Por: Rebeca Avila

¿Son los sueños un reflejo de nuestra realidad?

Has quedado de verte con aquella persona de quien, desde hace semanas, estás embelesado hasta las trancas. Se verán en el camino para ir a una fiesta, todo marcha bien, caminan juntos, bailan y beben, cuentas tus peores chistes y aun así no ha huido de ahí. Coquetean y tontean todo el rato, hasta que llega alguien más que capta toda su atención. Tratas de mantener la calma, que no vea que estás a dos de hacer una escena. Es evidente que tienes competencia y que si pensabas irte a casa acompañado, quizá ahora tu único acompañante sea el del taxi que te lleve de vuelta. Cuando todo llega al punto decisivo y tu cita va caminando hacia ti para decirte si tuviste suerte, suena el —siempre maldito— despertador.

¿Pero qué caramba iba a pasar? El sueño ahí quedó, pero al despertar intentas comprender si ese sueño era una suerte de epifanía. Nada más alejado de la realidad, por supuesto.

Ser perseguido, perder los dientes, estar desnudo en público, volar, caer, llegar tarde, casarse, volver a la escuela, un encuentro sexual, encontrarse con alguien famoso, la infidelidad de la pareja y la muerte de un ser querido son sólo algunos de los sueños más recurrentes que casi todos hemos experimentado alguna vez. Aunque parezcan algo ridículo y superficial, lo que soñamos es todo menos azaroso, habla de nuestra salud mental y emocional.

Los sueños han desencadenado cientos de teorías sobre uno de los mayores enigmas que el ser humano aún no logra descifrar: su propia mente, y en específico, su subconsciente.

Sin embargo, resulta más confuso aún que se hable de estos “patrones oníricos” que en su mayoría no distinguen culturas ni fronteras, cuando también se teoriza que los sueños son íntimos y personales, no colectivos.

Desde la antigua oniromancia, pasando por los estudios psicoanalíticos de Freud, hasta los nuevos estudios no sólo psicológicos sino neuronales, lo sueños siempre han sido objeto de análisis por lo intrigante que resulta el saber por qué suceden.

Aquí dejamos algunas de ellas, las que parecen más acertadas, pero también las que destacan por descabellas.


1. Los clásicos psicológicos

Ya los antiguos filósofos y pensadores griegos estudiaban los sueños y luego de descartar que tuvieran alguna relación divina se entendió que eran de naturaleza meramente humana, y los describieron como “actividad anímica del durmiente”. Ya en el siglo XX, la escuela Gestalt analiza los sueños no desde el punto de vista interpretativo sino el de observar los símbolos recurrentes y “traer” a la realidad esos sueños, que va desde contarlos detalladamente hasta recrearlos. Por su lado, Freud y su estudio más destacado acerca de ello, La interpretación de los sueños, proponen que entender los sueños es el camino para discernir los más profundos rincones del subconsciente y le da un valor alto al análisis de aquello que es indomable para la psique humana pero que por ello mismo revela no sólo nuestros miedos sino nuestros deseos más profundos.


2. Lo sueños no tienen carácter evolutivo

El doctor Bill Domhoff, quien fundó un “Banco de sueños” donde almacena más de 20 000 registros de estos, asegura que los sueños no son más que una muestra de la poderosa actividad de nuestro cerebro, aun cuando el cuerpo se encuentra en un estado de reposo, y que los sueños son sólo un accidente de nuestra evolución intelectual, pero más allá de demostrar la capacidad de crear nuevos recuerdos, no tienen ninguna función adaptativa.


3. Los sueños son el limpiadero de la basura cerebral

Francis Crick, el descubridor de ADN, y Graeme Mitchison afirman que todos los días soñamos y que más que un impulso del subconsciente el acto de soñar es la manera en la que el cerebro se deshace de información innecesaria recabada por conexiones celulares de más. Al entrar en la fase de movimiento rápido ocular (la de los sueños) el cerebro realiza una purga del sistema nervioso y, a ojos de Crick y Mitchison, recordar los sueños representa un retroceso para esta actividad ya que significa que retenemos información que en realidad debería ser olvidada. Si no recuerdas tus sueños quizá estás siguiendo el protocolo indicado.


4. Simulación de amenazas

El psicólogo evolucionista Antti Revonsuo enfoca sus hipótesis al área oscura de los sueños, los malos, desagradables: las pesadillas. Desde su punto de vista, la mayoría de los sueños son negativos y nos exponen a emociones como el miedo, la culpa o la impotencia. Según él, la ansiedad que provoca este tipo de sueños busca cumplir con la función de prepararnos para las “amenazas” del mundo real, aunque muchas veces en nuestros sueños estas amenazas oníricas sean distintas, o incluso en algunos casos una hipérbole, de lo que realmente nos angustia.


5. Los sueños, creadores de memorias y aprendizaje

Otro psicólogo, Christopher Evan, que descarta a los sueños como objetos de interpretación, explica que los sueños funcionan como una red de almacenamiento de recuerdos que son creados a partir de las experiencias que tenemos durante el día. Dicha teoría es respaldada por otros científicos que afirman que existe un generador de sueños, ubicado en la corteza cerebral, que envía señales al centro donde también se generan la visión, el oído, el movimiento y las emociones. Los resultados, en ocasiones absurdos y faltos de coherencia, que generan los sueños no están ni cerca de ser una cuestión psicoanalítica, sino recuerdos o ideas creadas de manera anárquica por nuestro cerebro.