta típica acompañada por un cantor y un bailarín, por el Octeto de Buenos Aires: dos bandoneones, dos violines, un contrabajo, un chelo, un piano y una guitarra eléctrica con los que nació el tango contemporáneo. La astucia le mereció el descrédito de la ortodoxia tanguera y un boicot mediático, hacia 1958 disolvió el Octeto y se fue de Buenos Aires rumbo a Nueva York, en donde hizo de arreglista y experimentó con el jazz. La muerte de su padre, Vicente Nonino Piazzolla, lo regresó al camino: compuso su Adiós Nonino y conformó el más querido de sus quintetos, Nuevo Tango.
En 1965 grabó El Tango, un disco que compila las composiciones que hizo para unos poemas del gran Jorge Luis Borges. Se dice que este par de genios no estuvieron satisfechos de aquella colaboración, para Borges, Piazzolla no entendía la esencia del tango, no era tango lo que había compuesto; para Piazzolla, Borges era un autoritario, prepotente e ignorante de la música. Con la publicación de las memorias de Bioy Cásares supimos el verdadero despreció que sentía Borges por Astor Pianola, como lo llamaba: "Es un bruto y tan vanidoso. Uno de sus tangos se llama Melancólico Buenos Aires. ¿Te das cuenta, qué animal? No son tangos ni nada; él los llama tangos porque si los presentara como simple música, los músicos se le vendrían encima; en cambio, como innovador de tangos lo toleran y hasta lo fomentan". Y acá el disco:
Hacia 1968 comenzó a trabajar con Horacio Ferrer e incursionó en el tango canción. Balada para un loco es la más famosa de esa época y para desgracia del propio Piazzolla, es la única que conoce de él mucha gente. La primera versión tuvo a Amelita Baltar, entonces pareja suya, en la voz y a él en la dirección orquestal.
Luego del infarto que tuvo en 1972, Piazzolla se mudó a Italia, donde dedicó cinco años a la grabación de varios temas, de los cuales Libertango fue el que lo disparó a la fama internacional. Aproximó su tango al jazz-rock con su Conjunto electrónico; hizo giras por Europa, Sudamérica, Japón y Estados Unidos, ya fuera con su Quinteto o como solista de orquestas sinfónicas y de cámara; asimismo continúo componiendo música y realizó diversas colaboraciones, todo esto de forma casi ininterrumpida hasta 1990, cuando padeció una trombosis cerebral que fue la causa de su muerte en 1992. Nos quedan sus más de mil temas en los que su potencia estética puso en juego la música de culto, el jazz y el tango con ese tono y pulso inigualables, el estilo que se escribe Piazzolla y se pronuncia Libertango.