La represión sexual y la doble moral siempre han sido compañeras santurronas de la sociedad ¿mexicana, latinoamericana, norteamericana, europea, asiática? Vaya, que no tienen una frontera. Cuando José Donoso escribió El lugar sin límites, con o sin intención, nos ofreció el panorama de una sociedad que, aunque obedecía a los patrones y prejuicios de una época en concreto —los años 60— hoy en día podría seguir siendo atemporal: el idilio entre un travesti y un típico macho.
Cuando en 1978, Arturo Ripstein lleva la obra de Donoso al cine —que en un principio sería dirigida por el mismísimo Luis Buñuel— escribe el guion junto con José Emilio Pacheco y sitúan la historia de La Manuela en un burdel queretano.
La Manuela —interpretada por Roberto Cobo (el Jaibo en Los olvidados)— es un travesti que administra un decadente prostíbulo junto con su primogénita La japonesita, concebida tras un desliz con La japonesa. Evidentemente, La Manuela no es aceptada en el pueblo, pero poco a poco se gana su lugar, y tienta a los hombres con su baile flamenco y su falta de pudor.
La aparente tranquilidad se resquebraja cuando regresa al pueblo Pancho, un joven camionero, a quien el travesti le teme porque tienen cuentas pendientes. Las circunstancias reúnen a Manuela y Pancho, los ánimos se encienden ante la irresistible tentación en una secuencia imprescindible del cine mexicano: Gonzalo Vega (Pancho) y Roberto Cobo se trenzan en un sensual baile para fundirse en el beso más escandaloso, corrompedor y memorable de la gran pantalla nacional en su historia, mucho antes del interpretado por los charolastras.
La escena —y la temática en sí— no sólo rompió el tabú en la pantalla, también rompió con la visión de los propios actores, al menos para Gonzalo Vega (Pancho), pues, aunque era una simple actuación, Ripstein tuvo que alentarlo a atreverse a besar a Roberto Cobo.
En el caso de esta historia, después de la tormenta viene el diluvio y, al despertar del abrupto erotismo, la virilidad de Pancho queda en entredicho y se desata el odio y la tragedia. “Debajo del cielo está el infierno y debajo del infierno está el lugar sin límites”, reza el filme.
Como es recurrente en las cintas de Arturo Ripstein, esta historia está cargada de una atmósfera sórdida y sofocante, en la que habitan personajes complejos, presos en un ambiente ambiguo en el que el deseo, la pasión y la trasgresión deben convivir en un lugar reducido.
Si quieres ver El lugar sin límites — que el año pasado formó parte de los Mejores Clásicos Restaurados del Festival Internacional de Cine de Venecia— sintoniza Canal 22 este jueves 9 de mayo en punto de las 22:00 horas.