Por: Rebeca Avila

Desmitificando a Da Vinci: Illuminatis, el Codex Romanoff, Salvator Mundi y otras especulaciones

Con la llegada del Renacimiento italiano, vino la concepción del “hombre renacentista” (aunque el término se acuñó varios siglos después) como aquel sujeto cuyo espíritu libre abarcara varios campos de las tareas humanas y del pensamiento, interseccionando el arte, las ciencias y las humanidades. Un hombre intelectual por completo, que lo mismo supiera de matemáticas y botánica, que de la filosofía, la escultura y la escritura (tal como los griegos clásicos mismos).

A estos hombres -los que sabían mucho a acerca de todo (un poco)-, más tarde se les denominó polímatas y uno de los nombres que tanto para la época como hasta el día de hoy han trascendido a través de la Historia es el de Leonardo da Vinci: pintor, escultor, arquitecto, ingeniero, inventor, músico, botánico, anatomista, paleontólogo, cartógrafo y una lista interminable de aspectos que dominó durante toda su vida. En fin, el auténtico arquetipo de polímata.

Existen teorías sin fundamento que indican que Da Vinci era hiperactivo o que tenía déficit de atención (ambas características arbitrarias y mal acuñadas a los grandes genios de la humanidad), gracias a las cuales pudo desarrollar su intelecto ilimitado en diversas áreas. Pero, sin duda alguna, su inteligencia superior y su curiosidad autodidacta dieron paso a que sea considerado quizá el máximo ejemplo de la polimatía. Esta idea, sobre sus supuestos trastornos crónicos, es sólo una ínfima parte de los mitos que se han achacado al creador de La Gioconda, a su vida y obra misma.

“El hombre posee gran razonamiento, pero en su mayor parte vano y falso; los animales lo tienen menor, pero útil y verídico, y más vale una pequeña certeza que un gran engaño”. Este fallo, uno de los cientos de aforismos escritos por Da Vinci, da cuenta de toda esta mitología creada y alimentada a través de los siglos por la historia con h minúscula, que busca colarse en la Historia con h mayúscula.

En este Con-Ciencia, a propósito del aniversario del nacimiento del genio florentino (15 de abril de 1452), nos proponemos mostrarte unos pocos de las decenas de mitos en torno a su figura.


Los “enigmas” dentro de sus pinturas

En 2003 el mundo casi colapsa (en sentido figurado, claro) cuando la fiebre browniana surgió. Para el mundo occidental cristiano, el bestseller de Dan Brown, El Código Da Vinci (basado en otra obra de la charlatanería, La revelación de los templarios) significó no sólo más de 500 páginas de supuestas blasfemias acerca de Jesucristo redentor hijo de Dios, sino que todas estas teorías cospiranoicas acerca del linaje carnal del mesías con María Magdalena, que ponían en entredicho siglos de “Historia” montada por el catolicismo, estaban escondidas nada menos que en las pinturas y algunos artefactos creados por el mismísimo Leonardo da Vinci. Aunque evidentemente esto es mera ficción – pese a que el propio Brown alega que sus teorías artificiosas no son tan descabelladas -, para el mundo serio del arte también significó un escándalo, pues ahora todo el mundo fijaba sus ojos en una de las obras más populares de Da Vinci, La última cena o, como originalmente se llama, Il cenácolo, un “cuadro” monumental (880 x 460 cm) realizado en un muro del convento dominico de Santa Marie delle Grazie (Milán), por encargo de quien fuese uno de sus mayores mecenas, Ludovico Sforza.

Ahora, se aseguraba que el cuadro tenía una lectura escondida. Una de ellas, la histórica y estudiada desde hace años por expertos, es que La última cena estaba creada a partir de principios geométricos y del número tres: los 12 discípulos agrupados en cuatro grupos de tres integrantes, cada nicho con la propia lectura de los rostros y posiciones de sus personajes y, al centro, Jesús, formando un triángulo equilátero, además de las tres ventanas al fondo de la imagen. Este concepto de triada se cree que no tiene mayor explicación más que hacer referencia a la Santísima Trinidad. Hasta ahí la parte cierta.

La parte absurda surgió respecto a la figura que aparece a la derecha de Jesús, correspondiente a Juan, el más joven de sus alumnos retratado como un hombre sin barba, a diferencia del resto, y con rasgos más bien afeminados. ¿Era este personaje una mujer y no un hombre? y ¿cuál mujer?, pues nada menos que María Magdalena, con quien Jesús se casó y cuyo triángulo invertido entre ambas figuras simbolizan un supuesto útero. En fin, estos (y otros) supuestos códigos secretos ocultos en sus obras pictóricas jamás han sido demostrados de manera seria; ni siquiera aquel que dice que utilizaba la escritura espejo para que no cualquiera pudiera acceder a sus notas. Un recurso muy ordinario para una de las mentes más brillantes de la historia. La explicación a este tema, que es real, es que Da Vinci era zurdo, así que, para evitar los manchones por arrastrar la tinta en el papel, decidió escribir en dirección inversa a la común.

