Compositores como Leonard Cohen, Nick Cave, David Bowie, Bob Dylan y Patty Smith han entrado al cielo de los músicos poetas por la destreza literaria de la que gozan sus letras. En ese olimpo de ídolos inalcanzables de carne y hueso, ahí, en medio de notables —y contables— genios, está sentado Ian Curtis, muerto por suicidio el 18 de mayo de 1980, con tan sólo 23 años.
Las letras de Curtis fueron el cimiento y la personalidad de la banda de la que formó parte: Joy Division, quienes a finales de la década de los 70 lograron posicionarse como el máximo referente del movimiento postpunk —no en cuanto a popularidad, pero sí en lineamientos e influencia— que, más que ser una derivación cronológica del punk, coexistió con éste. En realidad, el postpunk es una apuesta progresista del punk en relación con la composición lírica y musical, dejando atrás el sonido sucio y las letras anárquicas para dar paso a la melancolía y la oscuridad individual, pero también es una suerte de limbo donde encajaron varias propuestas divergentes de la época.
Cuando Ian se incorporó a la agrupación formada por Peter Hook, Bernard Sumner y Stephen Morris —nombrada en un principio Warsaw—, después de conocerse en un concierto de Sex Pistols, nadie esperó que él aportase el estilo definitivo y característico de la banda que iría evolucionando en todos los sentidos.
Con apenas 20 años, escribió las letras del primer álbum de estudio de Joy Division: el mítico Unknown Pleasures. Mítico no por su éxito en el momento —en realidad no recibió las mejores críticas— sino por la influencia que representó para agrupaciones de los 80 y hasta los 2000. Fue entonces cuando se volvió en el tiempo para mirar de dónde venían las nuevas propuestas y por qué Unknown Pleasures había sido tan importante para las generaciones venideras.
Depresivo, taciturno, epiléptico, de mirada fuera de esta realidad y semblante melancólico, Ian Curtis dejaba atrás las letras anárquicas del punk y ansiaba dar paso a su oscuridad individual y crear letras donde no sólo depositaba sus trastornos y fantasmas, sino que plasmaba su gusto por la literatura de Franz Kafka, William Burroughs o Nikolái Gógol.
La insignia de estandarte del postpunk es bastante reciente, pues existieron otras agrupaciones pioneras, a la par de ellos y posteriores, que en el género tuvieron más renombre, como The Cure. Sin embargo, para su segundo disco —y último— Closer, menos conocido, pero más valorado por su calidad de producción, la incursión de sintetizadores y sonido futurista, deja ver sus hazañas —primitivas— como futuro escritor, si tan solo, no hubiera decidido terminar con su vida.
Con solo dos álbumes en su haber, no es difícil identificar que la pieza musical más icónica de Joy División, Love Will Tears Us Apart, no forma parte de ninguno de ellos. Se trata de un sencillo que se hizo público póstumo a la muerte de Ian —días después—, de la cual existen varias versiones tanto de estudio como en vivo. Jamás se sabrá si el éxito obtenido habría sido el mismo si siguiera vivo.
Para 1981 Joy Division estaba disuelto y el resto de los integrantes se aventuraron a dejar el estilo sombrío que no representaba al resto para incursionar en el new wave, incorporaron a la tecladista Gillian Gilbert, con ritmos electrónicos y bailables, y formaron New Order. En su primer álbum, publicado ese mismo año, formó parte el sencillo Ceremony, originalmente compuesto por Ian Curtis para Joy Division.