No pocos se escandalizaron cuando en 2015, la Academia Sueca anunció que el Premio Nobel de Literatura era para Svetlana Aleksiévich. Para empezar se trataba de una mujer, algo ya inusual considerando que solo 49 mujeres (frente a 833 hombres) han recibido este premio; además, ella era alguien bastante desconocida en la mayor parte del mundo; pero quizá lo más controversial fue que se trataba de una periodista y no de una novelista, poeta o dramaturga.
¿Era justo premiar a un periodista? ¿Era el periodismo digno de considerarse literatura? La Academia Sueca consideró que sí y decidió galardonar a una mujer bielorrusa que llevaba décadas haciendo una labor periodística muy particular, no la de la nota sensacionalista o de actualidad, sino de larga investigación en el pasado y en la conciencia de la sociedad a la que pertenece, en su caso, la ex Unión Soviética.
Este 31 de mayo Svetlana Aleksiévich cumple 70 años y sigue escribiendo, continua indagando en la verdadera alma de la Unión Soviética: la gente ordinaria. Sigue haciendo un periodismo o, mejor dicho, una literatura más que peculiar, una que profundiza no sólo en los hechos sino en lo filosófico y hasta en lo metafísico, todo lo que puede contener la voz y la experiencia de la gente que ha entrevistado.
En un país como el nuestro, en el que el periodismo se ha vuelto una sentencia de muerte, cuando ahonda en lo más salvaje de nuestra realidad, parece más que conveniente, necesario, hablar de una obra que no ha dejado de lado el testimonio de la gente después de las guerras, de las catástrofes y las invasiones, para que perdure en la memoria, para que deje de repetirse.
Se habla de la obra de Aleksiévich como una polifonía, porque sus textos se caracterizan por contener una larga serie de entrevistas a distintas personas que hablan, discuten y cuentan sus experiencias sobre un hecho determinado.
Quizá son escasos sus libros publicados (tan sólo seis), pero esto se debe a que su labor de investigación lleva años. Porque como todo buen periodista, sabe preguntar y repreguntar hasta ganar la confianza y obtener el máximo grado de verdad de sus entrevistados. Se considera que pocos escritores han retratado como ella el alma de la Unión Soviética, gracias a la cantidad de historia oral y de antropología social que se aprecia en sus entrevistas, las cuales, muchas veces llevaban meses de conversaciones con una sola persona.
Alexiévich compone sus obras a partir de la memoria oral de los protagonistas de eventos tan perturbadores como el accidente nuclear de Chernóbil, la invasión rusa a Afganistán o la propia Segunda Guerra Mundial. Trata de encontrar al mayor número de testigos, y al final presenta sus entrevistas organizadas como un coro de voces, el testimonio de estos seres marcados por sus experiencias.
Por ejemplo, su libro Voces de Chernóbil (1997) contiene una historia oral de las consecuencias de la explosión en la central nuclear ucraniana, escrita a partir de aproximadamente 500 entrevistas realizadas a lo largo de diez años de trabajo.
Otro valor importante de la obra de Aleksiévich es la perspectiva alterna, y quizá más profunda, que suma a la historia cuando les da voz a las mujeres que la vivieron.
Frecuentemente, la literatura nos ha presentado una visión masculina de las guerras. El enfoque de la mujer, con frecuencia, brilla por su ausencia, dejando incompleta la historia. Svetlana Aleksiévich se aproximó a un evento de la talla de la Segunda Guerra Mundial teniendo esto en cuenta, pues tan sólo de la Unión Soviética casi un millón de mujeres lucharon en este conflicto bélico, ¿dónde estaba entonces su testimonio?
Cuando publicó su libro La guerra no tiene rostro de mujer (1985) fue despedida del periódico donde trabajaba por "haber mancillado el honor de la Gran Guerra Patriótica". En realidad lo único que hizo fue contar la historia de aquellas mujeres que habían luchado junto a los hombres contra la invasión alemana durante la guerra.
No es la memoria de las que se quedaron en casa, se trata de las experiencias de las mujeres rusas, ucranianas, bielorrusas, bálticas. Todas las que combatieron en el Ejército Rojo como enfermeras, telegrafistas y también francotiradoras, conductoras de tanques, oficiales. No es un relato heroico, más bien cuenta del hambre, los abusos, las tragedias y la muerte que ellas tuvieron que enfrentar “por su patria”.
Las obras de Svetlana Aleksiévich son una revancha del periodismo, porque en lugar de buscar a los militares, los políticos, los grandes nombres, fue tras las fuentes más modestas, dio voz a las experiencias más sencillas, para tratar de explicar lo que fue silenciado durante las siete décadas del régimen soviético.
También conocer su obra es una revancha contra el silencio, algo que en México se extiende, se asienta y nos destruye.