Por: Arody Rangel

Nietzsche, el intempestivo

Conozco mi destino. Sé que un día mi nombre será asociado con el recuerdo de algo tremendo. Una crisis sin igual en la Tierra, una profunda conmoción de la conciencia, evocada contra todo cuanto había creído, exigido y santificado hasta ahora. Donde los demás ven ideales, yo sólo veo lo que es humano, demasiado humano.


Desde la mil veces mal citada La vida sin música sería un error hasta los memes que hacen burla de su nombre por el parecido con el de la agrupación que canta Cali Pachanguero, no es difícil toparse de vez en cuando con este pensador intempestivo en las redes sociales; quién sabe qué diría Nietzsche de tanto meme suyo, segura estoy de que varios de Schopenhauer bien podrían haberlos ideado él. En fin, ¿quién es ese Nietzsche? ¿Por qué es tan famoso?

Quizás el episodio más conocido de su vida es el acceso a la locura de 1889 en Turín: dicen que al ver que el conductor de una carreta daba de látigos al caballo, Nietzsche corrió a abrazar al animal e implorar que cesaran los golpes. A partir de entonces, la locura o la enfermedad, ambas quizá, sumieron al pensador maldito en la decadencia hasta que le sobrevino la muerte. La vida del intempestivo estuvo marcada por la música, la enfermedad, el desamor y la falta de reconocimiento, pero su obra da testimonio de su genio y agudo carácter, cada sentencia es una flecha que, al tiempo que desgarra, fascina, un martillo dispuesto a destruir uno a uno los grandes mitos de la modernidad.

Tal como lo vaticinó en Humano, demasiado humano, su nombre está ligado a una de las grandes crisis del pensamiento occidental. Maestro de la sospecha por antonomasia, Friedrich Nietzsche es el creador de conceptos como La muerte de Dios, El superhombre, El eterno retorno o El filosofar a martillazos. Sin embargo, su pensamiento carga con la maldición de la incomprensión: desde las malversaciones que hizo su hermana Elisabeth para acercar sus textos a la ideología nacionalsocialista hasta los memes de hoy, son varias las máscaras que se le han puesto al bigotudo más polémico de la historia.

La maldición parece tener una explicación: este hombre tremendo optó por la sátira, los aforismos y la poesía para darle forma a su pensamiento, de ahí que sea tachado de oscuro y que haya tantas interpretaciones de su obra. Pero al margen del rollo académico e “intelectualoso” de lo que es nietzscheano o no -nada más alejado de Nietzsche que el calificativo de nietzscheano-, queremos desmentir algunos de los prejuicios que giran en torno suyo.

La muerte de dios. En Así habló Zaratustra se lee la sentencia “Dios ha muerto, nosotros lo hemos matado”; si bien es cierto que el cristianismo es uno de los blancos de la crítica nietzscheana, no es sólo el dios cristiano al que se declara muerto por el hombre, sino a cualquier tentativa ultraterrena de dar sentido a la vida humana. Lo que busca señalar Zaratustra es que no hay un fundamento celeste ni terrestre de la existencia del hombre, ni una finalidad, nos debemos al caos y al azar.

El superhombre. Es otro de los conceptos de Así habló Zaratustra y no, no pronostica el advenimiento de hombres superdotados que luchan contra el mal y salvan a las personas como los héroes de Marvel o DC. El hombre moderno es la cosa más nauseabunda para Nietzsche, reducido por la moral y el mal de conciencia, forma parte de un rebaño -poco importa si como pastor u oveja- que acata sin más los ideales del progreso y de la modernidad. El superhombre es la superación del hombre moderno, un creador de nuevos valores y no un adoctrinado, alguien capaz de afirmarse y afirmar la vida en esos nuevos valores.

El anticristo. No, no es una película de terror, ni señala alguna cosa demoniaca o vaticina la llegada del príncipe de las tinieblas, es el título de uno de los últimos libros de Nietzsche, escrito en 1895, el cual constituye una crítica mordaz al cristianismo: esta doctrina promueve el servilismo, el mal de conciencia, la cobardía y la pequeñez, señala que la verdadera vida acaece después de la muerte, que el cuerpo es la sede de la maldad, y al hacer esto, niega la vida y la voluntad humana. No se trata de optar por uno de los contrarios: o dios o el diablo, sino salir de la lógica de los valores cristianos vs el pecado para afirmar siempre la vida, el cuerpo y sus posibilidades.

El nihilismo. A pesar de que se conoce a Nietzsche como uno de los exponentes del nihilismo, fue uno de sus principales adversarios; para Nietzsche, la seducción de la nada, del vacío, lleva a la inacción, es otra forma de negar la vida. Si bien es cierto que no hay sentido, ni fundamento, sino sólo lo humano, demasiado humano, para Nietzsche el hombre ha de afirmarse a pesar del absurdo y de la moral en turno, afirmarse como ente creador.

Nada mejor que acudir directamente a El intempestivo; vaya usted a la Genealogía de la moral, una lectura muy oportuna para estas horas de locura en las que no ha sucumbido la modernidad, en que vivimos la globalización de sus valores, y renovemos la sospecha