Hiroshima a más de 70 años

Por: Everth Bolaños

Si bien es cierto que durante los conflictos bélicos es cuando se da un mayor avance científico, también es verdad que es uno de los momentos en los que la inteligencia humana es utilizada para el exterminio de su propia especie y la bomba atómica es uno de los más claros ejemplos de esto.

La historia detrás de esta arma es un tanto compleja de contar y llena de acontecimientos importantes que se unieron entre sí para dar lugar a lo que todos conocemos: la destrucción de la ciudad de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, evento que cambió el rumbo del planeta entero.

El 1 de septiembre de 1939 dio inicio la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Alemania a Polonia, hecho que fue tomado como pretexto para que las otras naciones también quisieran repartirse los continentes. De este modo, los bandos quedaron divididos en dos: Potencias del Eje, integrados por Alemania, Japón e Italia y los Aliados, conformados por Francia, Polonia, Reino Unido, URSS, China y posteriormente, tras el hundimiento de la base militar de Pearl Harbor en 1941, Estados Unidos.

Sin embargo, es necesario retroceder a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se dieron los primeros estudios sobre el átomo por Ernest Rutherford, Niels Bohr y Otto Hahn. Por esas fechas, fue también descubierta la radioactividad proveniente del núcleo atómico por Wilhelm Rötgen, Marie Curie y Henry Becquerel. Por otro lado, estaba Albert Einstein y la teoría de la relatividad dada a conocer en 1905, a la cual le siguieron las investigaciones acerca del uranio hechas por Enrico Fermi y Leo Szilard en 1932, lo que dio como resultado la primera reacción nuclear en cadena, la cual fue la base de la primera bomba atómica.


La carta de Einstein y el Proyecto Manhattan

En 1933, el reconocido físico alemán Albert Einstein tuvo que salir de Alemania con rumbo a Estados Unidos, debido a su origen judío. Seis años después, firmó una famosa carta, la cual es considerada por muchos, como el texto que cambió el futuro del mundo. La epístola fue redactada el 2 de agosto de 1939, un mes antes de que iniciara el conflicto, e iba dirigida al entonces presidente norteamericano Franklin Roosevelt.

En ella señalaba los recientes trabajos de Fermi y Szilard respecto al uranio como una gran fuente de energía, por lo que le expresa la importancia de investigar el tema antes de que los alemanes consiguieran hacer una nueva arma con dicha información. Como respuesta, el mandatario ordenó la creación del llamado Proyecto Manhattan, el cual estaba conformado por un grupo de científicos liderados por el físico Robert Oppenheimer y por militares dirigidos por el general Richard Groves.

En esos años, pensar en un objeto que tuviera casi las mismas características en peso y forma de una bomba convencional, pero con la capacidad de destruir una ciudad entera, era visto como una broma. Sin embargo, los avances en esta materia demostraron que podía ser una realidad.

Para conseguirlo, se requería de la fisión nuclear, la cual consiste en dividir un átomo de uranio en dos al dispararle un neutrón, hecho que genera una gran cantidad de energía y si tomamos en cuenta que cada vez que divides un átomo se liberan tres neutrones, descubrirás que esto se vuelve una reacción en cadena con resultados, literalmente, explosivos. Pero, aunque suena muy sencillo, lograrlo llevó más de cinco años.

Luego del ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, la creación de la bomba atómica se volvió la meta principal del proyecto. Así, el 16 de julio de 1945 se realizó la primera prueba en el desierto de Nuevo México, la cual produjo una onda expansiva de más de 400 kilómetros de distancia y una luz que cegó a sus observadores. Diez días después, los Aliados enviaron un ultimátum a Japón para exigirles la rendición incondicional o la destrucción de su territorio, situación que no aceptaron.

La siguiente pregunta era ¿a dónde? Había cinco lugares: Kyoto, Hiroshima, Kokura, Niigata y Nagasaki. Luego de una deliberación, se optó por Hiroshima. En la madrugada del lunes 6 de agosto, la tripulación del Enola Gay (nombrado así por la madre del piloto) comenzó su vuelo. A las 8:15 de la mañana las compuertas del avión se abrieron dejando caer la primera bomba atómica de la historia, de nombre Little boy, la cual tuvo un poder destructivo equivalente a 12 500 toneladas de TNT y que alcanzó una temperatura de 300 mil grados centígrados.

Al instante murieron más de 70 mil personas, quedando impresas las sombras de muchos de ellos como fotogramas en algunas superficies y otras 70 mil perecieron con el paso de los días, eso sin contar a aquéllos que fallecieron a causa de la radiación en los años siguientes, la mayor parte de ellos civiles. Posteriormente, el 9 de agosto, detonó una segunda bomba en Nagasaki, lo que dio como resultado la rendición de Japón el 2 de septiembre de 1945.

La polémica pregunta sigue en el aire después de más de setenta años, ¿fue ésta una decisión de paz o de destrucción? Las opiniones continúan divididas entre quienes aseguran que de no haber sido así, la guerra habría seguido, ocasionando un número mayor de decesos y quienes, como la que les escribe, consideran que nada justifica un exterminio tal. Ésas han sido las únicas dos ocasiones en que se han hecho estallar bombas atómicas en contra de una población, no obstante, desde ese momento hasta la fecha, se han realizado miles de pruebas con armas nucleares, lo que nos confirma que ésta aún es una realidad que nos condena a todos.