Por: Rebeca Avila

(Road trip) Viaja en carretera a través del cine

“Allí se iba nuestro amigo pendenciero. Me prometí seguirle en cuanto la primavera floreciese de verdad y abriera el país. Y así fue como realmente se inició toda mi experiencia en la carretera, y las cosas que pasaron son demasiado fantásticas para no contarlas”. En 1957 fue publicada la que no sólo sería una novela de iniciación que serviría de manifiesto para toda una generación (la beat), sino que mostraría, como quizá ninguna otra obra literaria, lo que supone una verdadera aventura surcando la carretera a bordo de un vehículo o, por qué no, llevados por nuestros propios pies: En el camino de Jack Kerouac.

Gracias a la magia del cine, ahora no sólo podemos imaginar esas historias de viajeros, sino que podemos verlas con las más variadas formas y personajes y, a través de ellas, podemos contemplar aquellos elementos que evocan recorrer una carretera: la sensación de libertad, el viento entrando por la ventana, la música perfecta en el estéreo, ver la luz del alba y naranjas crepúsculos en medio de la nada; sea escapando (de situaciones o personas), con copiloto o sin él, con amigos, con amantes, con familia o con una mascota, yendo a un destino definido o conduciendo hacia lo inesperado, todo esto forma parte de esos viajes en carretera en lo que quizá lo más emocionante es la incertidumbre de la última parada.

A falta de esa libertad que ofrece el exterior, en este Top #CineSinCortes te proponemos viajar en carretera a través de 10 películas.


La escapada (Dino Risi, 1962)
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Si hubiera un rey de los road trip, probablemente ese sería Il sorpasso. Esta “comedia” italiana, tiene todas las características de los viajes descritos por Kerouac -incluido el bebop del principio del filme-: dos hombres desconocidos, sin nada que perder, ni mucho menos que ganar, inician un viaje en el día de Ferragosto -la máxima apología del dolce far niente- a través de las costas tirrenas rumbo a la Toscana. Bruno -el hombre maduro- persuade a Roberto -el joven e inexperto- a ir por la carretera en busca de nada. Ese hedonismo italiano sirve de combustible en esta historia donde el nihilismo está presente desde la manera en la que se cruzan los protagonistas, pasando por el hastío de Bruno hacia la vida, hasta el penoso desenlace.


Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006)
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A bordo de la que quizá es la Volkswagen amarilla más icónica del cine, viaja una familia disfuncional rumbo a un concurso de belleza infantil. En Nuevo México vive el matrimonio Hoover junto con sus dos hijos, el adolescente y callado (absoluto) Dwayne y Olive, de siete años; a esta familia se une Frank, el hermano homosexual y suicida de Sheryl Hoover y Edwin, padre de Richard Hoover. El anciano, quien ha sido expulsado del asilo por vender heroína, ha forjado un estrecho lazo con la más pequeña de la casa y le ha ayudado a prepararse para el certamen para el que ha calificado en California. Este caótico grupo viaja para que Olive pueda cumplir su sueño; sin embargo, puestos juntos en un vehículo son una caja de cerillos esperando a ser encendida. La pérdida, la decepción, la ira y la frustración suceden en este trip tragicómico donde lo peor de cada integrante resulta en un unificador familiar.


París, Texas (Wim Wenders, 1984)
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Probablemente la secuencia más simbólica de París, Texas es la conversación entre su protagonista, Travis, con su fugitiva esposa Jane, con ese bob rubio y suéter rosa intenso, a través de la ventana de una cabina. Pero esta historia, que comienza con este hombre desmemoriado, enmudecido y cubierto de la arena del desierto donde aparece perdido, implica no sólo un viaje en carretera para reunir a su hijo (que lleva cuatro años en custodia de su hermano) con su madre, sino un recorrido emocional para enfrentar sus demonios. Fuera de este filme, Wenders cuenta con una trilogía de carretera, artífice del Nuevo Cine Alemán durante los 70 realizó Alicia en las ciudades (1974), Falso movimiento (1975) y En el curso del tiempo (1976), filmes a través de los caminos de Alemania y Estados Unidos, donde cohabitan los paisajes físicos y emocionales que sólo puede ofrecer la libertad de la carreta.


El sabor de las cerezas (Abbas Kiarostami, 1997)
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Aunque para muchas religiones es un tabú, para los musulmanes el suicidio sin propósito es uno de los actos más corruptos del alma; por ello, Badii, que se enfrenta a la contradicción del pecado que implica morir de esa forma y la desdicha que le produce respirar cada mañana, ha decidido subir a su auto y buscar, por las colinas de Teherán, a alguien que lo asista en su sepultura después de suicidarse. Así, en su viaje recoge a tres posibles candidatos para su cometido: un soldado kurdo, un teólogo islámico y un taxidermista. Cada uno de estos personajes tratará de darle su punto de vista respecto a la fatalidad de su ideal en aras de hacerlo cambiar de parecer.


