Hace 8 años, un 26 de mayo, la comunidad cultural de México se unía en duelo. ¿La razón? El Dr. José María Pérez Gay, catedrático, diplomático, traductor y escritor, embajador de la cultura y las artes, hombre dedicado a la gestión y divulgación cultural, terminaba los días de su terrenal andar. Entre los muchos episodios de sus andanzas, Pérez Gay fue fundador y el primer director de Canal 22, este espacio de la televisión pública que representa una mirada y una ventana a las manifestaciones de la cultura y las artes de México y el mundo, de México para el mundo y del mundo para nuestro país. Próximos también a celebrar los 28 años de esta aventura iniciada por el Dr. Pérez Gay, dedicamos este Con-Ciencia a honrar su memoria.
En el documental Consejos de la memoria, José María Pérez Gay, al remontarse sobre sus recuerdos hacia los días de su infancia, habla de aquellos momentos en que vivía con su familia nuclear frente al Parque España o de cuando su padre se convirtió en el primer particular en abrir una escuela de vuelo en la capital del país, pero una de las cosas que rememora con vivacidad es el haber padecido tartamudez y de cómo, tras enterarse que el orador griego Demóstenes ponía piedras en su boca para curar su padecimiento, él también intentó en más de una ocasión aliviar su pesar con piedras.
El joven Pérez Gay fue uno de los primeros matriculados en la carrera de Ciencias y Técnicas de la Comunicación, licenciatura inaugural de la entonces novel Universidad Iberoamericana. Sus profesores intuyeron en él al hombre culto, al amante de las letras y de las manifestaciones del espíritu humano, fue así como obtuvo una beca para trasladarse a Alemania y continuar sus estudios en el país germano. José María, otrora niño tartamudo y por aquel entonces un joven que nada sabía de alemán, algunos años luego se doctoró en filosofía por la Universidad Libre de Berlín. De modo que no sólo logró domeñar una de las lenguas modernas más intrincadas, sino asirla en uno de los saberes más complejos y complicados que ha creado la humanidad: la filosofía, cuyos representantes alemanes son de los pensadores más tremendos, de modo que el mérito es igualmente tremendo.
A nadie le resultará extraño que un hombre así de entregado al lenguaje haya sembrado dentro de sí la inclinación a la poesía, el arte por excelencia de la palabra. Pérez Gay confesó en alguna ocasión ser un poeta frustrado y que consolaba un poco esa desazón con la lectura de los versos de Paz, a quien recitaba de memoria, o con la incursión en la traducción de la poesía del alemán Paul Celan: una incursión más que temeraria, no sólo porque, como todo traductor sabe, la traducción es imposible, sino porque la poesía es esa cosa del lenguaje intraducible como la que más y los versos de Celan representan, además, una de las revoluciones de la lírica del siglo XX. Aun con todo, el Dr. Pérez Gay dedicó años a los versos de su amado Celan y son suyas las traducciones al español de algunas obras de Thomas Mann, Franz Kafka, Elias Canetti, Jürgen Habermas o Walter Benjamin, por citar algunos, verdaderas cumbres de las letras y el pensamiento del siglo pasado que entraron a nuestro país de mano de José María.
Experto en la obra de Friedrich Nietzsche, el filósofo que asestó su martillo contra los mitos occidentales de la verdad y la moral, Pérez Gay sabía que es en el lenguaje donde se juegan todas las proezas humanas y que las clasificaciones de los géneros literarios quedan cortas cuando de lo que se trata es de la expresión y de la creación. Mucho se ha dicho sobre las frustraciones poéticas del filósofo de la sospecha par excellance y Pérez Gay, en consonancia con Kundera, señalaba que al gran talento literario del filósofo alemán sólo le había faltado escribir una novela. Por su parte, eso fue lo que él hizo.
