Por: Rebeca Avila

Hitchcock, y el arte de retorcer lo cotidiano

Alguna vez Jean Cocteau dijo acerca de Hitchcock: Su obra continúa viviendo como los relojes en las muñecas de los soldados muertos. El maestro del suspense, como fue llamado también Alfred Hitchcock, no fue un apodo fácil de ganarse. Aunque desde hace unos 40 años a la fecha, el trabajo de este director británico, nacionalizado estadounidense, es bien reconocido como parteaguas en la cinematografía de la primera mitad del siglo XX - por sus aportaciones de la forma por encima de la narrativa -, la verdad es que la valoración real de su obra por parte de la crítica no se dio sino hasta finales de los años 60 y hasta después de su muerte.

Rompedor de reglas y hacedor de las propias, Hitchcock alborotó al mundo hollywoodense por varias circunstancias, entre ellas por salirse de las normas a la hora de contar una historia. Importaba más lo que decían las imágenes que las propias palabras, y es con las primeras con las que creaba un vínculo con el espectador, pues a través de ellas podía transmitir los sentimientos más elementales y sutiles - pero corruptivos -, tales como la sospecha, la envidia, los celos y el mismo deseo.

Quizá, esos actos viscerales de los que están cargados los personajes de sus películas son el resultado de sus monstruos internos. Resulta que, al experto en infundir miedo, todo le acusaba: miedo. Esos demonios internos hacían que en el set de grabación temiera hasta de su propia sombra, situación que le creó la fama de obsesivo ejecutor, de abusivo y maltratador – de mujeres, pero esa es otra historia –.

Con la próxima exposición a estrenarse en la Cineteca Nacional, Hitchcock, más allá del suspenso. Hacemos una breve selección de algunos de sus filmes destacados y sus curiosidades.


Rebeca (1940)

Titanic fue la promesa con la que Hitchcock arribó a los Estados Unidos por primera vez, pero en su lugar rodó Rebeca. Su entrada a Hollywood lo llevó rápidamente a ser nominado al Oscar, donde de 13 postulaciones, ganó por Mejor Película y Mejor Fotografía. Este primer proyecto filmado fuera de Inglaterra supuso para al cineasta, un ejercicio que no sentía suyo, una historia que para él no terminaba de cuadrar. Incluso llegó a expresar que la historia de la trágica pérdida de un viudo, que brinca del romance al posible terreno paranormal, al desvelamiento de la verdad detrás de la muerte de su esposa, le parecía una historia pasada de moda, carente de humor y con un final de cuento.



La ventana indiscreta (1954)

Con Grace Kelly como personaje femenino, uno pensaría, ¿quién en su sano juicio puede hacerla a un lado? Pues James Stewart, el protagonista en La ventana indiscreta, sí. En este filme, nuestro voyeur, el inválido fotógrafo, rechaza el amor de la bella rubia, no porque no le guste, sino por los constantes retratos decadentes del amor y el matrimonio que mira a diario. Este es sólo uno de los tantos espejos de la conducta humana cotidiana -no por ello menos oscuras-, que refleja la cinta. En palabras de François Truffaut, James Stewart, desde su ventana, no ve horrores, sino el espectáculo de las debilidades humanas.



Vértigo (1968)

Obra incomprendida en el pasado y considerada hoy por hoy, como la mejor película de todos los tiempos y, por ende, la mejor de Hitchcock, Vértigo fue un fracaso en las salas de cine cuando se estrenó. Para el propio Hitchcock la cinta sólo ayudaba a “pagar las cuentas” y consideraba escueto al argumento superficial: un hombre que queda traumado al ver caer a otro por un precipicio sin poder salvarlo. Acto seguido, es puesto a investigar a la esposa de un amigo, y más que una labor detectivesca, desarrollará una obsesión carnal con ella. Esta historia, que no convencía del todo al director, se convirtió en un filme de tintes freudianos en el que retrataba aquellos recovecos oscuros de amor, donde el erotismo es una sutil pero poderosa alegoría.