La muerte es la extinción de la conciencia
Fernando Vallejo
… doctrina para formar hombres y formar
ciudadanos, siendo esta doctrina científica y práctica
Enrique Conrado Rébsamen Egloff (1857-1904)
Es la hora del recreo, pero ya no nos ven. Nosotros sí: es divertido. La maestra insiste en que hagamos nuestro altar de muertos. Un sendero de velas encendidas y cempasúchil. Tequila, ron, pulque. Y eso que disque somos menores de edad, ¿eh? Bien que sabemos todo, pero no nos quieren entender. La música de ayer y hoy: desde Guty Cárdenas hasta The Chamanas. ¿A ver, no qué no? La chicharra suena y todavía removiendo escombros. El profe de educación física insiste –ay qué insistente– en que nos alineemos para la tabla gimnástica. Yo alzo los brazos y les digo que “qué caso tiene” y me abuchean, que soy una escéptica amargada negativa pesimista de lo peor, ya hasta me da risa. Muevo la cabeza y sólo mis amigas medio me entienden. Me acomodan mis rizos temporales. Ya les he dicho hasta el cansancio que estamos bien, bien. Pero ah, no, insisten en llorar. Ya no llores, Eduwiges. Ya no llores, Wenceslao. Eduwiges y Wenceslao: ellos en eterno romance. Les digo: Ya no lloren porque me van a dar ganas de llorar a mí también. Es contagioso como bostezar. Es una monserga.
Acaba de pasar por aquí Benito Juárez en patineta. Que El respeto al derecho ajeno es la paz. No es Benito Juárez el de los bustos y estatuas en cada pueblo. Tampoco el de los billetes. Es que no sé cómo explicarlo. Sí es pero no es. Miren: allá van Cri crí, Rius y Cepillín también. ¡Sor Juana!, y la Malinche. Primero te da por coleccionar autógrafos y luego te das cuenta, te “cae el veinte” dicen los de la brecha generacional, los viejitos pues, que aquí el tiempo aire es ilimitado. Dicen que porque sigue siendo la región más transparente. Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano (¡olé!), y Bernal Díaz del Castillo fundidos en uno solo. La marcha del silencio del 68, los 43 de Ayotzinapa, Iguala, Guerrero, igual a México. ¡Kalimán! Tantos nombres y números hemos aprendido todos aquí últimamente. Internacionales: vino Marilyn Monroe, los Beatles, Elvis, Sinatra e hicieron coro con Pedro Infante, Jorge Negrete, Cantinflas, Tin Tán y el del pasito Tun Tún. La India María, la Vitola, Selena ¡tantas!, tantísimas que la visión se ampliaba. Yo no sé cómo le hicieron pero en español clarito, sonrientes y serios a la vez, cantaron Las golondrinas, dicen por aquí que es verdaderamente la canción más triste del mundo. Pero si nosotros somos tan alegres. ¿Será por eso que todo se nos da? Fue cuando supieron que el inmueble se caía irremediablemente y que se frustraba el viaje de muchos. Nosotros nos detuvimos y con suma delicadeza nos cobijamos bajo la sombra del ahuehuete. Sí, confieso que llorábamos, era una despedida adelantada la nuestra y una de nuestras principales preocupaciones era el festival del día de muertos que habíamos preparado con tanto esmero. No Halloween. No jalouin. ¿Trump qué? Trompetillas fanfarrias para que todos bailemos y no lloremos más. Ni fú ni fá: fulanita, menganita y sutanita. Allí y acullá. Antier y pasado mañana. “Eres bien quién sabe cómo”.
Aquí si quieres lago, lago es. Si lo que deseas es volar sobres nubes, pues eso harás. Hay quienes hasta al magma quieren ir. Tiempo sobra, planes abundan. Es pura felicidad, pura paz. Animales, mascotas, creaturas increíbles, la fantasía tangible e intangible. Esquiar, bucear, aguantar otros climas, resistir cuanta prueba se nos pone. Nieves y chicles de sabores que ni te imaginas.
Desde aquí los veo. Se ve que batallan. Algunos sufren, sí. Yo los comprendo. El alivio llega tarde o temprano. Nuevos colores que giran. La reunión se vuelve fiesta, la luz migra con suavidad. Soñamos en el trapecio, en el columpio. Descansamos en hamaca y es una dicha volver cual ola. Huele a incienso, a copal, a perfume cítrico y hierbas de olor. Las texturas al alcance de la mano. Aquí no hay sangrones. Todos nos abrazamos. Todos. Sólo faltas tú. Ustedes. Sin prisa. No hay prisa. En paz. ¿Ves?
AMÉN