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La olimpíada de ser mujer…en el mundo deportivo

Por: Rebeca Avila

Este julio trae consigo la inauguración de los Juegos Olímpicos de Paris 2024 y se cumplen justo 100 años de que la ciudad francesa albergó este evento deportivo en 1924. En ese entonces, hablando de números y hechos, pasaron de participar 21 a 44 Comités Olímpicos Nacionales; además, fue el primero que tuvo gran cobertura mediática con más de 1000 periodistas; de igual manera, fueron los juegos donde los corredores Harold Abrams y Eric Liddell, compitieron por Inglaterra, hecho que quedó inmortalizado en la cinta Carros de fuego de 1981.

También en ese entonces participaron 3 mil 89 deportistas, 2 mil 954 hombres y tan sólo 135 mujeres. Cien años después, y luego de constantes atropellos y luchas, en este París 2024 se ha logrado un hecho sin precedentes. Por primera vez, existe igualdad de género en unos Juegos Olímpicos, en las que participan 5 mil 250 mujeres y 5 mil 250 hombres, 28 de 32 deportes estarán equilibrados, con 152 eventos femeninos, 157 masculinos y 20 mixtos.

Llegar a este momento histórico no es gratuito. En Atenas 1986, las mujeres ni siquiera fueron invitadas a participar, y si contemplamos que el espíritu original de estas competencias de la Antigua Grecia era exclusivamente masculino, tanto para los deportistas como al público, en los albores del siglo XX de nuestra era al menos no cerraron las puertas a las espectadoras femeninas, porque quién iba sino a aplaudirle a los hombres por su esfuerzo.

Fue hasta 1900 que las mujeres hicieron su primera aparición en los Juegos Olímpicos; entre las 22 competidoras frente a 975 hombres, estuvieron las francesas Marie Ohnier y Jeanne Filleaul-Brohy en la prueba de croquet, -literalmente las primeras mujeres en competir-. Mientras que la tenista Charlotte Copper se convirtió en la primer mujer medallista de los Juegos Olímpicos. Que además del croquet y el tenis las otras disciplinas en las que participaron las mujeres aquel año fueran vela, equitación y golf no es coincidencia, pues según los organizadores, estas disciplinas eran compatibles con la feminidad.

Que las mujeres tuvieran la oportunidad de incursionar en otras disciplinas fue una labor no sólo dentro del que es el mayor evento deportivo internacional. Está el caso de la italiana Alfonsina Strada, a quien igual tachaban de el diablo con vestido de marimacho o virago; fue la primera mujer en la historia del ciclismo mundial en correr en competencias profesionales masculinas (porque era la única categoría que existía), como ocurrió en el Giro de Lombardía, en marzo de 1924.

En Ámsterdam 1928, se abrieron espacios para las mujeres en gimnasia y atletismo. Todo bien en las pruebas de 100 m, 400 m y relevos, pero al llegar a la prueba de los 800 metros, tras en récord impuesto por la alemana Lina Radke con un tiempo de 2:16.9, todo se resquebrajó. La distorsión patriarcal de la verdad, que argumentaba un agotamiento físico imperdonable que evidenciaban la supuesta resistencia física inferior de las mujeres frente a las de los hombres, hizo que la prueba se suspendiera y regresara hasta 1960. Fuera de los Olímpicos, del otro lado del mundo en 1967 Kathrine Switzer se dispuso a competir en el maratón de Boston, por aquel entonces únicamente abierto a hombres. Apenas cruzar la línea de salida, el codirector de la competencia se percató de que estaba participando una mujer e intentó usar la fuerza física y verbal para expulsarla. Pese a esto, Kathrine logró completar el maratón gracias al apoyo de su entrenador y el de otros corredores.

Volviendo atrás, la injusticia y discriminación, no sólo por ser mujer y considerarse no aptas para ciertas actividades físicas, sino por su etnia, llegaron para Berlín 1936, llamadas también las Olimpiadas nazis. El más absurdo de los juegos sucios le ocurrió a Margaret Lambert, una mujer judía que practicaba salto de altura, la mejor de Alemania de aquel entonces. Al asumir que no la dejarían participar, decidió inscribirse en el equipo inglés, pero fue obligada a regresar a Alemania bajo amenazas hacia su familia, con la promesa de que al volver podría inscribirse al equipo alemán. Nada más falso. Al inscribirse le fue entregada una carta que decía que lamentaban la inconstancia de su desempeño y fue expulsada de la contienda. Alemania tuvo la oportunidad de tener una medalla en esta categoría, pero no lo concebiría jamás con una mujer judía en sus filas.

La argelina Hassiba Boulmerka, probó las hieles de una sentencia social por parte de su país: la gloria no puede ser a costa del integrismo islámico, en el que el Corán indica que las mujeres no tienen prohibido hacer deporte, sino vestir de cierta forma. Hombros, cuello, cabello, rostro y piernas al descubierto eran lo mismo que ir desnuda por la calle. Aun así, y bajo amenazas de muerte de sus compatriotas por ofender a su país a nivel mundial, fue campeona olímpica de 1500 metros en los juegos de Barcelona 1992 y la primera mujer africana en alcanzar tales ligas.

Hoy en día nos parece absurdo que las mujeres no puedan competir en algún deporte y ahora están presentes en todas las categorías, pero vale la pena recordar que, por ejemplo, fue hasta 1996 en los juegos de Atlanta, que el fútbol femenino hizo su aparición; o que hace apenas 20 años, en Atenas 2004, hizo su debut la lucha libre femenina, con cuatro categorías en estilo libre; y que fue en 2012 cuando el boxeo femenino se introdujo por primera vez en el programa olímpico en Londres. Este París 2024 las mujeres pueden participar en todos y cada uno de los deportes en competencia y sólo tomó 100 años que esto pasara, gracias, también, al empuje de Alice Milliat, que desde los años 20 impulsó la incursión de las mujeres en las Olimpiadas del barón de Coubertin, recibiendo durante décadas un no por respuesta, negativa que la llevó desde crear los propios Juegos Olímpicos Femeninos en 1922 hasta luchar por, de poco, hacer espacio a deportistas mujeres de elite a la par de los hombres.

El siguiente techo de cristal por romper es la incursión de las mujeres trans, que, aunque sigue sin llegarse a un consenso definido, hoy por hoy pueden competir, no sin una extrema vigilancia a sus capacidades.


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