El miedo está ligado a la sensación de vulnerabilidad frente a los peligros. De hecho, sentimos miedo no cuando somos vulnerables, sino cuando nos sentimos vulnerables.
Si alguna vez has estado en un consultorio esperando un transcendental diagnóstico médico, en una sala de espera dando vueltas hasta que te den noticias. Te han asaltado con lujo de violencia o estado en medio de algún desastre natural, seguro eres capaz de reconocer esa sensación de calor que recorre tu médula espinal, desde la raíz de cabello hasta las uñas de los pies. Esa sensación de desolación ante la vulnerabilidad. Ese miedo muchas veces incomprendido.
Los posibles orígenes de esta emoción primaria– catalogada así por la psicología - ha dilatado el espectro de investigación para tratar de buscar una explicación desde distintas perspectivas.
En cuestión psicológica es una reacción emocional que nos remite a los rincones más básicos del cerebro, donde se encuentra nuestro sentido de supervivencia. Esa sensación de adrenalina que se produce es una alerta que tiene como objetivo hacernos reaccionar de forma inmediata e intrépida ante el peligro.
Por otro lado, la antropología se ha dedicado a observar las causas y afrontamiento del miedo y cómo éste va en función de los valores, creencias e ideologías que conforman una sociedad, por lo que el concepto y reacción al miedo varían de un entorno o cultura a otro y pueden llegar a ser reales o imaginarios.
Pero qué pasa cuando los miedos reales se vuelven irracionales. Las fobias son trastornos emocionales en los que el miedo se lleva a niveles desproporcionados y aunque quien las padece sabe que es absurdo, es difícil o imposible que puedan controlarlo. Si esto ocurre, no es posible hacerlo sin estados de ansiedad.
A diferencia del miedo común que nos alerta, las fobias nos pueden hacer malas jugadas e interfieren de manera transcendente en la vida diaria haciendo difícil relacionarnos con las personas. Algunas de las más comunes son la claustrofobia (miedo a los lugares cerrados), acrofobia (a las alturas), la cinofobia (a los perros), tripanofobia (a las inyecciones) y la aracnofobia (a las arañas), entre otras. Sin embargo, existen otras que son poco comunes o extrañas.
Si a alguien con este padecimiento le preguntan cuál es su fobia, seguro comienza a hiperventilarse sólo de pensar en el nombre, pues la hipopotomonstrosesquipedaliofobia o sesquipedaliofobia (la forma corta) es el miedo a las palabras largas o complejas, derivado del temor a no ser capaz de pronunciarlas correctamente frente a otras personas y, por lo tanto, quedar en ridículo.
Para algunos dormir es, además de una necesidad básica, uno de los mayores placeres de la vida. Pero hay para quienes la hora de dormir se vuelve un suplicio, pues asocian el sueño con pesadillas, la asfixia o la muerte.
Todos podríamos pensar que ser feliz o sentirse contento es lo mejor que nos podría pesar. Sin embargo, hay personas que pueden llegar a sentirse a disgusto junto a gente que se muestre alegre. Este miedo aún no se cataloga como fobia, puesto que aún no se contempla en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.