Thelma y Louise (Ridley Scott, 1991)
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El feminismo al volante con dos mujeres cuyo destino más trágico que la muerte sería perder su libertad. Thelma, en sus 30, está casada con el ideal machista encarnado; Louise, es camarera y tiene a Jimmy -renuente al compromiso-. Para ayudar a Thelma a escapar del tedio marital, Louise le propone irse juntas de fin de semana. Un intento de abuso sexual que acaba en la muerte del profanador será apenas el inicio de una serie de interminables decisiones y circunstancias que apuntan a la fatalidad. En medio de persecuciones, robos, propuestas de matrimonio y selfies instantáneas, el principio y finalidad del viaje -y de la cinta misma- es el autodescubrimiento y la libertad.


Viaje a Darjeeling (Wes Anderson, 2007)
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Los hermanos Whitman (Jack, Francis y Peter) se han distanciado tras la muerte de su padre. Con la intención de una reconciliación fraterna, Francis, el mayor, organiza un viaje en tren al que Peter y Jack acceden con falsas pretensiones. El primero intenta huir de su matrimonio; el segundo, reconquistar a su exnovia; y Francis, integrar una cuarta persona a la reconciliación. Así, los tres abordan el Darjeeling limited, en un camino de desérticos paisajes -con un plano secuencia casi onírico-, donde expían sus diferencias y reconocen aquello que los unía. Todo aderezado con el característico humor de Anderson.


Easy Rider (Dennis Hopper, 1969)
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Un par de amigos recorren Estados Unidos en motocicleta, yendo en contra del dogma americano en el que, para encajar socialmente, hay que ser parte del sistema cultural. Wyatt y Billy encienden sus Harley desde la frontera sur con México después de comprar un paquete de cocaína para revenderlo a un narcotraficante. A lo largo de los variados episodios de la cinta se hace una fotografía de las tensiones sociales y la manera en que la contracultura se vuelve una utopía en un país reaccionario, donde todo tiene que ver con lo material. En su contestatario recorrido, estos dos vaqueros del oriente se toparán con un ranchero, una comuna hippie y pasarán por Luisiana hasta llegar a Nueva Orleans.


Museo (Alonso Ruizpalacios, 2018)
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¿Qué mejor aventura en carretera que la que se hace con tu mejor amigo? Juan y Wilson son inseparables, casi como hermanos -el segundo saltaría de un puente si el primero se lo pidiera-; viven en Satélite, en la periferia de la gran Ciudad de México. Es la víspera de Navidad a finales de los 80 y Juan, hastiado de lo insípido de su vida, ha planeado un asalto al Museo de Antropología e Historia. Por descabellado que pareciera, Wilson acepta ayudarle y logran hacerse con el botín. Pero la hazaña no termina ahí; de hecho, es el comienzo, porque será cuando ambos emprendan un viaje en carretera hacia el sur del país con la intención de vender las piezas robadas (entre ellas una máscara ceremonial de Pakal). Perseguidos por la policía, los fraternales ladrones se enfrentan a la adrenalina que supone ser prófugos; incluso se pone a prueba su amistad, pero también se topan de frente con su propia estupidez.


Week-End (Jean Luc-Godard, 1967)
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Característico del cine contestatario de Godard, esta sátira fílmica -inspirada en el relato La autopista del sur de Julio Cortázar- realiza un retrato del declive moral de la burguesía -retomando a El ángel exterminador de Buñuel- a través de una pareja que viaja hacia la casa de unos de sus padres con el afán de cobrar una herencia. Así, Roland y Corinne, no sin antes planear el asesinato de los padres de ésta para hacerse con la herencia, emprenden un viaje para encontrarse con su primer obstáculo, un embotellamiento en la carretera -que representa el progreso económico-; más adelante se topan con otros personajes extrañísimos: el conductor de un tractor, un grupo de revolucionarios y vándalos que habitan en el bosque, rebeldes transgresores de las normas morales de la burguesía.


Agnès de ci de là Varda (Agnes Varda, 2011)
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Saliendo del convencional road movie, este documental en formato serie (con más de 3 horas de duración) muestra a la cineasta francesa en múltiples viajes por el mundo, realizados del 2008 al 2011, recorridos no sólo físicos sino emocionales a través de la creatividad artística. En avión, automóvil, metro y hasta a pie, Varda recorre Estocolmo, San Petersburgo, Lisboa, Río de Janeiro, Ciudad de México y Los Ángeles; y sostiene charlas, no sólo con artistas y colegas contemporáneos, sino con entrañables amigos. Aquí aparecen las voces y rostros de Chris Marker, Manoel de Oliveira, Christian Boltanski, Annette Messager y Pierre Soulages, mientras Agnès visita el Museo del Hermitage, la Bienal de Venecia y la casa de Frida Kahlo.