Por: Arody Rangel

Tintanísimo

Un sombrero de ala ancha con el sutil detalle de una pluma, el saco amplio y largo, casi a las rodillas, los pantalones con acentuadas pretinas y el infaltable calzado bicolor, presto para destacar en la pista al ritmo del mambo, de la rumba, del chachachá, del swing y hasta del flamenco, ahí nomás el atavío. Si al encanto de su enorme sonrisa no bastara el bigote perfectamente delineado y el marco de su magnética mirada, sólo hay que esperar a que comience a hablar, a poblar el espacio con el tono de su voz lujosa y poliglota, se está frente a un comediante diestro con la lingüística y la poética, un avezado y culto humorista multicultural. Pero ahí no acaba la cosa, el hombre es también acróbata y esgrimista si se da la ocasión; un entendido del bel canto y también del jazzístico scat; encantador Don Juan incluso hecho harapos y el hombre-harapo de la sociedad reivindicado: un pachuco, el pachucote, el único: Tin Tán.

Personaje sin igual de la comedia del Cine de Oro mexicano, Germán Valdés elevó la figura marginal y fronteriza del chicano, del pocho, del pacucho, del mexicano trasplantado al norte y americanizado, en quien José Vasconcelos veía la decadencia de la raza cósmica, pero que en Tin Tán se convirtió en un ícono, en el antihéroe de la urbe, de una Ciudad de México que se modernizaba, tal como lo señala Carlitos en Las batallas en el desierto “nos modernizábamos, incorporábamos a nuestra habla términos que primero habían sonado como pochismos en las películas de Tin Tan y luego insensiblemente se mexicanizaban: tenquíu, oquéi, uasamara, sherap, sorry, uan móment pliis”. A su ingenioso trompabulario debemos muchos de los neologismos con los que hablamos, provenientes no sólo del spanglish sino también del francés, el alemán, el italiano y hasta del náhuatl; he ahí la razón de que el gran Monsiváis lo reconociera como el primer mexicano del siglo XXI.

Al genial, genialísimo Tin Tán, Tintanísimo, dedicamos este #TopCineSinCortes. Imposible hacer justicia a su carrera de más de 100 películas, en las que, haciendo de cavernícola, pirata, sultán o mosquetero, encarnando a Simbad, Sansón o Chanoc, fuera estelar o estrella fugaz, su presencia lo inundaba todo. Germán Valdés era un artista completo como no ha habido otro igual: actor, cantor, bailarín, hábil improvisador, gesticulador y cómico nato; y fue además el creador de ese personaje mixtificado que tanto ha influenciado la cultura popular, con todo y su erótica musical, cuyo recuerdo imborrable en la memoria colectiva se rastrea en las siguientes cintas.


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¡Ay qué bonitas piernas! (1949)

Bajo la dirección de Gilberto Martínez Solares, a quien se deben ‒a decir de los expertos‒ las mejores películas de Tin Tán, el pachuco interpreta a un joven fracasado que busca audicionar para un espectáculo de variedades como última apuesta antes de cometer suicidio, para esto pide prestados una pistola a un anticuario y un traje a un amigo que trabaja en una tintorería; como el plan no le sale, se dirige a Chapultepec para darse el tiro de gracia, pero yerra y termina hiriendo a un hombre que se escondía en la copa de un árbol. Huye y las circunstancias lo llevan a la casa del empresario a quien quería mostrarle sus talentos, quien creyéndolo amnésico lo hace pasar por sí mismo para sortear los compromisos monetarios que contrajo al tratar de montar su espectáculo; Tin Tán toma en sus manos la orquestación del show, convoca al mejor casting de Iberoamérica, se enamora de Lupe (Rosita Quintana), la muchacha de la casa, es interpelado y burlado por su propio reflejo en el espejo, y casi consigue la gloria, pero la realidad lo alcanza y sus sueños se desploman, no obstante, logra tener un final feliz.


