Por: Mariana Casasola

La reina poeta punk

Para la década de los 70, la música rock en inglés parecía dirigirse únicamente a los conciertos masivos de estadios repletos y a los consumidores por millones. Patricia Lee Smith era entonces una joven artista en Nueva York, que transitaba entre la poesía, el performance y el teatro, y que sin proponérselo se encontró experimentando en la música.

Patti Smith, como la conoce el mundo, nunca tuvo una mirada convencional de la vida. La razón se encuentra quizá en la escarlatina que la mantuvo con alucinaciones de pequeña, en la sed de saber que sembró en ella su padre, un ávido lector, o quizá en la apertura ideológica que reinaba en su familia. Lo que tenemos por cierto es que ella siempre se supo distinta a la norma y esa cualidad sobresalió siempre en todo lo que creaba.

Una salvaje e impredecible imaginación. Una contenciosa relación con la religión. Rebelde contra la conformidad y los roles de género tradicionales. Así, desde joven, todo lo que Smith quería era escribir libros y ser artista. Cuando por fin decide escribir canciones no le apeteció pertenecer a la vieja generación de la música, tampoco al rumbo que tomaba la nueva generación. En cambio, deseaba ser el puente entre ambas, y anhelaba despertarlos a todos.

Tenía casi 30 años cuando publicó su primer álbum, y se convirtió por accidente en estrella del rock. Si se “desvió” de la literatura que persiguió antes, fue siempre con la visión de aportar algo al canon en la forma que tenían los poetas que siempre admiró: Rimbaud, Baudelaire, Keats y Blake. Quiso, desde el principio de su carrera, formar una voz cultural a través de sus letras, y que éstas incorporaran sus pasiones por el arte, la poesía, el sexo, la revolución.

Este 30 de diciembre, Patti Smith cumple 73 años mientras continúa ofreciendo intensas presentaciones en vivo llenas de canciones, poesía y tiernas anécdotas. Y claro, siendo la intérprete idiosincrática que siempre se ha mantenido fiel a su visión artística. Este Pantalla sonora está dedicado a esta salvaje artista, la indiscutible reina poeta del punk-rock.


La irrupción y los caballos

Tres acordes de rock se fusionaron con el poder de la palabra. Así describió Smith su música con el lanzamiento de Horses en 1975, su famoso álbum debut. Éste contenía las reinterpretaciones, o reescrituras, de clásicos del rock como Gloria y Land of a thousand dances; canciones de formas más tradicionales como el reggae Redondo Beach, o Free Money; y ríos de poesía libre como Birdland. La mítica portada del disco es una simple fotografía en blanco y negro de ella tomada por Robert Mapplethorpe, artista con quien compartió una turbulenta relación igual de mítica, y después una entrañable amistad hasta la muerte de él. Horses irrumpió en el Top 50 estadounidense, allanando el camino para una nueva generación de punk-rock.




La Pascua y la cima

Mientras Patti Smith siempre ha dicho que se encuentra más allá de pleitos de género, lo cierto es que con su carrera en la música ella hizo mucho por el movimiento feminista al demostrar que podía rockear tan duro como cualquier hombre, o arrojar sus misivas líricas como cualquier famoso artista folk. Con su segundo disco reafirmó este modelo con el lanzamiento de Easter en 1978, el cual contenía su primer y único gran hit, Because the Night, una colaboración entre Patti y Bruce Springsteen. El álbum se convirtió en un éxito mundial, y Patti y su banda recorrieron América y Europa durante gran parte de ese año.




La ola y la pausa

Smith es indiscutiblemente una gran intérprete en vivo: teatral, furiosa, pero tierna a ratos, y completamente conmovedora e intrépida en el escenario. En 1978, se dirigía hacia el estrellato dominante porque Because The Night había alcanzado los primeros lugares de popularidad en Reino Unido y Estados Unidos por igual. Ahí, en la cima de su carrera, decidió abandonarlo todo. ¿Por qué? Ella da tres razones: En 1977 se cayó del escenario y sufrió severas fracturas en la espalda y el cráneo, nunca volvió a ser tan móvil. Luego se enamoró del guitarrista Fred "Sonic" Smith, y se casó con él abandonando giras y contratos por dedicarse a su hogar y sus hijos, algo que defiende tranquilamente. Y, por último, encontró la fama demasiado corrosiva. Pero antes del retiro, en 1979, es con la publicación de Wave como cierra su legendaria saga setentera, el alma de su obra.




El duelo y el regreso

Si sus canciones no son encantamientos, son elegías para los artistas muertos o poetas franceses que fueron sus ídolos adolescentes. Para ella, la religión también es un tema recurrente. Pero cuando Smith no está lanzando hechizos o componiendo elegías, en sus canciones está plasmando retratos sofisticados de tristeza, llorando a sus muertos, como su hermano, su esposo y su mejor amigo (Robert Mapplethorpe), que fallecieron en fechas muy cercanas. Después de un paréntesis de nueve años, Patti volvió a grabar un álbum (Dream of Life, 1988), pero fue hasta 1996, con el lanzamiento de Gone Again donde podría asirse nuevamente de su creatividad para salir de este período de intenso dolor personal derivado de la pérdida estas personas tan importantes en su vida.




La libertad y la felicidad

Desde su regreso a la música, Patti Smitt también ha sido prolífica (y galardonada) escritora, y se ha embarcado en distintas giras por el mundo a donde lleva sus últimos álbumes o revisa los legendarios, según se le antoje. Va a los países a los que le da la gana y se presenta en los lugares más impensables. En México, por ejemplo, se ha presentado en distintos momentos en el Museo Anahuacalli, La Casa Azul y en el Café La Habana. Pero los lugares siempre están cargados de conexiones emocionales para ella, como con los personajes que más admira, ya sean Frida Kahlo o Roberto Bolaño. Así en su música, como en el disco de 2012 Banga, que lleva el nombre del perro de la novela de Bulgákov, El maestro y Margarita, pues, según ella, se trata del can más fiel de la literatura. Banga es un canto a la lealtad, a su público y a los músicos que llevan con ella más de 40 años. Porque, aunque siempre ha vivido en su cabeza, en su propio mundo de fantasía, lo que conecta a Patti Smith con la tierra son las relaciones humanas, de ahí este canto a la felicidad.