Por: Rebeca Avila

Café Tacvba y los 20 años de Revés/Yo soy, su disco instrumental

¿Qué caracteriza a Café Tacvba?, ¿qué ha hecho de ellos un ícono de la música mexicana?, ¿es la vanguardia de su música?, ¿o los mensajes de amor, sociales y de la vida cotidiana que enmarcan sus composiciones líricas?

“¡Ah! Pues muy bonito y todo, su disco. Muy innovador. Pero el público quiere corear las canciones, eso es lo que pega, lo que vende —porque eso es lo único que importa en este mundo—”. No es difícil imaginar un discurso así, con el que la disquera Warner parara el tren inventivo a los miembros de Café Tacvba cuando mostraron su proyecto Revés, de 1999. Palabras más, palabras menos, la historia no es un secreto, pues ha sido relatada por el grupo mismo, en varias ocasiones.

Para muchos fans de Café Tacvba y para los denominados melómanos, el disco que menos ocupa lugar en el imaginario colectivo es quizá la prueba y reafirmación de algo que desde el comienzo de su carrera todo el que los escuchara sabía: estos sujetos venidos desde Satélite, trajeron una inventiva revolucionaria para la música del país y fueron un rescate al rock en español. Los rock stars en estado de negación, incursionaban en el género sin quererlo, trasgredían ciertos parámetros musicales, mezclaban elementos del rock con música tradicional mexicana, y lo hacían sin una batería.

Para este material, donde como en otros de la agrupación se contó con la producción de Gustavo Santaolalla, decidieron apostar por la experimentación y crear un álbum meramente instrumental, con un sonido que nada tenía que ver con sus anteriores producciones. No había letras, no había esa parte folclórica representativa de los primeros discos, pero sí había muchos sonidos electrónicos y colaboraciones grandísimas que aumentaban ese valor agregado que tenían de siempre hacer las cosas bajo sus reglas.

Quizá una de las piezas más interesantes del álbum es 10, cuyas potentes vibraciones corresponden a la grabación de una sesión de la Compañía Nacional de Danza Folclórica del INBA. Es el zapateado de los bailarines lo que Emmanuel del Real (Meme) utilizó como sample para distorsionarlo y armar este track. En el sentido más poético es como escuchar la danza.


Tener un disco así de experimental, comparado a nivel creativo por algunos exquisitos con el Kid A de Radiohead —lanzado sólo un año después de Revés—, le costó a Café Tacvba el término de su contrato con Warner y la descontinuación del álbum debido a las bajas ventas de este. Irónico que mientras discos menores siguen siendo encontrados por montones, el que es considerado su obra maestra, sólo pueda ser encontrado en formato digital en páginas web y como un tesoro entre artículos de segunda mano en la mal nombrada “cháchara”.


Yo soy

Yo soy, el mellizo de Revés, cuyo nombre es un palíndromo, fue la condición de Warner para que Revés pudiera salir a la venta. El grupo conformó esta otra parte del material con canciones que habían sido descartadas para otros proyectos, cuestión que no lo vuelve demeritorio, todo lo contrario. Yo soy no deja de ser experimental al igual que Revés, y ofreció temas que van desde la reflexión de las relaciones parentales (El padre) hasta situaciones más contemplativas (La locomotora, Bicicleta y El espacio). Sin embargo, existe una pieza importante en impacto hacia el público, y que es probablemente la canción más identificable del disco: La muerte chiquita. Con una versión instrumental en Revés, interpretada por el Kronos Quartet, una agrupación de cuerdas orientada a la música clásica contemporánea, La muerta chiquita hace un relato eufemístico, en tono dramático, acerca del orgasmo.