Por: Mariana Casasola

Todas las cosas deben pasar

Le llaman aún el Beatle callado, el tranquilo, el melancólico e introvertido. Entre los Fab four, el genio de George Harrison era el menos obvio y estridente. Sobre todo a lado de la arrolladora personalidad de Lennon y McCartney, el guitarrista principal de The Beatles pasaba muchas veces desapercibido. Pero por discreto que fuera, su influencia en la banda y en muchos otros músicos que le siguieron es enorme e innegable.

Entre las mayores aportaciones de Harrison a The Beatles, y por ende a la música rock y pop, están las nuevas texturas de sonido que introdujo, por ejemplo el uso de ritmos e instrumentaciones orientales como el sitar. Como compositor, además de John Lennon, Harrison era el único Beatle que no temía escribir por ira o negatividad, explorando ideas más bien oscuras. De hecho, sus primeras canciones para la banda, como Think For Yourself y Taxman, son sorprendentes por su amargura.

Aunque nunca tuvo el protagonismo de los otros, siempre encontró la manera de deslizar sus ideas, una canción por aquí, un riff por allá, un consejo que acababa en una dirección musical distinta. Astutamente, siempre tuvo un carácter neutral, sus ideas las compartía con inteligencia, sin el apasionamiento volátil de Lennon o McCartney, asumiendo un papel complementario pero nunca marginal dentro del grupo.

Y logró ser mucho más que el Beatle subestimado. Luego de la disolución de la banda, no sólo fue un destacadísimo productor de cine —a él le debemos varias genialidades de los Monty Python—, también editó como solista 11 álbumes de estudio y, a finales de 80, lideró una superbanda llamada Traveling Wilburys (nada menos que con Bob Dylan, Roy Orbison, Jeff Lyne y Tom Petty).

Persiguió la enorme aventura de ser compositor y productor en colaboración con una gran variedad de artistas, desde su maestro y amigo Ravi Shankar y su viejo compañero de Liverpool, Jackie Lomax, hasta la cantante de soul estadounidense Doris Troy y el ícono de The Ronettes, Ronnie Spector. De la mano de su gran amigo Eric Clapton volvió sorprendentemente a las giras en los 90, hasta que el cáncer lo tuvo contra las cuerdas. En 2001 perdió finalmente esa batalla.

Este 25 de febrero, el más joven del cuarteto de Liverpool cumpliría 77 años. La siguiente es una selección de algunos de los momentos más brillantes de una carrera que cambió los términos de la música en repetidas ocasiones.


Taxman (1966)

Del clásico álbum Revolver, esta aguda queja sobre la cantidad exorbitante de impuestos que estaban pagando en el apogeo del éxito de The Beatles, es estrictamente un hit de Harrison, aunque John Lennon contribuyó a la letra, sin crédito, y Paul McCartney tocó el solo de guitarra. El garage rock de Taxman, con todo el cinismo de su letra, representa el vínculo crucial entre dos claras etapas de la banda: el dominio de la guitarra (que va desde 1963 al 65) y el esplendor de la experimentación con la psicodelia.




Something (1969)

A pesar de haber contribuido anteriormente con otras piezas importantes, Harrison siempre se sentía nervioso en las grabaciones de sus canciones porque sabía que no era el compositor número uno. Pero fue con esta canción como confirmó finalmente su decisión y talento ante sus compañeros y el mundo. John Lennon, luego confesó que Something le parecía la mejor canción del Abbey Road. Fue grabada por docenas de cantantes y de hecho fue la única canción de The Beatles interpretada en concierto por Frank Sinatra, quien despreciaba abiertamente el rock y el pop, pero que consideraba a esta como una de las más grandes canciones de amor de todos los tiempos.




I Me Mine (1970)

Esta fue la última canción grabada por The Beatles antes de su separación en abril de 1970. Aunque Harrison comentaba que giraba en torno al ego desde un punto de vista espiritual, la letra parece dar cuenta de la amarga ruptura y la frenética situación que se vivían en ese momento. Los ritmos de I me mine van de los versos en una especie de vals en contraste con los coros en hard rock.




My sweet lord (1970)

Un rezo, casi un mantra, de apenas ocho líneas, se convirtió en el primer y más grande sencillo de la carrera en solitario de George Harrison. El viaje espiritual de Harrison lo condujo hacia el movimiento Hare Krishna, pieza vital en el rompecabezas de sonido que constituye el álbum triple All Things Must Pass, una especie de escape de todas las ideas que él había contenido durante sus días en The Beatles.