Día Mundial de la Filosofía

Por: Arody Rangel

La UNESCO declaró en 2005 el Día Mundial de la Filosofía, el cual se celebra el tercer jueves de noviembre; este año, coincide con el Día Internacional para la Tolerancia y con el 72° aniversario de la creación de la UNESCO. Coincidencia interesante, pues entre los objetivos de esta organización se encuentran el fomento de la cultura de paz en el mundo y lograr que todos los seres humanos tengan acceso a la educación, y la filosofía bien podría jugar un papel crucial en la realización de esos objetivos. Pero ¿de qué modo?

Tendríamos que comenzar por esclarecer qué es la filosofía, lo cual resulta complicado: hay tantas definiciones como filósofos ha habido, la filosofía es tan rica y compleja como su propia historia. Por si fuera poco, en la actualidad son patentes dos cosas: por un lado, hay muchos prejuicios en torno a la filosofía y a los filósofos, ideas erradas sobre lo que la filosofía es o desconocimiento total al respecto; por otro lado, pareciera que la filosofía habita el día de hoy en los espacios académicos e institucionales exclusivamente, su discurso parece llegar sólo a quienes se dedican a crearla y estudiarla. Así las cosas y de frente a las diversas crisis que vivimos en nuestros días, vale la pena preguntar ¿qué es la filosofía? Pero aún más: ¿qué puede decirnos el día de hoy?

La filosofía nació en el mundo griego como una apuesta: dar respuesta a los cuestionamientos más apremiantes del ser humano (su razón de ser y el porqué del mundo que lo rodea) sin recurrir a las verdades míticas y religiosas, sino al uso de la razón. En este sentido, la filosofía es crítica y revolucionaria, en su naturaleza está el no dar nada por hecho, cuestionar las verdades establecidas, transformar la concepción del mundo que nos rodea, incluso transformar el mundo. Qué bien hace el recordarlo en estos tiempos en que reina el conformismo, la enajenación y la vejación.

Se dice que la filosofía es radical puesto que aspira al conocimiento de absolutamente todo, pero lo cierto es que la filosofía tiene muchas más preguntas que respuestas, y las respuestas tienen fecha de caducidad. La filosofía se caracteriza en realidad por su búsqueda constante, por el afán sin fin de encontrar sentido. Esto resulta abrumador si advertimos que nos gustan las certezas, pensar que todo está bien, que hay un plan para nosotros, que estamos destinados a la felicidad o al éxito -de estas necesidades sacan provecho la literatura de autoayuda y las supercherías-. La filosofía no tiene mensajes reconfortantes ni esperanzadores y esto no es una deficiencia o un argumento en su contra, al contrario: si no hay verdades absolutas, si no estamos predestinados a algo, entonces nos queda inventarnos un sentido y razón de ser; la búsqueda de sentido es también una apuesta por crear sentido.

La filosofía es una práctica, una forma de vida, no se trata únicamente de leerla o estudiarla: exige de nosotros, ante todo, haber tomado conciencia de nosotros mismos, forjarnos un carácter, establecer nuestros principios de acción. Y es que somos lo que hacemos, en otras palabras, son nuestros actos quienes revelan el tipo de persona que somos. Qué difícil tarea la de asumir la responsabilidad de hacer algo con nosotros mismos, de hacernos responsables de nuestra existencia en estos tiempos en los que, evadidos de nosotros mismos, nos esforzamos por cuadrar en los estereotipos de moda o en adscribirnos a la opinión que más resuena en las redes sociales; tomamos postura, perseguimos una serie de aspiraciones sin cuestionarnos si es eso lo que queremos para nosotros mismos, tal vez a la mayoría ni se le ocurre que puede tomar distancia y preguntarse quién es y por qué hace lo que hace. La filosofía es maestra y compañera de vida, quien quiera seguirla tendrá que asumir que está condenado a ser libre: a hacerse responsable de sí mismo, forjarse un carácter, dejar de excusarse y escudarse en los demás.

La filosofía es libertaria y emancipadora. En el siglo XV surgió de la filosofía humanista el concepto de dignidad humana: el hombre tiene valor en y por sí mismo; y en el siglo XVIII la Ilustración colocó en el centro de la reflexión política la idea de que todos los hombres son libres e iguales, que tienen derecho a elegir las leyes y la forma de gobierno que mejor les parezca; no está de más recordar que estas ideas inspiraron las revoluciones que cambiaron el mundo y que configuraron la sociedad y la política de nuestros tiempos. Y aunque se supone que vivimos en Estados democráticos y que el Derecho internacional protege los Derechos humanos, crecen las cifras de víctimas en manos del Estado, del crimen, del odio y la violencia; qué atinado sería regresar a la reflexión sobre la dignidad, la libertad y la igualdad humanas, tomar conciencia de la razón de ser de la sociedad y luchar por proteger los derechos de todos.

De modo que la filosofía tiene mucho qué decirnos hoy, hay en ella mucha fuerza e ímpetu que bien podrían inspirarnos a actuar, esclarecernos y esclarecer el mundo, destronar las verdades y dogmas establecidos en aras de reconstruir, una y otra vez, la realidad, de transformarla; reconocer la capacidad del ser humano de hacerse cargo de sí mismo, de crearse y de crear. Hay quienes piensan que a esta hora de la locura no hay nada más qué hacer, ante esto, nos pronunciamos: ¡Ten el valor de usar tu propia razón!