Las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas y las escribe un tal José Alfredo.
Cuando eres verdad, al final te impones. Así solía decir Chavela Vargas y así lo hizo hasta el último suspiro. La personalidad imperante y la apariencia enigmática de la costarricense de nacimiento, pero mexicana de corazón, fue un arma de doble filo, lo mismo la hizo triunfar que destruirse a sí misma.
Las desdichas sentimentales que la asaltaron desde niña forjaron ese duro hueso de roer. Con Chavela no había medias tintas, así lo dicen sus amigos y sus amantes - y hasta lo puede constatar el público. O la amas o la odias – en el documental Chavela, que muestra la vida de una leyenda, llena de excesos, amor, libertad y pasión por la música ranchera.
Berlín, Málaga, Boston, Barcelona, Biarritz, Seattle, Nueva York y muchas otras ciudades y sus festivales de cine, han sido la casa del largometraje dirigido por Catherine Gund y Daresha Kyi, desde su estreno en 2017, y aunque pisó tierra mexicana en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y Ambulante el año pasado, desde principios de agosto llegó de manera oficial a las salas de cine mexicanas.
En tan sólo 90 minutos, entre anécdotas, fotos y vídeos de archivo, y una entrevista recuperada de 1992 hecha por la propia Catherine Gund, podemos ser testigos del encanto místico que envolvía a la dama del poncho rojo, además de conocer tanto las luces como las sombras que acecharon su alma; desde el desamor de su propia madre, por qué llegó a México, su amistad con José Alfredo Jimenez, cómo se curtió en medio de un ámbito artístico machista y su relación entrañable con la música, vehemente con las mujeres y dependiente con el alcohol.
A los testimonios de amigos íntimos en México como Tania Libertad y Eugenia León, y su más importante pareja sentimental, Alicia Elena Pérez Duarte, se suman las voces de aquéllos que desde lejos la admiraban y que después de su crisis más fuerte le ayudaron a renacer en España. Entre ellos, Miguel Bosé y Laura García Lorca, pero muy en especial, el cineasta Pedro Almodóvar, personaje crucial en el renacimiento de una septuagenaria Chavela Vargas, y que la llevó, de la Sala Caracol en Madrid, hasta El Olimpia de París, para devolverla a México y que pisara por primera vez los grandes teatros nacionales que le fueron negados antes.
Chavela, el documental, es ese acercamiento fundamental para, como espectador, comprender por qué su canto, que parecía ahogarse, siempre resurgía desde el hondo dolor, tanto arriba del escenario como en la vida y cuál fue el costo de ser un individuo que supo gozar de la libertad, pero también sufrir la soledad.