Por: Rebeca Avila

Camarón, la leyenda de una revolución más allá de la Isla

En la cultura gitana, llamada también romaní por la lengua propia de esta comunidad extendida por Europa, es precisamente este idioma una de las tantas peculiaridades que los moldean. Los romaníes o gitanos no cuentan con escritos o una gramática, mucho menos con una literatura, por lo que su historia y comunicación ha sido únicamente oral, pero han sabido hacer arte con ella, un arte que cuenta de sentimientos y emociones, pero también de la historia de un pueblo: el flamenco, una expresión artística más allá de lo musical y del baile, habla de un sentir que, dicen los propios gitanos, viene de mero adentro del alma.

Perseguidos, desdeñados, discriminados y asediados, lo mismo que desterrados, su andar errante por el mundo es lo mismo causa que consecuencia, porque andan nómadas buscando donde asentarse, pero el mismo hecho de no tener hogar fijo los vuelve repudiados a donde lleguen y así continuamente. De su arribo a la Andalucía de España hace ya varios siglos -unos dicen que 500 años, otros que 900- aún sigue viéndoseles como migrantes, como no deseados, como aquellos de mala calaña, ¿bajo qué fundamentos?, ninguno. Los mismos refranes españoles, que buscan hacer gracia, sobre gitanos son siempre incisivos y despectivos. Quizá por ese mismo rechazo es que los gitanos son tan recelosos de sus costumbres y de lo que han forjado culturalmente como comunidad.

Esos, los llamados puristas del canto flamenco, siempre se han visto reacios a las frescas olas que tratan de salir de canon, incluso son mal vistos aquellos payos (los no gitanos) que buscan hacer flamenco, aunque no es ya un requisito. Pero hubo a mediados del siglo XX un hombre que aun siendo casi un niño salió de la isla de San Fernando para irse rumbo a Madrid para no sólo llevar el flamenco a toda España y fuera de ella, sino para hacer que la gente (tanto gitanos como no gitanos) quedaran encantados con el canto. Su nombre, José Monge Cruz, conocido por todos como Camarón de la Isla.

Le decían camarón desde muy niño, porque su piel blanca rosada y sus rizos casi dorados contrastaban con la piel morena particular de los gitanos; el “de la Isla” le vino luego, cuando salió de su hogar y se referían a él como “Camarón” el que viene de “la Isla”, como se conoce también a San Fernando. Su aportación marcó un antes y un después en la música flamenca, porque además de su característico tono de voz y su singular manera de interpretar la seguiriya, se arriesgó con nuevas formas de hacer cante. Eran los 60 cuando fue a Madrid, y a la par de la opresión social franquista específica contra los gitanos, también estaba la rebeldía artística propia de la década.

En este Pantalla sonora, citamos algunos de los momentos más destacados en la trayectoria de uno de los artistas más grandes que ha dado el flamenco -que se sentía (y se le veía) más cómodo siempre cantando que hablando en entrevistas, y que llevó al género al concepto pop de la música en su consumo y su masificación-, en el marco de su nacimiento hace 71 años, el 5 de diciembre de 1950.


La era con Paco de Lucía

Cuentan las anécdotas que el encuentro fortuito entre José y el otro ícono del flamenco, Paco de Lucía, fue al mismo tiempo inevitable. El guitarrista ya llevaba camino andado cuando el canto de Camarón lo dejó perplejo. Poéticamente hablando, desde el minuto uno se sentaron y comenzaron a improvisar en la mesa de un tablao; a partir de ahí hicieron casi una decena de discos juntos de altísimo valor en la historia del gremio, con los cuales Camarón no sólo se dio a conocer sino que tuvo la oportunidad de aprender de primera mano del mejor. Se dice también, que el talento de uno era la frustración del otro, por lo que su amalgama significaba algo más que un acompañamiento artístico, era un intercambio de anhelos. En palabras de Paco de Lucía, Camarón era “un revolucionario y un símbolo del talento joven”.



Tributo a García Lorca, La leyenda del tiempo

Considerado uno de los discos más influyentes en la historia musical de España, La leyenda del tiempo resulta de un homenaje a Federico García Lorca, poeta y escritor granadino que proveniente de una familia burguesa tuvo la suficiente conciencia social para discrepar las distancias existentes entre el círculo social de su familia y aquellos marginados, los gitanos. Defensor y partidario de los que no tienen nada, asesinado por el franquismo en 1936, y un apasionado de la cultura gitana, no en balde su Romancero gitano es una de las obras hispanas más traducidas, fue honrado por Camarón en este álbum encabezado por el sencillo homónimo, perteneciente a el poema de Lorca que figura dentro de su novela Así que pasen cinco años. Además de este poema adaptado por el arreglista Ricardo Pachón, se incluyen temas como Romance del amargo y Mi niña se fue a la mar.



De rebeldías y fracasos

La leyenda del tiempo no fue un rotundo éxito al comienzo, a pesar de ser significativamente poderoso en su mensaje, al retomar la obra de uno de los defensores -no gitano- del pueblo gitano. La negativa fue que la rebeldía que un día había causado un fresco furor ahora era vista como música que para nada era flamenco. Los gitanos que compraban el disco lo devolvían indignados por toda la algarabía musical, con tantos instrumentos ajenos al flamenco, ¿y qué hacía ahí ese bajo eléctrico? Sin embargo, con el tiempo La leyenda del tiempo fue reescuchándose y volviéndose leyenda por sí mismo, adquiriendo un valor único, quizá no para el flamenco más puro, pero sí para aquellas generaciones que gracias a este material volvieron la mirada al flamenco, ya no como una música de tradición antiquísima sino como una música más cercana a ellos, marcando así un parteaguas en la era del flamenco moderno.


Soy gitano

La grandeza y la gloria pueden no ser el sueño de todo artista, algunos sólo quieren expresarse, pero sin el agobio que la fama implica. Uno de esos era Camarón, sobre cuyos hombros pesaba demasiado el título de Rey de los gitanos, como el más grande artista que ha dado el cante flamenco. El acarreo de esa fama y esa etiqueta nunca fueron gratuitas. Estaban en sus innovaciones, en su osadía para salir del molde, su voz que por sí sola narraba la descoloración de un pueblo, pero también en lecturas de popularidad y en números. Su disco Soy gitano es hoy por hoy el más vendido en la historia del flamenco.



La inmortalidad y la leyenda

A principios de los 90, a José se le diagnostica un avanzado cáncer de pulmón, producto de las dos cajetillas diarias que fumaba desde la adolescencia. Así, antes de partir a la joven edad de 42 años, lanzó un último material, valioso quizá más por la nostalgia que representa para su gente cercana y seguidores, Potro, rabia y miel. Con su muerte se fueron los rumores de la compra de derechos de sus canciones por el voraz productor Quincy Jones, para internacionalizar su música, se fueron los dimes y diretes por los derechos de autor de su obra (al ser sólo un intérprete y no un compositor), se fue el estandarte de un género, una generación y un pueblo, pero su legado persiste y todavía se trae a Camarón en la guantera.