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El rey del barrio (1950)

Astuto ladrón, no tanto por el éxito de sus atracos, sino por mantener bajo sus órdenes a un cuarteto de malandros a quienes hace creer que fue el líder de una pandilla de matones en Chicago, Illinois. El rey, como lo llaman en el barrio, es en realidad una especie de Robin-Hood urbano, un Chucho el roto que pone en manos de los pobres los pocos pesos malhabidos que logra obtener. Maestro del disfraz, Tin Tán se presenta como maquinista entre los suyos, es un gánster de sofisticado zoot suit ante sus lacras o cantaor, maestro de bel canto y hasta pintor para infiltrarse en la casa de la gente adinerada. Cuenta con el favor de todas las mujeres, menos de Carmelita (Silvia Pinal), una bella joven que acaba de mudarse a la vecindad junto con su tía y que le rehúye por orgullo. Era muy de Tin Tán eso de jugar con la cámara, pero en esta cinta rompe la cuarta pared y se dirige al público para pedir disculpas por el azul que anda tras él y se cuela en la fiesta de Pepito, su hijo, y que ya borracho le confiesa la verdad y nos señala como rateros. Pero sin duda, la escena inmortal es esa en la que canta Contigo ahogado en rompope, subiendo y bajando los escalones del pórtico de Carmelita.


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La marca del zorrillo (1950)

En esta cinta Tin Tán interpreta al viejo bizco vizconde de Texmelucan y a su vástago, el señorito, quien está por llegar de su estancia en Italia a donde fue enviado para aprender el arte de las armas. Para recibir a su heredero, el vizconde ofrece una elegante fiesta a la que se cuela el gobernador con el pretexto de cobrarle por quiensabequé ocasión los impuestos del periodo, y a la cual el pobre señorito llega montado en un asno, sin escudero y totalmente desvalijado. Ante el primer abuso y confrontación del gobernador y su capitán, el señorito le revela a su padre y a la cohorte que es pacifista y abandonó las clases de esgrima por clases de música: inconveniente mayúsculo, ya que el funcionario y compañía están dispuestos a dejarlos en la calle por su supuesta evasión fiscal. Para su fortuna, el señorito se encontrará con una bruja que le dará un peculiar ungüento, el cual con sólo ponerlo en su tez lo transforma en un hábil, dientón y apestoso esgrimista, capaz de cruzar a saltos una larga hilera de mesas al tiempo que derrota a todos los soldados del gobernador y de paso conquista el corazón de su querida Lupita (Silvia Pinal).


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El revoltoso (1951)

El terror de su vecindad por entrometido y armalíos en las cosas que no son de su incumbencia, Tin Tán hace que le hace de bolero, pero sólo se pasea con su cajón para encontrarse con su noviecita, también de nombre Lupita (Perla Aguilar), a quien le promete que pronto se han de casar y le ruega que acepte ir al cine con él para ver el Gavilán pollero con Pedro Infante, Cuando las mujeres mandan con Garrido y Piñeiro y La marca del zorrillo con el Tin Tán, ese trompudo quesque se parece a él. Su imprudencia lo lleva a involucrarse en el arresto de su futuro suegro y de un hombre adinerado, con quienes se encontrará en prisión por hacer trampa en las cartas a mister Brown; a pesar de que es puesto en libertad con presteza, Tin Tán peca de ingenuo y por querer hacer un favor a un preso, en su descuido, Lupita termina en la cárcel. Para pagar su fianza, el revoltoso hará de todo, hasta relevar al hombre-mosca y escalar la catedral en otra escena que se ha vuelto memorable, un homenaje al más puro estilo de Tin Tán al grande de la comedia del cine silente, Harold Lloyd.


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Personaje clásico de Disney: el oso Baloo y el gato O’Malley

Tantas cosas se pueden decir de su voz magnífica, como que su interpretación de Bonita, el bolero de Luis Alcaraz, es inigualable o que era capaz de improvisar como los mejores cantantes de jazz, ese scat es otro de sus sellos distintivos. Pero este conteo no podría estar completo sin mencionar el excepcional trabajo de doblaje que hizo para las películas El libro de la selva (1967) y Los aristogatos (1970) de la productora Walt Disney. En la primera dio vida al desenfadado oso Baloo, un profeta del hedonismo y de la vida fácil, basta con escucharlo entonar esa canción que se ha vuelto himno para comprender que ese Baloo y el pachuco comparten los mismos ideales. En la segunda, hace de gato arrabalero que vive al ritmo del jazz, Thomas O’Malley también es un marginado social como el pachuco, pero de buen corazón y a quien, como a Tin Tán en tantas películas, finalmente le sonríe la fortuna y puede ser feliz en compañía de su Duquesa.