Por: Mariana Casasola

La mirada femenina al vacío. Chantal Akerman

Chantal Akerman respiró cine desde muy joven. Es un hecho bien conocido, mencionado en varias entrevistas, que a los 15 años Akerman vio Pierrot le fou (1965) de Jean-Luc Godard en la cual distinguió una diferencia clara de otras obras convencionales porque no tenía una narrativa común y así supo instantáneamente que era arte. Enseguida decidió que su vocación era la de cineasta. Ahora, viendo en retrospectiva la carrera de esta directora nacida en Bélgica, principalmente afincada en Francia, se reconoce, y se celebra como culto, que su propio trabajo ha sido digno e igual de fascinante que aquella película que inspiró su cinefilia.

Trabajando en ficción y documental, narrativa y ensayo personal, dedicó gran parte de su carrera a explorar la idea del hogar y el estar en soledad. Akerman adoptó un enfoque profundamente personal y estéticamente idiosincrásico de la forma cinematográfica, usándolo para investigar la geografía y la identidad, el espacio y el tiempo, la sexualidad y la religión. Sus imágenes casi estáticas revelaron cosas que previamente habían eludido a la cámara y su trabajo exploratorio sin miedo narró con una lente singularmente femenina a través de la cual ver el mundo.

A lo largo de su carrera, la gran directora Chantal Akerman, que lamentablemente se quitó la vida a los 65 años, siguió ciertos temas e ideas. En este Top #CineSinCortes ofrecemos una guía de algunos de los más importantes, al mismo tiempo que recorremos sus obras más influyentes y visionarias.


Je Tu Il Elle (1976)
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Con su famoso encuentro íntimo en tiempo real y su atrevido minimalismo, esta es la película más sexualmente audaz de Akerman. Este primer largometraje narrativo, austero y sorprendente, palpita con una crudeza confesional. La propia Akerman, vulnerable y expuesta como siempre, interpreta a Julie, una joven solitaria que se encierra en una habitación y se debate en blanco y negro mientras narra los detalles de su infelicidad. Finalmente, reuniendo el coraje para volver a entrar en el mundo exterior, Julie emprende un viaje sin rumbo que se convierte en un encuentro sexual con otra mujer. Filmada en tiempo real y uniendo a los espectadores a la mirada subjetiva de Akerman, el lenguaje de esta secuencia culminante se ha tratado de emular en muchos filmes como La vie de Adèle (2013) de Abdellatif Kechiche, o The Color Wheel (2011) de Alex Ross Perry.


Jeanne Dielman, 23 Quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975)
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Sin duda, esta es la película más influyente y reconocida de la directora, celebrada como un experimento cinematográfico asombroso y convincente, que ha sido analizado y discutido durante décadas. Aquí Akerman dedica la mayor parte de las más de tres horas de duración a mirar la ejecución de las tareas domésticas de una madre soltera: pelar patatas, lustrar zapatos y, por las tardes, darle otro giro a su dormitorio para alcanzar a pagar las cuentas del mes, todo con la misma mirada práctica. En su enorme escasez, la película de Akerman parece simple, pero abarca un mundo entero, ya sea visto como un estudio profundo de personaje o como una de las representaciones más hipnóticas y completas del espacio y el tiempo.


Les rendez-vous d'Anna (1978)
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Akerman estuvo tanto acosada como obsesionada por la soledad durante toda su vida y el poder de sus películas a menudo se basa en su raro don para capturar imágenes de ese terror invisible. Sugerir que esta película es personal para Akerman sería quedarse corto; esta es tanto un soliloquio semi-autobiográfico como una invitación al turbulento espacio mental de una gran directora. Aquí Aurore Clément interpreta a Anna, una directora belga con una sexualidad no especificada y una relación extraordinariamente poderosa con su madre. La historia la acompaña mientras conoce a una variedad de personajes durante un viaje por Europa para promocionar su última película. En cada ciudad tiene la oportunidad de encontrarse con parientes, amigos y examantes, pero ninguna de las reuniones es del todo satisfactoria; siempre queda algún bloqueo a la comunicación. El uso de Akerman de tomas largas y espacios abiertos delinea el abismo que separa a sus personajes de su entorno y entre sí.


Dis-moi (1980)
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Si hay algo que dejó una huella indeleble e inequívoca en la obra de Akerman es el Holocausto. Proveniente de una familia judío-polaca, sus abuelos maternos fallecieron en Auschwitz. Su madre, una figura crucial en su vida y en su filmografía, sobrevivió a los campos de concentración, pero la experiencia la afectó profundamente. Akerman lleva consigo las huellas del trauma sufrido por estas generaciones anteriores; su historia familiar ha llegado a moldear el estilo, el tono y las preocupaciones de su cine y se encuentra en el centro de proyectos como Dis-moi, un documental en el que Akerman habla con varias mujeres judías ancianas, todas ellas sobrevivientes del Holocausto. Pero no es un testimonio de dolor total, aquí también hay comedia; después de todo, se trata de mujeres obstinadas, duras y descarriadas que, si se aburren, son bastante capaces de perder el interés en las entrevistas y los equipos de filmación, y prefieren encender la televisión.