Así como el rostro de la época dorada de Hollywood es Audrey Hepburn o Sophia Loren es la estrella del neorrealismo italiano, Anna Karina es sin duda la belleza icónica de la Nouvelle vague, cierta tendencia de los realizadores galos que surgió hacia finales de los cincuenta y que en la siguiente década consagró los nombres de Claude Chabrol, Eric Rohmer, Agnès Varda, François Truffaut y Jean-Luc Godard; de quien precisamente Anna Karina fue la musa predilecta.
De nacionalidad danesa, Hanne Karen Blarke Bayer inició su carrera como modelo y llegó a Francia a los 18 años. En París modeló para Coco Chanel y Pierre Cardin, cambió su nombre a Anna Karina y tras su debut en Pigen og skoene (dir. Ib Schmedes, 1959), cortometraje ganador de Cannes en 1959, se le abrieron las puertas del séptimo arte. Cuentan que Godard la vio en un anuncio y luego la buscó para que hiciera un papel en Al final de la escapada (1960), pero Anna lo rechazó; poco después, consiguió que protagonizara El soldadito (1960) y detrás de cámaras iniciaron-incendiaron su romance, de ese fuego se alimentaron películas como Una mujer es una mujer (1961) o Vivir su vida (1962), pero sobre todo aquellos filmes en los que Godard, detrás de la cámara, y Anna, mirando al espectador, escribieron uno de los capítulos más célebres de la historia del cine.
Su belleza y estilo a la francesa, pero sobre todo su personalidad desbordante y encanto sin artificios quedaron registrados en la pantalla, en ese cine experimental que nacía en Francia y al que se entregó como actriz. Anna Karina cumple 79 años este 22 de septiembre y para celebrar su vida y obra, en este Top #CineSinCortes recordamos los filmes con los que alcanzó su lugar de musa de la Nouvelle vague.
Los novios del puente Mac Donald es una pequeña película muda dentro de Cleo de 5 à 7 (1961) de Agnès Varda, la mujer de la Nouvelle vague. Esta pequeña historia es protagonizada por la pareja que echaba chispas en aquellos años, Anna Karina y Jean-Luc Godard; curiosamente Anna sale de rubia y a Godard el mundo se le vuelve fatalidad al ponerse sus características gafas negras, por fortuna todo se arregla con sólo desmontarse las gafas. Es como si este cómico cortometraje predijera un poco las ambivalencias de su romance, de su fuego que fue encendido y apagado por el cine: en la vida real quitarse las gafas era lo equivalente a dejar de ser Godard o a dejar de ser cada cual quien era.
Banda aparte ‒hay por ahí una traducción peruana que queda mejor: Iban por lana‒ es la película obligada de Godard y su postal por excelencia es la escena en la que Odile, Franz y Arthur rompen el récord de Jimmy Johnson al recorrer el Louvre en 9’ 43’’. Anna es Odile, una joven ingenua e impresionable que vive al cuidado de su tía Victoria; en casa hospedan a Monsieur Stolz y Odile descubre montones de billetes en su habitación. Por descuido, la chica le cuenta todo a Franz, un compañero de su curso de inglés; ella no imagina que Franz dará noticia a Arthur, su amigo ladrón, y que juntos terminarán por involucrarla en el robo de la fortuna que se resguardaba a plena vista en su casa, a la par que se convierte en la manzana de la discordia de sus bandidos.
De título completo Lemmy contra Alphaville, es un filme noir distópico, en el que el agente secreto 003, Lemmy Caution, de los Países Exteriores llega a Alphaville como Ivan Jhonson, periodista de Fígaro-Pravda. En Alphaville, el profesor Leonard Nosferatu ha implementado el Alpha 60, un complejo sistema de cómputo que gobierna la ciudad con base en la lógica y el cálculo, gracias a esto, Alphaville ha alcanzado el desarrollo de una Civilización de la luz ‒a 300 mil kilómetros por segundo‒, pero a costa de las emociones más propias del ser humano: dentro de sus fronteras todo aquel que muestra alguna emoción es condenado a muerte y fuera de ellas, envía espías saboteadores que propician el caos dentro de las otras naciones. Lemmy quiere destruir Alphaville y para eso tiene que encontrar al profesor Nosferatu, ahora conocido como profesor Vonbraun; antes le saldrá al paso la bella Natasha Vonbraun, hija del profesor (e interpretada por Anna). Natasha no es una mutante como los otros habitantes de la llamada Capital del dolor, nació en el exterior y la obligaron a olvidar las palabras que designan emociones y sentimientos, incluso la conciencia; la victoria de Lemmy estará coronada hasta que Natasha recuerde qué es el amor y en el automóvil, al salir de la ciudad colapsada, le diga “je t’aime”.
La femme fatale, el estereotipo de mujer con los ojos enmarcados con delineador negro y labios pintados rojo sangre, además del obligado atavío en negro elegante se viene abajo cuando Anna, en la piel de la terrible Marianne Renoir, aparece en la pantalla. Ella y Ferdinand Griffont, antiguos amantes, se reencuentran cinco años después: él está casado y ella resulta ser la niñera que se quedará a cargo de sus hijos una noche; la pólvora estalla y esa misma noche Marianne y Ferdinand se escapan. Pierrot, como ella lo llama, es arrastrado a la peligrosa vida de Marianne, que oscila entre huidas, asesinatos y tráfico de armas; mientras para ella todo es un juego, un amor sin mañana, Ferdinand, por amor, roza la muerte y se condena a la locura.
Tras la filmación de Pierrot, el loco Anna Karina y Godard se divorciaron y así terminó el dúo icónico de La nueva ola francesa. Ellos aún coincidieron en Made in USA (1966) y Anna hizo grandes papeles con Rivette y Visconti (La religiosa de 1965 y El extranjero de 1967, respectivamente), pero el paso decisivo vino con Vivir juntos, su debut como directora. En esta cinta en la que también actúa, Anna interpreta a Julie, una joven con ideales libertarios y revolucionarios que irrumpe en la vida de Alain, profesor de historia y hombre casado; éste deja a su mujer y juntos viajan a Nueva York a vivir su idilio, pero la fantasía se rompe cuando Julie le anuncia que está embarazada.