El pasado 18 de julio se cumplieron 200 años de la muerte de la escritora británica Jane Austen. Debido a ello, alrededor del mundo hubo diversas acciones para conmemorar su aportación a la literatura, desde cientos de artículos que exaltaban y escudriñaban su vida y obra, pasando por ediciones especiales de sus novelas, hasta el billete de 10 libras con su rostro, en Gran Bretaña.
Este 16 de diciembre se cumplen 242 años de su nacimiento y la brecha de tiempo entre la época en la que vivió y la actual nos hace cuestionar por qué la obra de Austen sigue teniendo vigencia, si se escribió en un periodo de la historia donde la industrialización comenzaba a extenderse por el mundo a pasos agigantados hacia la modernidad. Entonces, qué pueden decirnos hoy en día las historias y personajes de la autora de Sentido y sensibilidad.
Un ejemplo de ello, es que su trabajo ha sido considerado objeto de estudio para los modelos económicos y sociales de su época –finales del siglo XVIII, principios del XIX–, debido a las puntualizaciones de las notorias diferencias de clase que hay en sus historias: la burguesía y la clase media rural.
Sin embargo, desde que publicó su primer escrito, hasta nuestros días, la obra de Austen ha sido catalogada como la incitadora del género de la novela romántica, –lo cual no es malo, muy al pesar de escritores como Mark Twain que miraron con desdén su obra–. A pesar de que, durante mucho tiempo, las creaciones de la escritora inglesa fueron confinadas a la selección de lecturas para señoritas, lo cierto es que obras como Emma, Persuasión y la mundialmente conocida Orgullo y prejuicio, tienen entre sus páginas a verdaderas heroínas feministas. Heroínas que más que salvar a los que están a su alrededor, también han optado por salvarse a sí mismas.
Puede que al leer historias como la de las hermanas Bennet, uno piense en lo aberrante que suena el conservadurismo de la época, en el que las mujeres para conseguir un buen partido que les asegurase una estabilidad económica, tenían que cumplir con ciertos requisitos: ser joven, guapa –de preferencia–y culta, ya que mientras más virtudes artísticas o intelectuales tuviera, mejor cotizada estaría. A esto, habría que sumarle que por ser mujeres no podían heredar propiedades, entonces quedar soltera no era la mejor opción.
Así pues, la mayor aspiración de una mujer era el matrimonio y si había suerte, que con él viniera el amor. La misma Austen, se negó a cumplir con los cánones establecidos, con la idea moralmente correcta del rol de la mujer dentro de la sociedad, que se limitaba a la vida hogareña. Pero no sólo hablaba de las mujeres, también exponía el desasosiego masculino.
Jane Austen se mofaba, con sutil ironía, de los vicios y prioridades de su sociedad, de las ridículas costumbres de los ricos estirados, de las ambiciones de su clase y de los anhelos de las señoritas casaderas.
Tal vez, hoy en día, el modelo de forma de vida no haya cambiado del todo, pero más que por eso, la obra de Austen es atemporal por ser un reflejo de las emociones y pensamientos más primarios del ser humano, desde el amor y la arrogancia, hasta el miedo a la soledad y el rechazo.
Jane Austen nació un 16 de diciembre de 1775 en Hampshire, Inglaterra, –donde también suceden sus novelas– y a pesar del tiempo transcurrido, cada momento es una oportunidad para leer sus relatos y así, interiorizar un poco, en nuestra propia esencia y deseos.