Por: Rebeca Avila

Ballet Metropolitano

Isadora Duncan, considerada la madre de la danza contemporánea, alguna vez dijo en Berlín: “La bailarina del futuro será aquélla cuyo cuerpo y alma hayan crecido juntos tan armónicamente que el lenguaje natural de esa alma se convierta en el movimiento del cuerpo”. Quienes seguramente comparten esa idea son Carlos González y Samuel Villagrán, directores, fundadores y coreógrafos del Ballet Metropolitano, B.Met, en cuyo espacio convergen la danza clásica con la contemporánea.

Esta arriesgada propuesta, que ya es popular en compañías de danza europeas, comenzó en 2007 y a lo largo de estos 11 años ha logrado colocarse entre el gusto del público por la libertad y ligereza que proyectan sus espectáculos.

En una entrevista, Carlos González nos dio a conocer varios aspectos de esta compañía, desde los inicios del ambicioso proyecto y los retos que han venido con esa determinación, hasta sus planes futuros.

Gaceta 22: ¿Cuál fue su primera inquietud para formar el Ballet Metropolitano?

Carlos González: El Maestro Samuel Villagrán y yo nos conocimos entrenando con el Maestro Gustavo Herrera y conversando nos dimos cuenta que hacían falta más propuestas artísticas en cuanto a movimiento. El maestro Samuel es graduado de bailarín contemporáneo de la Escuela Nacional de Danza y yo de ballet clásico con la señora Nina Novak en Venezuela, entonces decidimos experimentar mezclando estos dos estilos. Nos invitaron a participar en ciertos eventos y al público le gustó y comenzamos a hacerlo en gran formato. A los dos nos invitan a compañías en Monterrey y allá continuamos la compañía con egresados de la Escuela Superior de Música y Danza, con bailarines contemporáneos y creamos nuestra primera pieza de gran formato de ballet contemporáneo que se llama Entre cuerpo y alma. El público la recibió muy bien, tuvimos muy buenas críticas y continuamos con este trabajo.

G 22: Imaginamos que es complicado montar los dos tipos de danza, ¿cómo forman un cuerpo de ballet tan amplio?

CG: No es fácil, sobre todo cuando tu carrera la has manejado siempre con un mismo estilo. Samuel y yo nos fuimos complementando y afortunadamente se fueron creando muy buenos movimientos en las coreografías. Nuestras clases eran un poco más libres en los movimientos de torso, utilizar más el piso en el caso de los bailarines clásicos, por ejemplo. Las clases contemporáneas de Samuel también comenzaron a tener esta búsqueda del aire, de arriba y abajo.

G 22: Al mezclar esos dos tipos de danza, ¿también pensaron en el público?

CG: Definitivamente también pensamos en el público porque cuando nos tocaba presentar coreografías clásicas al público le encantan las líneas, las puntas, pero hay algo que tiene este tipo de ballet que es muy rígido, puede ser tedioso para el público, se aburre. Me parece que pasaba mucho también con el contemporáneo, le gusta mucho el movimiento libre, el piso, pero lo azotado te trauma, te deja un poco tenso. Entonces decidimos hacer que fuera más ligero, que mantuviera esas líneas, pero tuviera esa facilidad de amplitud del movimiento. Todas nuestras coreografías de ballet contemporáneos son en puntas, con leotardos, donde puedes ver la línea del cuerpo de la bailarina clásica, pero se pueden arrastrar y jugar.

G 22: ¿Cuál ha sido el reto más difícil al que se han enfrentado?, ¿ha sido del lado económico?

CG: Una cosa lleva a la otra, lo económico si ha sido un reto para la difusión. Al principio cuando no eres conocido se te cierran muchas puertas. Nos pasó mucho en el norte, tuvimos que picar piedra y afortunadamente por eso se ha reconocido mucho nuestro trabajo. Creemos que muchos se rinden en el camino porque no es fácil trabajar con un equipo que necesita puntas, entrenamiento, un lugar donde ensayar, todo eso es dinero, se necesita apoyo y no siempre se tiene. Nosotros hemos continuado a pesar de muchos problemas y con ganas de seguir luchando, de tener una gran compañía y una nueva oportunidad para esos artistas que se van graduando de bailarines, que se sientan realizados en ella.

G 22: ¿Qué viene para B.Met?

CG: Estamos ahorita en el Teatro Tepeyac agradecidos con Alejandro Medina por abrirnos las puertas, ya vamos a cumplir un año ahí. Ahora estamos con El lago de los cisnes, es una puesta en escena bastante compacta, con un toque de nuestro movimiento, iluminación del maestro Samuel y una escenografía muy fresca. Estamos los sábados a las 19:00 y 21:00 horas y los domingos a las 16:30 y 18:30, hasta el 22 de septiembre. Y en seguida tenemos el reestreno del ballet Drácula, que fue una de las obras importantes que impulsó a B.Met aquí en la Ciudad de México y que aún falta que la vea mucha gente. Es nuestra propuesta de ballet contemporáneo con un toque de terror.

Respecto a El lago de los cisnes, es la clásica representación con coreografía de Marius Petipa, pero tiene cosas muy frescas, el primer movimiento tiene cambios, es el que nos permite jugar más con el estilo coreográfico de la compañía.

G 22: ¿Cuál ha sido la pieza que más han disfrutado hacer?

CG: La pieza que más hemos disfrutado representar es Entre cuerpo y alma, que fue la primera, porque en estos años ha evolucionado mucho (y este año se pretende volver a bailar), ha madurado, es como nuestra graduación como coreógrafos. Al principio montas movimientos y a pesar de que al público le gusta, no te das cuenta de muchas cosas, así que vas haciendo cambios, es muy significativa para nosotros.