Vive joven, muere joven y serás un hermoso cadáver… y también una leyenda. James Dean, el ícono de una generación que llevaba por bandera la “rebeldía” y que cuenta con muchos adeptos entre nosotros, en realidad sólo hizo tres películas -aunque en todas fue protagonista- y murió mucho más joven que cualquiera de las leyendas que forman el club de los 27: él era un bello chico de 24 años. Y si bien es cierto que el filme Rebelde sin causa no sólo cristalizó la facha con la que lo identificamos hoy, sino que marcó el parteaguas de una industria cultural dirigida a las problemáticas juveniles, ¿a qué otra cosa debe su fama e inmortalidad?
No hay mucho más, con eso fue suficiente. Al parecer, la razón por la que Kazan, Ray y Stevens lo eligieron para sus filmes fue ese semblante nostálgico y su atractiva personalidad, su aire de chico rudo bien aderezado con la ternura de su mirada: el hecho es que él mismo era un solitario incomprendido.
Dean perdió a su madre a los 9 años y tras esto sufrió el abandono de su padre; muy joven adquirió el gusto por la dramatización, sus primeras incursiones en la actuación fueron en teatro y después en pequeños papeles en comerciales y series de televisión. Gustaba de la música de Billie Holiday y Frank Sinatra, su libro favorito era El Principito de Antoine de Saint-Exupéry y las carreras de coches eran uno de sus pasatiempos favoritos, incluso se hizo de varios deportivos cuando le llego la fortuna.
Pero la leyenda comenzó después de su trágica muerte. El 30 de septiembre de 1955, James viajaba en su “Little Bastard”, un Porsche Spyder 550, en la carretera rumbo a Salinas, California, cuando un Ford lo alcanzó de costado; Jimmy no alcanzó a maniobrar, se rompió el cuello tras el impacto y murió al instante. Meses después se estrenaron Rebelde sin causa y Gigante, con un éxito claramente aderezado con su trágico desenlace.
No falta quien señale que James Dean es en realidad un producto mediático con el que se logró engranar en la lógica de la industria cultural la rebeldía incipiente de una juventud que, de hecho, no tardó en manifestar su inconformidad con el mundo que heredaba. El mismo Kerouac, profeta de la generación beat, señaló a Dean como ejemplo del arribo de la disrupción de su generación en la industria cinematográfica -y su consiguiente decadencia-.
El Dean de la mercadotecnia es uno, emulado tantas veces como vienen y van las modas de la cultura y mercado pop. Hay otro, quizá no tan lejos del producto y del hombre real, el personaje de la trilogía de este Top #CineSinCortes, este Dean es inmortal como signo de la juventud, eterna incomprendida rebeldía sin causa.