Siguiendo con los misterios pictóricos, como el del bello Juan el apóstol, se dice que Da Vinci gustaba de admirar la anatomía humana desde el lado estudioso y artístico, por ello siempre buscó estar rodeado de hombres (masculino) bellos. Como uno de sus aprendices, Salai (El diablillo), a quien dicen inmortalizó en sus cuadros San Juan Bautista y Baco, además de otros dibujos y bocetos, llegando a especular que fue modelo para el mismismo Hombre de Vitruvio. Walter Isaacson, autor de una de las últimas biografías de Da Vinci, hace alusión a la frase “Ve todos los sábados a los baños, donde verás hombres desnudos”, adjudicada al florentino por algunos otros muy antiguos biógrafos, como Giovanni Paolo Lomazzo, alumno de un discípulo de Da Vinci, que, con varios conocidos del inventor como fuente, hace menciones sugerentes a la orientación sexual de Leonardo y la supuesta relación amorosa que tenía con Salai. No es que sean de suma relevancia sus preferencias sexuales, ni su vida amorosa, como si esto fuera una revista del corazón, al fin y al cabo, Leonardo no sería el primer artista, ni hombre, ni florentino, ni renacentista que tuviera preferencias homosexuales.


Codex Romanoff

En la segunda mitad del siglo XX salió a la luz el supuesto vestigio encontrado en un museo de San Petersburgo de un manual que se aseguraba había sido elaborado por el mismo Da Vinci, en el que él había vertido sus notas gastronómicas en aras de reinventar la cocina florentina renacentista. En este codex, Leonardo no sólo hacía gala de sus conocimientos en la cocina y daba recomendaciones acerca de cómo cocinar pájaros escabechados, orejas de cerdo, crestas de gallo con migas, hasta el plato de huevos de Salai, sino que daba cuenta de algunos de los inventos más variopintos, sofisticados e impensables, algunos más que otros. Por ejemplo, una máquina para cortar fiambres, el sacacorchos para zurdos o, ¿por qué no?, el tenedor (que ya se utilizaba durante el Imperio Bizantino en el siglo X).

Para inventos, los de Leonardo y el libro Notas de Cocina de Leonardo da Vinci, una publicación que a la fecha tiene más 75 mil copias vendidas y 17 ediciones. El libro fue escrito por los historiadores Shelagh y Jonathan Routh, quienes, más que mostrar “la afición desconocida de un genio”, lo que hicieron fue una cómica tomadera de pelo para el lector. De esta historia sólo es verídico que Da Vinci, junto con su amigo, Sandro Botticelli, abrió una taberna que quebró por falta de clientela. Vaya, que ni Leonardo escribió tal código, ni mucho menos inventó tales artilugios, pero de que la broma literaria es entretenida y curiosa, no hay duda.


Misterios sin resolver

Así como a Leonado se le atribuye la invención de varios artefactos como el paracaídas, el helicóptero, el submarino y el traje de buzo, de los cuales, algunos sólo se quedaron en bocetos y muchos otros ni siquiera hay pruebas de su existencia, lo mismo ocurre en su obra pictórica que, comparada con su envergadura, es bastante pequeña en número de producción, pues pintó tan sólo cerca de 20 obras.

Decimos “cerca de”, porque a últimas fechas surgió el rumor de que un cuadro, que por mucho tiempo se creyó fue pintado por él, no es sino una pintura hecha en su taller por varias de las manos de sus aprendices. Mientras biógrafos y restauradores especialistas, durante años aseguraron que se trababa de un autentico Da Vinci, modificado por el paso del tiempo por otros restauradores, mencionado en el inventario de objetos heredados a Salai y que pasó de reino en reino durante 500 años, se perdió, volvió a encontrarse y así hasta la actualidad, donde permanece desaparecido; otros historiadores del arte aseguran que el Salvator Mundi, a pesar de tener rasgos renacentistas, no responde a la técnica del maestro italiano: “¿figura totalmente de frente, un fondo negro sin más y la falta de detalles? Inadmisible para un Leonardo genuino” dicen los incrédulos. Sea cierto o no, la realidad es que este presunto falso Da Vinci, gracias a la especulación se ha vuelto el cuadro más costoso de la historia, pero no será la primera vez que surja un nuevo supuesto cuadro perdido de Leonardo Da Vinci.