En su faceta de escritor, José María Pérez Gay creó la novela La difícil costumbre de estar lejos, cuyo título evoca la mirada y el corazón del poeta, mientras la ficción narra la historia de Juan Arvide, combatiente revolucionario y cónsul en la Alemania Nazi, que vive la desazón del amor y sueña con escribir sobre sus vivencias. Su otra novela, también de título poético, Tu nombre en el silencio, se sitúa en Alemania, pero ahora en tiempos de la Guerra Fría y sigue la pista de tres estudiantes latinoamericanos, que al igual que él, viajaron hacia aquella tierra en momentos de revolución personal y convulsión mundial. Además, cuenta con las compilaciones de ensayos El imperio perdido, La supremacía de los abismos y La profecía de la memoria, páginas en las que vierte sus conocimientos sobre la cultura alemana y da muestra de que el pensamiento es también una cuestión de estilo.
Pérez Gay dijo en alguna ocasión sobre las motivaciones detrás de la creación y los primeros latidos de Canal 22 que “Lo único que distingue a la televisión cultural de la televisión comercial tiene que ver con la memoria. Si algo es efímero es la televisión. La televisión cultural pretende, a lo menos pretende, quedar un poco más en la memoria de sus televidentes que los productos de la televisión comercial. La lucha de la televisión cultural es en favor de la memoria y en contra del olvido”. El Dr. Pérez Gay fue embajador y agregado cultural de México en el extranjero entre 1969 y 1992; también fue parte del comité de redacción y colaborador de la revista Nexos; subdirector de Radio Educación; catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y asesor político; pero para quienes hablamos desde este lugar, él es ante todo el primer soñador y hacedor del Canal Cultural de México.
La historia se remonta al año de 1990. Durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el proyecto privatizador alcanzó a las televisoras públicas y se ofreció a la iniciativa privada un “Paquete de medios”, entre los canales ofertados se encontraban el 7, el 13 y el 22, operados por el entonces Instituto Mexicano de la Televisión, Imevisión. En enero de 1991, la comunidad intelectual de la época, liderada por el periodista Héctor Aguilar Camín y el escritor Carlos Monsiváis, hizo llegar al Ejecutivo una misiva de título Carta abierta de la comunidad cultural de México al presidente Carlos Salinas de Gortari en la que se pedía que el Canal 22 no se incluyera en dicho paquete, que permaneciera público y que además se convirtiera en un canal de corte cultural de cobertura nacional, esto debido a la escasa oferta de contenidos culturales en la televisión ‒tanto abierta como privada‒ y a que no se veía cómo con la privatización de los medios de comunicación una apuesta así tendría lugar.
Cerca de 900 personajes de las esferas artísticas, culturales e intelectuales del país firmaron la carta y el mandatario mexicano accedió a la petición, hecho que se hizo público en febrero del mismo año a través del Diario Oficial de la Federación. Llevar a cabo la apuesta de la televisión cultural llevó su tiempo, entre determinar el proyecto e identidad de la carta programática, obtener los recursos para echar a andar y agrupar el talento, así como realizar algunos ajustes concernientes a la infraestructura. Incluso había que enfrentarse a los prejuicios de que una televisión cultural en manos de los intelectuales sería totalmente aburrida y estaba destinada al fracaso; sin embargo, aquella comunidad cultural que había demandado para el Canal 22 el mismo talante cultural, comprendía la pluralidad de voces de escritores, editores, artistas plásticos y visuales, músicos, bailarines, cineastas, actores, productores, académicos, periodistas, científicos, representantes de las entidades federativas, así como universidades, colegios, academias e institutos.
La apuesta no era crear solamente una televisión de corte cultural, sino que ésta llevara la cultura a todos, esto es, que esa televisión se erigiera como un medio de divulgación de la cultura en México, de México y del mundo. Este proyecto en manos del Dr. José María Pérez Gay fue una apuesta por combatir el carácter obsolescente y efímero de la televisión al intentar consolidar una oferta de contenidos culturales que lograran permanecer en la memoria de las audiencias; ese fue el talante de su gestión de 1993 al 2000, esfuerzo que se vio reconocido en 1997, cuando el Consejo Audiovisual Mundial de Publicaciones e Investigación sobre Artes de la UNESCO le otorgó a Canal 22 el Premio Camera que lo reconocía como el canal televisivo con la mejor programación cultural a nivel mundial.
Esta apuesta cumple 28 años, tanto ha andado ya el Canal Cultural de México y ha unido y une aún tantas voluntades y corazones. Por el sueño, por la memoria, gracias. Requiem aeternam, José María Pérez Gay.